Ricardo Enrique Bochini es sinónimo de Independiente. Y de fútbol. El Bocha es sin dudas uno de los jugadores más importantes que dio el fútbol argentino. Y logró lo que logran sólo los más grandes: ganarse el reconocimiento de su gente, pero también el de los hinchas rivales.
Toda su carrera la jugó en Independiente, donde es el máximo ídolo del club: el estadio del Rojo lleva su nombre desde diciembre de 2021, cuando se lo llamó Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini.
El Bocha nació en Zárate el 25 de enero de 1954, y pese a que fue a probarse a Boca a los 15 años, el destino lo llevó para Avellaneda. Una vieja gloria del club que lo había visto jugar en Belgrano de Zárate lo acercó al Rojo. Y nunca se fue de allí.
Debutó a los 18 años en 1972 frente a River, ingresando a pocos minutos del final. Pero de a poco se fue consolidando en el equipo titular.
Su estilo de juego marcó una época en el fútbol argentino y en Independiente: con la camiseta del conjunto de Avellaneda, la 10, fue una de las grandes figuras que ganó todo lo que jugó: campeonatos locales, Libertadores, Intercontinentales...
Bochini no fue un integrante más de esos equipos que en los 70' sobre todo, se cansaron de levantar Copas. Fue el jugador especial, distinto, clave para esos logros.
Por su estilo de juego el Bocha era el clásico enganche: habilidoso, cerebral, siempre un paso adelante de cada jugada. Era el estratega, el armador del equipo.
Medía 1,68 metro y se enfrentaba ante rivales de mucho más porte y marca dura, pero tenía un manejo de pelota exquisito que hacía casi imposible que perdiera el balón. Y una habilidad especial para sortear las duras patadas que muchas veces recibía.
Si Bochini hubiera jugado en el presente, sin dudas sería el rey de las asistencias. Porque si en algo destacaba su juego era en filtrar pases, en buscar el hueco exacto para meter con precisión quirúrgica la pelota en el medio de muchas piernas rivales. Era un jugador inteligente, que sabía manejar los tiempos de los partidos, dónde ubicarse en la cancha: la pelota siempre pasaba por él.
Con Independiente ganó cuatro Copas Libertadores (1973, 1974, 1975 y 1984), dos Intercontinentales (1973 y 1984), tres Interamericanas (1973, 1974 y 1976) y cuatro torneos locales: Nacional 77 y 78 y el torneo de Primera División de 1983 y 1989.
Más allá de todos los logros internacionales que hicieron que el Rojo se convirtiera en el Rey de Copas, los hinchas de Independiente recuerdan un partido más que especial, épico, inolvidable.
Aquel de la final del Nacional de 1977, cuando Independiente se consagró campeón ante Talleres con tres hombres menos, en una hazaña histórica: esa vez, el Bocha anotó el 2 a 2 final que le dio el título a su equipo.
En la década del 70 formó una dupla letal con Daniel Bertoni, compañero de ataque con el que hicieron infinidad de goles y de jugadas.
Idolo de Diego Armando Maradona cuando Pelusa era chico, el Diego se dio el gusto de jugar con él, al menos unos minutos, en el Mundial ganado en México 86, cuando el hombre de Independiente fue llevado a esa Copa, dicen, a pedido del Diego.
"Cuando vi que entraba Bochini, me pareció que tocaba el cielo con las manos, por eso lo primero que hice fue tirar una pared con él. En ese momento sentí que estaba tirando una pared con Dios", señaló Maradona. El Bocha jugó unos minutos en el partido ante Bélgica (ingresó por Burruchaga a cinco del final), cuando la Argentina ya ganaba 2 a 0 y se metía en la final del Mundial.
Se retiró del fútbol en la temporada 1990/1991, luego de jugar 714 partidos con la camiseta de Independiente, donde marcó 104 goles.
Sobre su retiro, explicó: "Decidí dejar el fútbol porque me di cuenta que recibía patadas que ya no podía esquivar. Yo nunca me lesioné, y cuando vi que ya no tenía los reflejos de antes, dejé".
Hasta en ese momento decisivo de su carrera, cuando muchos no aceptan la realidad del paso del tiempo, el Bocha, con la misma lucidez que tenía en la cancha, colgó los botines a los 37 años.