París llora la desgracia de su PSG, un equipo montado a golpe de talonario y que se derrumbó como un simple castillo de naipes en la primera prueba de fuego de la temporada. Habrá quien ponga a Neymar como excusa... Y habrá quien, más en serio, reconozca que este equipo puede pasearse por Francia tal como es un juguete roto en Europa.
La pasada temporada disfrutó de su pedazo de gloria avasallando al Barça antes de ser atropellado, más allá de la actuación arbitral, en el Camp Nou. Y ésta, después de alistar a Ney y Mbappé, fue una triste figura frente a un Real Madrid que, viviendo entre tinieblas en la Liga española, le dio un soberano repaso en su propia casa.
El futuro campeón de la Liga francesa ni supo jugar hacia adelante ni supo jugar atrás. Mantuvo el 0-0 al descanso casi de casualidad por méritos de Aréola a la vez que la presencia de Motta era un chiste malo y la prestancia de ese Rabiot del que tanto se habla fue invisible.
¿Cavani? ¿Di María? ¿Verratti? Ni aparecieron provocando que la defensa madridista disfrutase de una noche que ni pudo imaginar. Hasta el punto que nadie, absolutamente nadie, se acordó de Kroos o Modric.
La permanencia de Unai Emery en el banquillo del PSG se sabe ya con fecha de caducidad. La duda es saber si Al-Khelaifi, cuyo semblante en el palco daba miedo al miedo, actuará de inmediato, furioso como debió acabar la noche. La peor de las pesadillas.
Habrá quien se atreva a justificar en la lesión de Neymar la diferencia entre unos y otros, pero a la vista del partido, del juego, de su desarrollo, quedó claro desde el primer minuto que la remontada era una quimera, una ilusión imposible. Ni la parafernalia de los ultras sirvió para que el PSG quemase sus naves.
Fue una triste figura que amplió un año más su papel de comparsa. No tiene sitio entre la aristocracia del fútbol europeo y quedó como un equipo del montón, muy lejos de los grandes. Y si a Abramovich le ocupó casi una década cumplir con el objetivo de convertir al Chelsea en campeón, el jeque va camino de superar ese plazo.
C'est fini París…