MANCHESTER -- Hacía tanto tiempo que a Pep Guardiola se le había olvidado cómo sabía una alegría europea de esta magnitud. Desde sus años en el Barcelona, Guardiola, que recordaba él mismo en la previa que ha perdido "siete de diez semifinales", no disfrutaba tanto de un encuentro europeo, de una victoria ante su gran enemigo. Esta vez sí se lo pasó "de pu... madre".
Ahora, el legado del de Sampedor toma otro rumbo en Mánchester, con una Champions que tiene al alcance de la mano, a un solo partido, ante un Inter de Milán muy inferior en cualquier aspecto. Quizás, la final más desequilibrada que se recuerda en esta competición.
Y lo tienen tan cerca porque se lo merecen, porque en la final anticipada Guardiola demostró que es el mejor entrenador del mundo y puede hacer historia. Una tercera Champions en su currículum dará más argumentos para que se le considere junto a los más grandes, Rinus Michels, Jordi Cruyff, Arrigo Sacchi, Alex Ferguson, Carlo Ancelotti y pocos más. Y seguramente por encima de ellos.
Guardiola, que apremiaba a sus futbolistas para que no perdieran ni un instante en los primeros minutos de partido, veía con sangre en los ojos que era la noche, la que desde 2011 el futbol le negaba. Sabía que no había ningún segundo que perder y que por fin podía herir en la yugular al equipo blanco, como en aquella semifinal de 2011 contra José Mourinho.
Al fin podía celebrar con rabia, gritar al cielo de Mánchester y sostener un "vamos" que firmaría el propio Rafael Nadal. Tenía al Real Madrid asfixiado y a merced, lo podía destrozar y desmenuzar. Porque igual que nadie habla con tanto respeto de los madridistas como Guardiola, nadie les tiene tantas ganas. Su cara de incredulidad, tras la eliminatoria del año pasado, contrastaba con la alegría de este miércoles, de haberse quitado un peso de encima.
Con el City ya jugó una final, la de 2021, perdida ante el Chelsea, pero ésta sabe diferente, tras derrocar al club del parche con las 14 Copas de Europa.
Tan cierto es que para llegar hasta aquí este equipo necesitó invertir más de 1,000 millones de euros, como que ese dinero hubiera caído en saco roto de no haber dedicado buena parte a convencer a Guardiola. El dinero no juega solo, necesita un mentor. Y mejor que Guardiola no lo hay.