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Messi, Neymar y Suárez, la brújula del Barcelona

Getty Images

BARCELONA -- Arrinconado por un desplome inesperado en la Liga, el Barcelona empieza a jugarse la temporada este miércoles en la Champions. De pronto la magia mutó en desespero y el recuerdo de los 39 partidos sin perder ha desaparecido para colocar en el plano la necesidad, la exigencia, de que la MSN acuda al rescate de un equipo tocado.

El discurso futbolístico alrededor del campeón se ha reducido al tridente. A recordar sus gestas ante el Atlético de Madrid y poner énfasis en su trascendencia absoluta.

En los siete últimos enfrentamientos con el equipo del Cholo Simeone, los dirigidos por Luis Enrique, las siete victorias azulgranas han llevado el sello, único, de la MSN: 14 goles repartidos entre los tres cracks y un autogol de Miranda. A través del vértigo, de la contra y de la ansiedad, ya fuera en el Camp Nou en la última remontada o en el Calderón en partidos anteriores, el Barça ha aparcado el método para entregarse a la voracidad de sus estrellas.

Pero eso ha venido ocurriendo no solo en los duelos frente al equipo colchonero, sino que se ha contemplado en otros encuentros, donde el marcador ha disimulado las carencias colectivas del campeón. Al menos en los últimos tiempos.

Se entendería osado insinuar que los resultados han ocultado que el Barcelona, como grupo, no está a la altura de si mismo, pero a la vez es indiscutible que la derrota en Anoeta ha descubierto una realidad incómoda. Messi ha quedado atrapado en los 499 goles y acumula cuatro partidos sin ver puerta, una circunstancia que por anómala le señala. Tanto como verle desplazado a la banda, observar cierto apagón en su electricidad y una tibieza en su mirada que no invita al optimismo.

Sin Leo, allá por el otoño de 2015, Neymar se puso en modo líder de un Barça que ganó nueve de los once partidos en los que la Pulga permaneció apartado del primer plano. Incluso aquella derrota en Sevilla (la última antes de la gran racha) se comprendió injusta a tenor de lo visto en el terreno de juego.

Con Iniesta, Piqué, Busquets o Rakitic a pleno rendimiento, incluso las puntuales apariciones de Munir eran aplaudidas y el poco tino de Arda quedaba argumentado con un simple “está adaptándose”. Pero durante ese sprint inmaculado y bestial de resultados comenzó a sospecharse a partir de febrero cierto desajuste grupal.

El Barça (Neymar y Messi) ganó un partido incómodo y gris en Las Palmas y sentenció en la ida al Arsenal con un doblete de Leo, que repitió gol en la remontada al Sevilla. Con un tridente que rozaba el 80 por ciento de los goles marcados, el "Abracadabra" que admitió Luis Enrique como fórmula para referirse a sus cracks dejó de lado la consistencia del equipo en si mismo. Y de tan entregado que ha vivido, disfrutado y sobrevivido, a la MSN el Barcelona no ha encendido la luz de alarma hasta que el tridente no ha alcanzado para ganar.

Messi suma cuatro partidos sin gol y tres acumula Neymar. Más que nunca, Suárez, el revoltoso de la manada, aguanta el tipo y mantiene el orden. Pero ese orden se antoja difícil de aguantar durante la recta final de la temporada. O quizá no. Solo los resultados lo dirán. Aunque el juego, el fútbol, quede en segundo término.