BUENOS AIRES -- A la luz de la estrepitosa eliminación en la Copa Libertadores, se escucha hablar de un nuevo Boca. De aquí hasta que se reanude su participación en los torneos domésticos, se especula, Guillermo Barros Schelotto no sólo aplicaría una limpieza (alguien debe pagar los costos del fiasco en la Copa), sino que redefiniría el esquema táctico.
Las crisis obligan a cambiar. Esa es su modesta pedagogía. Así que en Boca deben hacerse cargo de la frustración y al menos insinuar (no digamos fingir, que sería mucho) transformaciones profundas para reciclar las ilusiones.
El problema es que Boca acaba de renovarse. Por un lado, el paréntesis en la competencia dio lugar a una preparación intensiva. Es decir, hubo margen para ensayar, sin el apuro de la fecha dominical, y plasmar así en el campo lo que el Mellizo tiene en mente. El entrenador, en la huella del presidente de la nación, con quien ha convivido en su etapa de jugador, dijo desde que desembarcó en el club que sólo en el segundo semestre se vería un Boca con su marca. Hacía falta tiempo.
Pues bien: las semifinales de la Copa fueron la apertura de ese segundo semestre que el público esperaba con ansias para dejar atrás el Boca inestable que desencadenó la eyección del Vasco Arruabarrena. Por lo demás, este Boca que enfocó la Copa con avidez aprovechó la pausa para reforzarse mediante una inversión considerable. Quizá puede discutirse si la jerarquía de los recién llegados, pero ese es otro tema.
Darío Benedetto, Walter Bou, Fernando Zuqui y Santiago Vergini superan la demanda de uno por línea que ahora enarbola el Mellizo, como si estos pases hubieran sido una ilusión. Al parecer, ahora el DT los considera ayuda insuficiente –o nula– cuando ni siquiera entraron en calor. Es necesario contratar una dotación idéntica.
En suma: con el tiempo de descanso y práctica más las incorporaciones, se había anunciado un nuevo Boca para el desenlace de la Libertadores. Así fue como muchos, por simple comparación de antecedentes –peligroso criterio en los días que corren–, descontaron que el trofeo más prestigioso de América iría a las vitrinas boquenses. Resulta que, a pocos días de esos vaticinios, el nuevo Boca ya es viejo. El Boca del Mellizo no salió a la pista y ya tiene que entrar a boxes.
Las características de la eliminación directa no conceden tiempo de rodaje. Si se pierde, hay que hacer las valijas y volver a casa. Y en casa, pensar algo de impacto para calmar a las fieras. Si con el plantel poderoso que ostenta, Boca sucumbió ante un modesto contendiente como Independiente del Valle, Guillermo debería idear alguna fórmula para compensar el bajo rendimiento de figuras altamente cotizadas. Ardua tarea.
Es probable que la recuperación dependa menos de la mano del DT que de los aportes de las estrellas hasta acá sin brillo ni personalidad. Quizá sancione con unas vacaciones en Siberia a alguno para dejar en claro que hubo revisión crítica y que sobra autoridad. Por ahí otra incorporación airea el panorama. Pero no mucho más podría variar.
Además, aunque mejore el equipo, aunque recupere su mística diluida, habrá que armarse de paciencia. Porque no se vislumbran en el corto plazo objetivos de importancia capaces de resarcir esta decepción copera.