Los partidos de vuelta de Cuartos de Final de la Champions League entre Barcelona-PSG y Manchester City-Real Madrid, evidenciaron que la lógica y la justicia pocas veces se conjugan con el futbol.
El futbol es un manojo de caprichos imposible de descifrar. Tan impredecible e injusto como la vida misma.
Entre martes y miércoles, el torneo futbolístico de mayor calidad en el planeta ofreció una serie de partidos cargados de emoción, drama, suspenso, misterio e ira. Además, como suele suceder con ganadores y perdedores, de algarabía y decepción.
Ronald Araújo apeló a su instinto defensivo y en cuestión de milésimas de segundo decidió derribar a su rival antes de que su meta sufriera daño alguno.
No demoró en descubrir que su “torpeza” condenó al FC Barcelona, que hasta ese momento había hecho una eliminatoria impecable ante los millonarios del PSG a los que un niño de 16 años (Lamine Yamal) destrozó para aumentar la ventaja (de 3-2 a 4-2) en los primeros minutos del partido de vuelta.
Tras la tarjeta roja al uruguayo todo se derrumbó. Xavi decidió prescindir del irreverente chamaco que era una pesadilla para los parisinos y el resto de la historia es de sobra conocida.
Cada gol visitante estuvo acompañado de un yerro azulgrana y de la sombra por la expulsión de Araújo, misma de la que nunca logró reponerse el Barça, que pasó de la excelencia a la penitencia.
¿Derrota decorosa?, ¿el equipo hizo más de lo esperado?, ¿lo rescatable es que hay futuro con los jóvenes de la cantera?
Lo cierto es que el conjunto catalán tuvo la mesa servida, el escenario soñado y todos los elementos para hoy aparecer entre los semifinalistas de la Liga de Campeones de Europa, por ende es inconcebible apelar a consuelo alguno.
Al villano de la serie —Ronald Araújo— le toca aprender del mayúsculo error y levantarse, no hay tiempo para lamentos con todo y que el Barça tiene una temporada prácticamente perdida, puesto que no ganará ninguno de los torneos en los que participó.
También es el fin de un ciclo porque se ratifica que Xavi se marchará al final de la campaña y llegará un nuevo entrenador para continuar con la reconstrucción del equipo.
MANCHESTER CITY VS REAL MADRID
En otro de los frentes, considerado por expertos y aficionados como la “final adelantada”, el Manchester City fue presa de unos fantasmas que, parecía había superado en la edición pasada de la Champions League, y sucumbió de forma increíble en casa, con su gente, en su impecable césped regado y cortado como le gusta a Pep Guardiola.
Al Real Madrid le alcanzó con 120 minutos colgado en su portería y una serie de penaltis en la que tres de los disparadores fueron actores secundarios, para volver a demostrar que puede sobreponerse a las mayores adversidades, sobre todo en esta competencia.
Y si en el Olímpico de Montjuïc el gran villano fue Ronald Araújo, en el Etihad Stadium el crédito se lo llevó el belga Kevin de Bruyne.
El mediocampista que es pieza medular del técnico de los Citizens suele padecer pánico escénico cuando tiene enfrente al conjunto merengue, y aunque parecía que estaba superando el trauma al marcar el 1-1 tras asumir el rol protagónico que demanda su talento, recayó.
Tuvo en sus pies antes de terminar el tiempo regular y con el City lanzado al frente para conquistar una justa victoria, una oportunidad inmejorable: le cedieron un balón dentro del área al que sólo tenía que darle dirección de portería, y lo mandó a la tribuna.
Con toda certeza ese tipo de jugadas son rutina para él en los entrenamientos y de 20 intentos debe concretar 20, pero de nueva cuenta estaba enfrente el monstruo llamado Real Madrid y falló de manera inverosímil e imperdonable.
Llegaron los penaltis y el guion se volvió predecible. Ahí quiso llevar la serie el visitante y ahí estaba, con varias de sus estrellas sin posibilidad de participar en el momento cúspide, pero fue entonces que los actores secundarios se convirtieron en protagonistas.
Falló Modric y el panorama fue oscuro sólo unos segundos para los que suelen vestir de blanco, porque el Manchester City se encargó de revivirlos y prácticamente ponerles en bandeja el boleto a semifinales.
Bernardo Silva, de forma indigna y alejado de la calidad que ostenta como futbolista, puso su disparo en las manos del guardameta Lunin, y hasta el momento no existe argumento alguno coherente que describa qué quiso hacer el portugués.
Luego llegó Mateo Kovacic y le sacó lágrimas al balón con un golpeo deplorable que acabó por enterrar a los suyos.
Lucas Vázquez, Nacho —sí, Nacho— y Rüdiger, quien acertó el tiro decisivo, engendraron en figuras y eliminaron al vigente campeón.
No había manera de que el club inglés perdiera la eliminatoria: fue infinitamente superior, hizo ver como equipo chico a un Madrid que se encontró con un gol tempranero y se dedicó a defender, agobió, insistió, se abrazó a su filosofía, pero sólo acertó una vez ante el arco rival.
Así las cosas, se fueron el Barça y el City cuando todo indicaba que nada podría arrancar de sus manos el pase a la antesala de la final.
Seguro ambos planteles todavía están en la búsqueda de respuestas, mismas que no encontrarán en medio del lamento. Así es el futbol, un manojo de caprichos imposible de descifrar.