El fútbol se lo debía a Atlético Nacional. Esperó 27 años para poder festejar un título como ese frente a su gente en el estadio Atanasio Girardot. Al fin como en casa. Ofrendando esa Copa ante los suyos.
El proyecto lo armó Reinaldo Rueda con el impulso de la estrella 15 del fútbol colombiano que consiguió en penales contra Junior. La madurez de la base de ese equipo fue el complemento para el fútbol de alto vuelo que mostró por el continente.
Dominó en la fase de grupos en Argentina, Perú y Uruguay. Terminó esa ronda invicto con victorias ante Huracán, Sporting Cristal y Peñarol. Una señal de su juego imperial para las fases de eliminación directa en la que enfrentó a más argentinos y brasileños.
En los octavos repitió el cruce con Huracán. Lo eliminó 4-2 en Medellín en una serie tensa. Su siguiente rival fue Rosario Central que como local frenó su racha imbatible. Franco Armani inmortalizó la triple atajada en esa derrota 1-0 que obligó a Nacional a emplearse a fondo para clasificar.
Un gol en tiempo de adición cerró una llave al límite que lo dejó con más fuerzas para afrontar las semifinales. Para esa instancia sumó a Miguel Borja. Sus cuatro anotaciones frente a San Paolo en los dos encuentros lo pusieron en la final.
En su máximo punto de rendimiento disputó el título con Independiente Del Valle. Los ecuatorianos dejaron en el camino a River Plate y Boca Juniors pero se rindieron ante el poderío de los verdolagas. La primera final terminó 1-1 en Quito. En el Atanasio Girardot le bastó con el gol de Borja para ganar sus segunda Libertadores, esta vez con el abrazo de su hinchada.
Además del trofeo continental, Nacional recibió más reconocimientos continentales. Reinaldo Rueda fue elegido como el mejor técnico de América y Miguel Borja, el mejor jugador.
Un campaña inolvidable que cerró aquel 27 de julio de 2016.