Hubo algo más vergonzoso que la pelea de uruguayos contra colombianos en la tribuna: la pusilanimidad, la cobardía y el abandono de la Conmebol
LOS ÁNGELES -- El hombre convertido en el lobo del hombre. El aficionado convertido en el lobo del futbolista. El futbolista convertido en el lobo del aficionado. Así, el zafarrancho entre jugadores de Uruguay y aficionados de Colombia.
¿Preparada la Conmebol para la Final de la Copa América entre Argentina y Colombia? ¿O sólo mantendrá disponible una copia del insulso, inútil, desprolijo comunicado que publicó? ¿Otra gacetilla a lo Poncio Pilato mientras Barrabás se solaza en el palco de honor?
Videos circulan con distintas escenas y diferentes tomas de la reyerta entre uruguayos y colombianos. Dantescos algunos de ellos. El desapego a la vida, el desapego a la muerte.
Y mientras se registra la zacapela en la tribuna, la policía de Charlotte sufre para mover sus abundantes carnes. Entre la desidia, la pereza, la abulia, el colesterol y el enfado, el guardián del orden resguarda el desorden, y aparece tarde, como evocando a cómicos mexicanos: “La policía siempre en vigilia”.
Escenas sobrecogedoras. Madres con camiseta uruguaya huyendo con un pequeño en brazos. Darwin Núñez, un gladiador de mucha garra y pocas habilidades pugilísticas, enfrenta a la turba colombiana, pero por momentos olvidando hasta la defensa de sus seres queridos. Quería más venganza que justicia. La doble derrota, con la eliminación de Uruguay y el hostigamiento despiadado a su gente por parte de la ola y la batahola amarilla.
Lamentable. Indignante. Reprochable todo el escenario, el universo propio del conflicto.
Pero hubo algo más vergonzoso aún: la pusilanimidad, la cobardía, el abandono de la mismísima Conmebol, con un timorato y casi cómplice comunicado, que lejos de reprimir, prohíja; que lejos de solucionar, apadrina el conflicto mismo. Una palabrería que apesta a negligencia.
La mesa de Futbol Picante analiza el problema que se vivió en la semifinal de la Copa América.
¿Qué hacían ahí las familias de los futbolistas? Porque hay videos donde aparecen los dirigentes uruguayos cómodamente ubicados en un palco, con todos los privilegios de una casta que abusa, de una ralea que abandona, y que, además, arrojaban objetos a la tribuna inmediata de seguidores colombianos. Esa no es la garra charrúa de un par de vejetes, es la versión incontrolable de decadentes cromañones y neandertales de saco y corbata.
¿También negligencia de jugadores o sólo de los puños percudidos de la federación uruguaya y de Conmebol? Desde el Mundial de 2010, por ejemplo, una de las exigencias de los jugadores de la Selección Mexicana es un cordón de vigilancia y de asientos seguros para sus familiares cercanos. Era la principal querella de Rafa Márquez con los directivos. Y no siempre fue fácil y no siempre fue posible.
Los videos son insuficientes y los testimonios son sesgados. El verdugo lloriquea como víctima, y la víctima es doblemente victimizada.
Lamentable si unos cuantos colombianos, abusando, en verdad enristraron lanzas contra los uruguayos en desventaja numérica. Lamentable también, si desde la humillación en la cancha, los charrúas no tuvieron el sentido común de entender el agreste escenario. Defenderse es otro acto de violencia, pero es una locura cuando se trata de futbol y en eventual desventaja.
Sí, deleznable, sin duda, la estulticia de algunos colombianos, si en lugar de celebrar la maravillosa presencia de su selección en la Final de la Copa América ante Argentina, decidieron cobardemente arremeter contra una minoría en el estadio. En casos así, le roban toda la dignidad a la victoria, para estercolarla, para estercolarse y para estercolar el deporte mismo.
Luis Suárez dice que él y su equipo se sintieron impotentes cuando estalló la pelea en las gradas después de su derrota en la semifinal de la Copa América ante Colombia.
El timorato comunicado de la Conmebol, escrito seguramente por tipos emasculados y descerebrados, sólo confirma, hasta el momento de escribir este texto, que a pesar de gozar de los estadios más modernos, siguen viviendo con la percepción voraz y cavernícola de cargarse más de 100 millones de dólares en ganancias totales de esta Copa América.
Ese comunicado, rayando en la demencia, permite recrear morbosamente alguna manifestación de “abrazos no balazos”, para acabar con la violencia de algún país que suma cerca de 155 mil tumbas ominosas en este sexenio.
Quede claro, la violencia sigue presente en los estadios de Estados Unidos, y en torno al futbol, es evidente que se toma con poquísima seriedad, y sin percibir puntualmente la dimensión del problema.
Con la ligereza con la que se custodian los estadios en Estados Unidos, deberán tomarse decisiones extremas de cara a la Copa del Mundo 2026. No basta intentar amedrentar con uniformes y amagues, desde la comodidad de la abulia.
Recuérdese, incluso, cómo en partidos de futbol, con la Selección Mexicana de por medio, entre sus mismos aficionados terminan en batallas campales fuera y dentro de los escenarios. Casos extremos como el ocurrido en el Levi’s Stadium de Santa Clara con un aficionado mexicano, apuñalado por otro aficionado mexicano en la mismísima tribuna, en una reyerta sin sentido.
¿Desalcoholizar los estadios y sus alrededores, así como impedir el consumo de bebidas en los estacionamientos? Imposible. Las grandes marcas se adueñan de los aposentos en la periferia de los estadios.
Este incidente debe ser aleccionador para todos. Para los organizadores y para que los futbolistas exijan y no se conformen con boletos de cortesía, sino que donde quepa un directivo de sospechosa conducta, pueden, mejor, estar esposas e hijos, de intachable conducta.
¿Y alguien se atreverá a increpar al Comité Organizador del Mundial 2026 para que ofrezca mejores garantías? Recuérdese que cuando se renta un estadio, el contrato deja toda la seguridad bajo la responsabilidad del administrador del inmueble. Técnicamente, Conmebol no es responsable de los hechos, sino los oficinistas atolondrados y negligentes del estadio.
Afortunadamente no se han reportado heridos. Y a pesar de la suma de videos puntualmente reveladores y esclarecedores, no habrá acción judicial.
Sí, de lamentarse. El hombre convertido en el lobo del hombre. El aficionado convertido en el lobo del futbolista. El futbolista convertido en el lobo del aficionado.
Lo siento, Diego, pero, a veces, sin quererlo ni temerlo, la pelota sí se mancha.