En el Barça se avecinan Las Horas más Oscuras, a lo Winston Churchill. El Barcelona, como le conocemos, dejará de existir.
El Barcelona, como le conocemos, dejará de existir. Y con esa versión, uno de los últimos románticos. De los pocos one club men que quedaban en el fútbol. Y sí, los clubes deben estar por encima de los jugadores, pero también hay modos y circunstancias. Y esos modos, justamente, son los que han trastocado a Lionel Messi. Esos modos recientes han sido el “no va más”. Las entidades se reconocen por sus escudos, pero hay quienes olvidan que el peso de sus escudos viene determinado por el esfuerzo que han hecho detrás sus íconos. Y los Messi, los Xavi, los Puyol y los Iniesta han sido piedra angular de la grandeza.
Una llamada de un minuto a Luis Suárez. Como quien ordena una pizza. Un minuto como quien resume, a la ligera, el destino en 140 caracteres. El uruguayo, elegantemente, no pidió explicaciones. Ronald Koeman tampoco consideró que debía dárselas. Al tercer máximo anotador en la historia de la entidad. Solo un mensaje raso y directo: debe buscarse un nuevo equipo.
Ese hecho es apenas un eslabón de una larga cadena que se ha roto por la parte más emblemática del equipo. Por el hombre que mantenía la unidad. Quien ha entregado veinte años de su vida a sus colores. Parece que no hay marcha atrás. Messi envió de manera formal su comunicado, vía burofax, para anunciar que se quiere ir. Un comunicado que bien podría haber tenido una sola palabra: Fin. En las letras más negras. Me recordó al comunicado de prensa de Michael Jordan con aquel escueto “Volví”, cuando regresó a la NBA. Es que hay momentos a los que le sobran letras. Y los que siempre apostamos por que eso nunca sucedería comenzamos a replantearnos los absolutos. Las certezas. A tener la premonición de que en el Barça se avecinan Las Horas más Oscuras, a lo Winston Churchill.
El Barcelona, como le conocemos, dejará de existir. No solo porque ha dependido de Messi. De sus ganas y genialidades. Sino que todo ha girado en torno al crack. Su talento es el que ha maquillado una situación que desde hace unos años se sostiene por los pelos. Cristiano llegó a la Juventus para revalorizar a la entidad. Para poner las acciones al alza. Para traer patrocinios. Para sacudirse el polvo. Es turno de Messi de hacer lo mismo. Dicen que Milán. Ya se ha comprado una casa. ¿Cómo se vería de nerazzurro? O si nos ponemos románticos, ¿cómo sería reencontrarse con Pep?
A los clubes, no olviden, que son del tamaño de sus leyendas, y serán vistos del mismo modo en el que traten a sus íconos.