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La Chica del Banquillo: El día en que la perfección pasó a ser alemana

ESPN

Hoy la perfección se cambió de bandera, dejando su tradicional nacionalidad suiza para pasar a ser alemana. El Bayern Múnich, implacable, demostró ser capaz de ganar más allá de esa, su característica principal. Aunque no fue inalcanzable ante el PSG que supo dominar, tirar de su manejo del balón y del tiempo. Aprovechar las oportunidades. Vaya que lo hizo Kingsley Coman, quien sin etiqueta de titular indiscutible fue una de las apuestas correctas de Hansi Flick. Del buen Hansi. Un Coman al que no lo persiguió en la cancha su pasado de París.

Pero si hay un equipo que sabe de perfección es el Bayern Múnich. Con el triplete en la mano vive en déjà vu de 2013, pero llevándolo al siguiente nivel. Ve todo desde un escalón más arriba: se ha coronado como nuevo campeón de la Champions después de haber ganado cada uno de sus once partidos. Por si fuera poco, deja números arrolladores con 43 goles marcados en la competición. Olympiakos, Crvena Zvezda, Tottenham, Chelsea, Barcelona, Lyon y el PSG. Todos pasaron debajo de la aplanadora. De una máquina de hacer goles. A veces de a uno, como hoy, o de siete y ocho como sucedió contra el Tottenham y el Barcelona.

Este Bayern Múnich no supo de parones y le dan igual las pandemias. No diferencia si esta es la nueva normalidad o la vieja. La norma sigue siendo ganar. Cree en esa rutina. En el peso de los escudos. En el bagaje que representan cinco orejonas en sus vitrinas. Y en la solidez de Neuer. La frescura de Alphonso Davies. La genialidad de Lewandowski. La oportunidad de Müller. La gestión de Thiago Alcántara.

Cree en las fórmulas que trajo Hansi Flick. Porque supo devolverle la calma a un equipo que había rozado la palabra crisis, para alejarse hasta el extremo opuesto. El del título de la Bundesliga, de la Pokal y hoy de la Champions. Este Bayern es justo ganador. Aunque la justicia es irreverente cuando se trata de fútbol. Da igual si esta es la nueva o vieja realidad del mundo, el Bayern Múnich solo cree en la excelencia. Y le ha dado al PSG una lección de cortoplacismo: para los proyectos se crean las bases, se fomenta la repetición. Ganar es un hábito que toma tiempo construir. Y un tiempo más toma la perfección.