Rafael Zamorano 2y

La dinastía no ha colapsado; no es momento de llorar por Alabama

Tras caer ante Georgia en el Juego por el Campeonato Nacional, el orgullo está herido en Tuscaloosa, y ese es un motivador poderoso para el equipo de Nick Saban

No, no hay que llorar demasiado por Nick Saban y Alabama: la dinastía no ha acabado.

Seguro, el Crimson Tide se vio arrollado en la segunda mitad del último cuarto por Georgia, para vengar la derrota en el Juego de Campeonato de la SEC, y coronarse campeón nacional, pero Alabama no se va a hundir pronto.

Después de todo, Alabama contará con el quarterback ganador del Heisman pasado, Bryce Young --quien, por cierto, ya es favorito en las apuestas para volver a llevarse la codiciada estatuilla en el 2022-- y el que posiblemente sea el mejor jugador defensivo de la nación este año en el linebacker externo Will Anderson Jr., quien seguramente se verá bien complementado al otro lado de la formación por Dallas Turner.

Por si fuera poco, perdieron en el inicio del partido a Jameson Williams, su mejor receptor abierto disponible. La baja de Williams llegó después de que 'Bama inició el partido sin John Metchie III, lastimado en el partido previo ante Georgia, y que fue el segundo mejor receptor abierto para el Tide en la temporada. Entre ambos, allí van 175 atrapadas para 2714 yardas y 23 touchdowns por aire con los que Young no pudo contar esta noche, cuando más los necesitaba.

Y, sobre todo, cuentan con un head coach que está firmemente posicionado en la discusión por el mejor entrenador en jefe colegial de todos los tiempos. Saban ha conquistado siete títulos nacionales, seis de ellos al frente de Alabama, y el Tide ha aparecido en el Juego de Campeonato del College Football Playoff en seis de las ocho ediciones de existencia del presente formato.

Alabama había ganado 50 partidos en fila después de terminar arriba el primer periodo, como sucedió esta noche en el Lucas Oil Stadium de Indianapolis, y la derrota final por 33-18 supone la segunda más escandalosa en el mandato de Saban como head coach.

No nos equivoquemos: el orgullo está muy herido en Tuscaloosa. Y el orgullo es un motivador poderoso.

Ningún equipo en la nación recluta de manera más efectiva y más consistente que Alabama, y esa es la razón por la que la producción de jugadores estelares a ambos lados del ovoide para mandar a la NFL no termina nunca. Otros programas compiten de vez en cuando, pero nadie --ni Ohio State, ni Oklahoma, ni LSU, ni el campeón Georgia-- ha mantenido el mismo nivel de reclutas por tantos años, como 'Bama.

Y en ese círculo del huevo o la gallina trasladado al fútbol americano colegial, Alabama sigue atrayendo a los mejores reclutas de preparatoria porque se mantiene año con año entre los mejores programas del país. Y se mantiene año con año entre los mejores programas del país, porque sigue atrayendo a los mejores reclutas de preparatoria.

En el universo del fútbol americano universitario, Saban --quien no dejó gratos recuerdos en la NFL al frente de los Miami Dolphins-- se ha convertido en un clásico villano, al frente de un imperio tirano, gracias a las que siempre parece aparecerse al cierre de temporada con la mejor plantilla de todas.

Y no se acostumbra llorar por los villanos.

No sé cuándo o cómo llegue el fin a la dinastía que ha construido Saban en Tuscaloosa. Saban advirtió recientemente sobre los cambios al paisaje colegial que vendrán inevitablemente con la llegada de la era de los pagos por derechos al uso de nombre, imagen y apariencia para los jugadores universitarios, inclusive pidiendo alguna regulación federal por parte del gobierno para evitar un desequilibrio competitivo... como si no reinara ya el deporte colegial a través de un desequilibrio competitivo.

Quizás, como clásico villano de película, Saban ha podido prever su propio colapso, uno que seguramente no ocurrirá de inmediato.

Mientras tanto, no es momento de llorar por Alabama.

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