Uruguay tiene una larga tradición de caudillos forjada sobre el césped. Colección de líderes que comienza con el advenimiento de José Nasazzi Yarza (Montevideo, 24 de mayo de 1901).
Defensa central diestro de la celeste entre 1923 y 1937, ganador de 4 Copas América (1923, 2-0 a Argentina y nombrado MVP del Torneo; 1924, tras empatar 0-0 vs Argentina; 1926, al vencer 2-0 a Argentina; y 1935, tras golear 3-0 a Argentina y ser nuevamente elegido MVP del campeonato), en la época en que la competición se denominó Sudamericano de Selecciones.
José Nasazzi, hijo de padre italiano y madre vasca, pasó a la historia con el sobrenombre ‘Capitán de capitanes’. Bravo, aunque dueño de una alta calidad técnica. Capacitado para sacar el balón bien jugado desde atrás. Veloz en el cruce. Muy hábil para recuperar la pelota. Y líder natural.
Nasazzi marcó con su fuego sagrado el camino que luego seguirían hacia su pedestal Obdulio ‘El Negro Jefe’ Varela, Hugo ‘El Patrón’ De León, Nelson ‘Tano’ Gutiérrez, Diego Lugano y Diego ‘El Faraón’ Godín, entre otros grandes e históricos zagueros.
El currículum del mariscal de Nacional de Montevideo, adorado en el paisito por la forma de imponer su temple y carácter en la cancha, y por impregnar a la selección charrúa de su temperamento ganador, contempla además 2 medallas de Oro olímpicas (1924 y 1928), y una Copa del Mundo. El primer mundial, conseguido en 1930 por Uruguay después de vencer (4-2) a Argentina.
En 1918, antes de cumplir 17 años, firmó contrato con su primer club, el Centro Atlético Lito. Allí jugó hasta 1920. Pasó al Club Roland Moor, y luego fichó por el Bella Vista, en donde actuó entre 1922 y 1932. Por aquel entonces, Nasazzi complementaba su crecimiento en el fútbol con un trabajo como operario en los talleres de marmolistas que cortaban, desbrozaban y pulían las piedras-lozas de mármol para el revestimiento del Palacio Legislativo de Montevideo, que en aquel entonces se encontraba en fase de construcción.
En 1925, un año después de los Juegos Olímpicos de París, tras ser notificado del interés de Nacional de Montevideo para sumarle a una gira por Europa, José Nasazzi supo que había llegado su momento esperado. Jugó a préstamo en el tricolor montevideano durante aquella expedición y su irrupción en el gran escenario internacional tuvo lugar en Innsbruck.
Nunca, por su misión en el terreno de juego y su aplicación defensiva, se había destacado como goleador, pero curiosamente, le marcó 4 goles al Combinado de El Tirol y su actuación alcanzó gran trascendencia. La estrepitosa goleada (0-6) frente a este conjunto austríaco le dio prestigio internacional al cuadro ‘bolso’, donde finalmente debutó Nasazzi de manera oficial en 1933, integrando la famosa ‘Máquina Blanca’ que conquistó los campeonatos de los años 1933 y 1934.
Con la casaca de Nacional el ‘Capitán de capitanes’ disputó 106 partidos y convirtió 10 goles (todos en la gira de 1925). Arrancó tanta admiración que su legado obligó a que a un estadio (el de Bella Vista) le colocaran su nombre.
Líder indiscutido y, por supuesto, capitán de la selección uruguaya, defendió la elástica celeste en 59 juegos de los que celebró la victoria en 46. La arenga de José Nasazzi a sus compañeros en el entretiempo de la final del Mundial de 1930 vs Argentina para remontar el marcador (de 1-2 a 4-2) se convirtió en una fuente de inspiración para las generaciones futuras de futbolistas internacionales en la banda oriental. Tanto o igual que la valentía y el colosal carisma de Obdulio Varela en la final del Mundial de 1950 para dar vuelta la historia frente a Brasil en Río de Janeiro la tarde del ‘Maracanazo’.
Años más tarde, en su rol de comentarista deportivo, se iba a referir a aquel momento de gloria con una frase tan contundente como precisa: “éramos jóvenes, éramos ganadores, estábamos unidos, y creíamos que éramos indestructibles”.
Después de 1937, año en que se retiró como futbolista profesional, José Nasazzi se preparó para continuar ligado al fútbol desde otro plano. Así las cosas, en 1942 fue contratado para dirigir a la selección uruguaya, labor que desempeñó durante tres años, hasta 1945. Posteriormente trabajó como periodista. Fue comentarista de fútbol de radio. Falleció el 17 de junio de 1968, pero su recuerdo sigue vivo. Tanto como aquella arenga inspiradora que cimentó la historia grande de la celeste y su garra charrúa.