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Sociedad civil deportiva, origen aristocrático y pionero en el fútbol: la historia de Fluminense

En la previa a la final de la Libertadores, revisamos los rasgos de identidad del Flu desde su fundación a comienzos del siglo XX. @FluminenseFC

Ese barrio es uno de los más viejos de la ciudad. Se formó en el siglo XVII alrededor del río Carioca, que baja del cerro Corcovado, donde ahora está la famosa estatua del Cristo Redentor. Allí, hace 100 años, vivía la clase media-alta de Río de Janeiro, con raíces europeas, y se radicaban los edificios de gobierno y las empresas extranjeras. El poder y el dinero de Brasil se paseaban por esas calles pobladas de naranjos. Laranjeiras, como fue bautizado, era el hogar de la aristocracia brasileña a comienzos del siglo XX. Y también fue la cuna del fútbol carioca.

El 21 de julio de 1902, en una casona opulenta de la zona, en el 51 de la Rua Marqués de Abrantes, se juntaron un grupo de jóvenes, los hijos de las clases pudientes de Río. En esa casa vivía una familia de dinero y, también, un futuro goleador: Horácio da Costa Santos. En ese hogar, a las 20:30, los reunidos a pedido de Oscar Cox fundaron uno de los clubes pioneros del fútbol brasileño. Pensaron en bautizarlo Río FC pero su instrucción clásica y anglosajona los inclinó por Fluminense Football Club. Flumen, del latín, río.

El particular origen aristocrático del Fluminense

También a Brasil, el fútbol llegó en barco. Lo llevaron esos hijos de la alta sociedad, muchos descendientes de extranjeros, que se enamoraron del juego de la pelota mientras estudiaban en el Viejo Continente, a donde los habían enviado a formarse. Sin embargo, la historia del Fluminense FC tiene un paso previo en Ecuador. Más precisamente, en el consulado británico en Guayaquil. Allí nació, en el siglo XIX, Emmanuel George Cox, hijo del entonces vicecónsul de Inglaterra. El británico Cox, luego, se radicó en Brasil. Se casó con Río Minervina Dutra y tuvieron dos hijos: Oscar Alfredo Sebastián Cox, fundador y primer presidente del Flu, y Edwin Horace Cox, un puntero endiablado, el primer crack del Tricolor.

En su juventud, Oscar Cox fue enviado desde la cálida Río de Janeiro a la gélida Lausana, en Suiza, para estudiar Humanidades. Allí, conoció el deporte que los británicos le regalaron al mundo y comenzó a jugar con la idea de fundar un club. En 1901, tras otro viaje por Londres, regresó a Brasil con pelotas profesionales y la última moda reglamentaria: el área grande. Un año después, se reunió con varios amigos en una mansión cerca de Laranjeiras. Salió de esa velada como primer presidente de Fluminense.

La figura de Cox es central para entender la particular cultura del Fluminense FC y su rol histórico como decano en el fútbol carioca. El anglo-brasileño no solo introdujo el fútbol en Río de Janeiro, además, le dio vida a un club social y cultural que expresaba los intereses de una generación de jóvenes, hijos de aristócratas, pero con motivaciones liberales y nacionalistas propias. Mientras otros clubes de la época se formaban exclusivamente alrededor de extranjeros, de la aristocracia agraria o la burocracia imperial, entonces hegemónicas, Fluminense fue lugar de reunión para industriales, escritores, historiadores y profesionales pioneros: el inicio de una burguesía carioca.

Fluminense FC se jacta de ser el primero en muchas cosas. No sólo de ser el club pionero en Río de Janeiro, también de ser el primer equipo brasileño en tener un entrenador extranjero. En 1911 contrataron al inglés Charles Williams, que había sido DT de Dinamarca, subcampeón en los Juegos Olímpicos de 1908. O de haber creado, antes que cualquiera en Brasil, un batallón que reclutó más de 83 reservistas para combatir en Europa en la Primera Guerra Mundial.

El club fijó sede en el aristocrático barrio de Laranjeiras y se transformó, pronto, en otra institución prestigiosa de la ciudad que, entonces, era la capital del Brasil. En un par de décadas Fluminense FC llegó a tener miles de socios que colmaban sus instalaciones para practicar todo tipo de deportes. De hecho, su primer triunfo deportivo, que se dio 3 semanas después de su fundación, no fue en el fútbol sino en una competencia de atletismo en honor a la coronación del rey británico Eduardo VII, que organizó el Rio Cricket, un club de la colectividad británica. Ese primer campeón del Flu fue el argentino Víctor Etchegaray, otro de sus socios fundadores, que se impuso en una prueba de 100 yardas.

Fluminense, asociación civil y decano del fútbol carioca

Como lo dice su nombre, Fluminense FC es, sobre todo, un club de fútbol. Desde 1926 es, además, una sociedad civil deportiva y cultural. Se trata de un tipo de organización democrático y solidaria, habitual en el fútbol argentino, pero en vías de extinción en el privatizado Brasileirao. Fluminense es, de hecho, otro hito primerizo aquí, la primera asociación fundada en Río con el explícito motivo de jugar al fútbol. Por eso, se consideran decanos en la materia.

Víctor Etchegaray, el atleta que ganó el primer título de Fluminense, también jugaba a la pelota. Fue zaguero en el primer partido del Flu, en octubre de 1902, en cancha del vecino Paysandú. Allí vencieron 8-0 a Río FC. Emile, su hermano, un puntero mucho más recordado por sus goles, también jugó ese día. Ambos fueron parte del histórico tetracampeón carioca entre 1906 a 1909.

Ese gran equipo se hizo famoso por su juego, sus triunfos y, en especial, por su cancha. El coqueto Estadio de Laranjeiras se construyó en 1904 en un solar junto al Palacio Guanabara, una de las mansiones de la familia real de Brasil en el siglo XIX, donde hoy reside el gobierno de Río de Janeiro. Allí, en 1914, la selección de Brasil, con muchos futbolistas del Flu, jugó su primer partido. Fue victoria 2-0 ante algunos profesionales de Exeter City inglés que estaban de visita. También ahí, Brasil ganó su primer título: la Copa América de 1919. Para entonces, el estadio ya era el primero en América Latina en ser completamente de cemento y tenía capacidad para unas 25 mil personas.

En esos primeros años, Fluminense era conocido, también, por esa particular camiseta tricolor que todavía usa. La indumentaria que vistió en sus primeros partidos, en cambio, era mucho más simple: mitad gris y mitad blanca. En 1904, durante un frustrante viaje por Inglaterra buscando nuevas camisetas con ese aburrido diseño, Oscar Cox envió una carta con la propuesta, de inmediato aceptada, de adoptar el verde, rojo y blanca actual. El vínculo con Europa está en todos lados en los orígenes del Flu. También en su escudo, que sigue el modelo suizo y la tipografía gótica para entrelazar sus siglas, todos elementos de moda en los Alpes cuando Oscar Cox pasó ahí sus años de estudio.

En esos inicios, en ese acomodado barrio de Laranjeiras, Fluminense FC era parte de la aristocracia blanca carioca y, por supuesto, era otro engranaje de un sistema de racismo que excluía a los negros de muchas actividades sociales. Uno de los apodos del Flu, “pó de arroz”, se origina en esos años de vergonzosa exclusión dentro del fútbol brasileño. Es una historia que merece ser más conocida así que la contamos en detalle en este artículo.

Fluminense, y todo el fútbol brasileño, recién empezará a desprenderse de esa sombra racista en los años 20, cuando las clases populares ejercieron su derecho a ser felices jugando a la pelota. La masificación del fútbol en el país comenzó a derribar las barreras artificiales que las élites, que lo consideraban su exclusivo juguete, habían instalado.

El ídolo de Flu en esos años se llamó João Coelho Netto pero le decían Preguinho. Es el autor del primer gol de Brasil en Mundiales y en Flu, donde luego fue directivo, recuerdan que cuando llegó el profesionalismo, en 1933, decidió seguir jugando pero sin recibir dinero. En esas primeras décadas, Fluminense sentó las bases de su dominio en el fútbol carioca. Hasta comienzos del siglo XXI, cuando Flamengo finalmente lo superó, Flu fue el más ganador en la ciudad. Ahora, vigente campeón, suma 33 títulos frente a los 37 del Fla.

A nivel nacional, en cambio, Fluminense nunca ha logrado ser muy dominante. Apenas fue campeón de la Copa de Brasil de 2007 y el Brasileirao sólo lo ganó en 4 oportunidades, la última en 2012. Aún peor es su registro internacional. Esa vitrina sigue vacía. Sus únicas finales, en 2008 de Libertadores y en 2009 de Sudamericana, las perdió, de local, ante Liga de Quito. Un cruel recuerdo de aquel origen ecuatoriano. Otra vez en el Maracaná, esta vez ante Boca Juniors, será el tercer intento para el club social y cultural que fundaron Oscar Cox y sus pudientes amigos de alcanzar la gloria que los esquiva. Como el refrán, confían en que la tercera sea la vencida.