BARCELONA -- El Manchester City es otra cosa. Un equipo que toca con paciencia ahora y se desata después, que sabe llevar el ritmo de cualquier partido a su conveniencia y que acaba por arrollar al rival cuando menos se lo espera. Es lo que le hizo al Bayern, que pasó en un abrir y cerrar de ojos de confiar en el empate a encajar un 3-0 que, casi, le deja fuera de la Champions.
Dominó por momentos el equipo de Tuchel pero su mando en el juego, ya fuera en la parte final del primer tiempo como en los inicios del segundo, se demostró insuficiente ante el arrollador fútbol de un City que sabe, o lo parece, a qué tiene que jugar en cada momento. Mima el balón con una falsa paciencia para, de pronto, imprimir una precisión inaudita y ante la que se adivina imposible responder. Eso es, ni más ni menos, lo que le ocurrió al Bayern.
Inmenso el partido en cuanto a ritmo, el equipo germano convino en ceder a los de Guardiola la posesión y apostar por transiciones rápidas, buscar la velocidad de Sané y Coman e intentar mantener lo más lejos posible de su área el balón cuando lo conducían Bernardo Silva, De Bruyne o Grealish, ocupado especialmente Upamecano en la figura de Haaland.
Fue manteniendo el control el City, apareciendo el crack noruego en dos ocasiones casi consecutivas, en una presión a Sommer que a punto estuvo de darle un disgusto primero y en un remate inauditamente inocente después que atajó el meta suizo, mucho más exigido al obús de Gundogan e incapaz ya de responder a la maravillosa rosca de Rodri que, rozando la media hora puso por delante al equipo inglés... Y despertó al Bayern.
Al campeón alemán le despertó la rabia el golazo encajado y pasó de dominado, tranquilo, a dominador, por momentos furioso y decidido a responder por fin a la exigencia. Lo hizo hasta el descanso y más allá también, apareciendo Sané ya en la segunda mitad en dos ocasiones para lucimiento de Ederson.
Pero esa búsqueda del empate no acababa de provocar el desconcierto local, que en cuanto movió el banquillo con la entrada de Julián Álvarez en lugar de De Bruyne, resolvió imponer la marcha definitiva. Y ahí, en el último tercio del partido, apareció la magnitud futbolística de un Manchester City decidido a viajar a Múnich con la suficiente renta como para no sufrir más de la cuenta.
Upamecano, horroroso, se perdió en la búsqueda de Haaland cuando el noruego solventó, por una vez, no mirar a portería y regalarle una asistencia magnífica al mayúsculo Bernardo Silva, que anotó el 2-0 para, poco después, anotar el noruego el tercero, asistido por Stones y con total comodidad ante el despiste, otra vez, de Upamecano.
Desde el 27 de septiembre de 2020 (2-5 frente al Leicester) no pierde el Manchester City un partido oficial por tres goles de diferencia. Y visto lo visto parece difícil, nunca imposible, que el Bayern sea capaz de obrar el milagro en Munich.