BARCELONA -- En pleno desconfinamiento, el mismo día que los futbolistas regresan al cabo de casi ocho semanas a la Ciudad Deportiva para someterse a los test PCR y seriológicos del coronavirus y pasar un exhaustivo examen médico, el Barcelona conmemora una fecha inolvidable en su historia reciente: el Iniestazo que le abrió las puertas de una final de Champions que le convirtió, hace once años, en referencia de todo el mundo del fútbol.
Nadie puede saber cuál habría sido el futuro del Barça de Guardiola sin aquel gol de Iniesta en Stamford Bridge. Ni habría existido el triplete ni después el sextete. Deportivamente no es aventurado apostar que aquel equipo sí se habría convertido en una referencia, pero sin el Iniestazo es evidente que la leyenda no sería tal.
Mayo, futbolísticamente, es un mes en el que se suceden aniversarios de todo tipo en clave azulgrana. Derrotas legendarias como la final de Sevilla, victorias míticas como la primera Champions en Wembley o la Recopa de Basilea, derrumbes deprimentes como el sufrido en Anfield... Y episodios que sin valer directamente un título merecen ese capítulo especial. Entre ellos, el gol de Andrés Iniesta en Stamford Bridge se escribe con letras de oro.
Cuatro días después de su asalto histórico al Bernabéu que sentenció virtualmente la conquista de su primer título de Liga, el Barcelona de Pep Guardiola viajó a Londres para enfrentarse al Chelsea en la vuelta de las semifinales de la Champions. Envuelto en la euforia por el triunfo en el Clásico poco podía imaginar el entorno azulgrana que aquel 6 de mayo (2009) pasaría al recuerdo como una noche histérica de tal calibre.
Del 0-0 en la ida al gol de Essien, la expulsión de Abidal y el pelear contra la lógica en un Stamford Bridge que apenas presenció ocasiones de aquel Barça que dominó de forma tan continuada como estéril ante el Chelsea de Guus Hiddink... Hasta que en el minuto 93 un centro pasado de Dani Alves desde la derecha lo bajó Eto’o, lo rechazó mal Essien y dejó el balón en pies de Messi, quien lo cedió como pudo para que Iniesta, desde la corona del área, lanzase un obús perfecto que superó el vuelo de Cech.
Aquel gol provocó la mayor explosión de felicidad vista en el Barça de Guardiola, que aún sufrió durante cuatro largos minutos más hasta confirmar su clasificación para la final de Roma entre el agobio de un Chelsea desesperado y que se quejó amargamente de la eliminación considerando que el árbitro le escamoteó un penalti poco después del empate azulgrana (aquella noche vestido de amarillo).
Iniesta es Bakero y es Zuviría. Es Pichi Alonso, Maradona, Rivaldo o Amor... Autores de goles para el recuerdo que no valieron un título pero quedaron enmarcados en el imaginario colectivo de un Barcelona que hoy mira al futuro inmediato con toda la cautela del mundo.