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¿Cuál es el secreto de Liverpool y Tottenham para lograr el éxito en la Champions League?

Ya es difícil enfrentar a Barcelona y Manchester City en las etapas avanzadas de la UEFA Champions League, con ambos escuadrones desesperados por lograr el éxito en un torneo en el que una victoria los definiría por una era. Pero enfrentarlos sin tus preciados delanteros, tal como lo han tenido que hacer Liverpool y Tottenham, y además superarlos, sí que han sido grandes hazañas. Cuando los Spurs superaron a City sin la ayuda de Harry Kane, y Liverpool se recuperó en Anfield sin Mohamed Salah y Roberto Firmino en la alineación, nos enseñaron algo muy importante acerca de estos equipos: que la filosofía que los guía es más importante que cualquier jugador individual.

Este parece ser un punto claro y directo, pero hasta hace poco no hemos estado viviendo en tiempos directos. De a poco estamos emergiendo de una década dominada por Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, individuos alrededor de los cuales se han armado los equipos. Un período al que podríamos llamar la Era Sin Un Plan B, en la que el Plan A de usar a Cristiano o Messi ha sido tan exitoso que no ha habido necesidad de una alternativa.

La llegada de los Spurs y Liverpool, cuyos entrenadores han tenido que hacer ajustes tácticos muy bien pensados, a la final de la Champions League brinda una sensación altamente simbólica. En cierto punto, parecía que Messi y Cristiano iban a llevar a Barcelona y Juventus a la final por pura fuerza de voluntad, sólo para que el fútbol de ataque más excitante que Europa ha visto en una generación los termine superando.

La clave de la versatilidad de los equipos modernos y su capacidad para ganar partidos cuando sus mejores opciones no están disponibles es la fluidez, usar sistemas en los que los jugadores puedan desempeñarse en múltiples roles de ser necesario. El ejemplo más extremo de esto es Georginio Wijnaldum, una especie de cortaplumas Swiss Army que Jürgen Klopp hizo desempeñarse contra Barcelona como un delantero central, a pesar de ser conocido por jugar en el mediocampo.

Wijnaldum respondió con una performance superlativa, anotando dos veces en tres minutos del segundo tiempo, y esencialmente haciendo el trabajo de esa posición de manera impecable. Su momento destacado en el centro de la escena fue bien merecido, ya que Wijnaldum ha pasado la mayor parte del año pasado restaurando la suerte de su club y nación.

Eso es lo más atractivo de los finalistas de la Champions League este año: los personajes que ocupan el centro de la escena van cambiando. Son Heung-Min ha sido magnífico, haciéndose cargo de la tarea anotadora de Kane con aplomo, pero se podría decir que Moussa Sissoko ha sido incluso más efectivo esta temporada, haciéndose cargo de responsabilidad que no se hubiese esperado de él.

Que estos jugadores se hayan sentido con el poder para lograrlo es gran mérito de Klopp y Mauricio Pochettino. Y además sugiere que mientras que puede que estemos viviendo en una era de futbolistas superestrellas, puede que estemos regresando a una era de directores técnicos súper estelares, en la que la innovación táctica en vez de la brillantez individual pase a ser decisiva en los niveles más altos.

El entrenador superestrella es, por definición, algo raro de conseguir, y es alguien que puede hacer que los jugadores buenos o muy buenos sean capaces de lograr niveles extraordinarios. Lo que es notable acerca de Klopp y Pochettino es que unos cuantos de los jugadores que ellos han elevado y hoy son reconocidos – y en uno o dos casos han logrado niveles supremos – quizá no hubiesen podido imaginar un destino semejante bajo el mando de la mayoría de los demás entrenadores.

Virgil van Dijk fue sin dudas un muy buen jugador con Celtic y Southampton, pero pocos hubiesen podido predecir la velocidad o la altura a la que se ha elevado. Incluso en una época de montos exorbitantes en las transferencias, su precio fue muy cuestionado, pero ahora muchos se ríen cuando se menciona el tema. Dejando de lado el joven prometedor que era, pocos hubiesen pensado que Dele Alli iba a florecer de semejante manera, pero bajo el mando de Pochettino se ha convertido en un jugador de elite.

Es esta calidad – esta habilidad para lograr que todos brillen dentro del escuadrón – lo que permite que Liverpool, y en menor medida los Spurs, se pueda adaptar tan bien a la ausencia de jugadores clave. Es por eso que, cuando Messi llegó a Anfield para el partido de vuelta y todos se preguntaban quién iba a ser capaz de detenerlo, Klopp pudo responder, sin la menor intención de ser irónico: "Divock Origi". Eso por eso que, cuando iban tres goles abajo contra Ajax en el segundo tiempo de una semifinal de la Champions League, Pochettino pudo mirar a Fernando Llorente en la banca – un delantero de 34 años que apenas había podido encontrar la forma desde su llegada a los Spurs hace casi dos años – y decir al mejor estilo de la senadora estadounidense, Elizabeth Warren, "tengo un plan para eso".

El resto obviamente es historia. Origi marcó dos veces, al principio y al final del partido, mientras que Llorente tuvo una de las actuaciones más disruptivas de los últimos tiempos como centro delantero, ganando casi todos los duelos aéreos a la vista contra los defensores de Ajax, y dándole a Lucas Moura el espacio necesario para que pudiera marcar su hat-trick en el segundo tiempo. Y en el futuro cercano podremos celebrar a quien quiera que gane la final --a pesar de los recursos a disposición de ambos equipos-- como un triunfo de la maestría táctica.