El Manchester City a casa. Por tercera temporada consecutiva, los cuartos de final fueron el muro insalvable para un equipo perseguido por la desgracia en Europa bajo el mando de Pep Guardiola. Avasallado por el Liverpool primero en una eliminatoria que comenzó con polémica en Anfield y destrozado contra toda lógica por el Tottenham después, lo ocurrido en las dos pasadas temporadas alcanzó el cénit en Lisboa, donde el Olympique de Lyon, ahogado y defendiéndose como podía, se encontró con una victoria tan sublime como impensable.
Campeón por duplicado al mando del Barcelona en 2009 y 2011, la Champions se ha cobrado desde entonces todas las facturas al entrenador catalán de mala manera. Se despidió del Barça en unas semifinales trepidantes ante el Chelsea, que fueron marcadas por un error de Messi desde el punto de penalti, y dijo adiós en Lisboa tras un fallo inaudito de Sterling a puerta vacía inmediatamente antes de que Dembelé anotase el 1-3 definitivo y fatal.
Dos jugadores majestuosos y que personalizan el carácter futbolístico de Guardiola fueron, con ocho años de diferencia, claves en la caída de sus equipos. Trágica consecuencia, cruel destino y, por mucho aplauso que merezca el Olympique de Lyon, inaudito e injusto desenlace para un entrenador que ha sentado cátedra en el fútbol mundial en la última década.
Al Manchester City, como al PSG, el título de Liga doméstico se le ha quedado pequeño por más que Pep, con toda la razón del mundo, como proclama cuando tiene ocasión Zidane, repita por activa y por pasiva que ese trofeo es el que marca la temporada de cualquier equipo. Europa, demasiado a menudo, decide el ganador y el derrotado por detalles y no son pocas las veces que la excelencia futbolística se queda sin el premio esperado.
De Bruyne, Rodri, Gundogan, Sterling, Mahrez cuando ingresó... el juego del City, brillante en la primera mitad jugando contra corriente, fue soberbio durante muchos minutos de la segunda, en la que fue arrinconando al Olympique de Lyon hasta empatarle con un gol majestuoso que dio a pensar en la repetición de la remontada del PSG al Atalanta con menos sufrimiento.
Pero al equipo francés, apunten el nombre de Aouar, le bastó con una sola llegada clara, con un contragolpe eléctrico, para desnudar a la defensa mancuniana y convertir el sueño, otra vez, en pesadilla.
Los críticos de Guardiola, personaje que provoca tantos elogios como desprecios por motivos que la mayoría de las veces trascienden al propio deporte, estarán este sábado de enhorabuena. Pero el futbol, el juego, volvió a ser cruel con el entrenador catalán.