BARCELONA -- El Barcelona despertó el viernes con una resaca depresiva que no por desconocida (no es la primera vez que ocurre esta temporada) dejó de ser sorprendente.
Después de enlazar hasta 15 partidos sin conocer la derrota y proclamar un estado de euforia desmedida, el KO sufrido ante el Eintracht Frankfurt provocó una catarata de sensaciones negativas difíciles de encajar desde el club. Imposible desde el entorno.
Desviado el foco hacia la imagen nunca vista de unas gradas ocupadas por más de 35 mil aficionados alemanes y toda la polémica que ello generó, y sigue generando con el propio Joan Laporta proclamando que se tomarán medidas (es insólito que no se sospechara desde hacía días esta posibilidad atendiendo a que hasta 26 mil abonados se acogieron al comenzar la temporada a una excedencia), la realidad deportiva descubrió que este Barça es un equipo en construcción, con materia prima con vistas al futuro pero, a la vez, muy justo en el presente.
Lesionado Gerard Piqué, la defensa fue un auténtico drama, ocupando de urgencia el invisible Oscar Mingueza el lateral derecho y sufriendo una pesadilla Éric García mientras Ronald Araújo se las veía y deseaba para tapar agujeros a la vez que Jordi Alba, en la izquierda, no atendía a subir o bajar con cordura.
Xavi avisó en la previa, tal como en la ida, de los peligros del Eintracht y, sin embargo, nadie pareció comprender la lección, convertido el centro del campo en un solar y sin llegar balones en condiciones a los delanteros, donde solamente destacó el trabajo incansable y la profundidad de Ferran Torres, el único que futbolísticamente dio la talla en todo el partido.
El 2-3 final no ocultó que las carencias de la plantilla son muchas y que analizado el partido en perspectiva y con frialdad el resultado pudo ser mucho peor.
Si proclamó el entrenador en la previa que el Barça está obligado a ganar jugando bien, su frase se volvió de manera absoluta en su contra, recordando la heroica a la que se agarra sin necesidad de excusarse el Real Madrid y que en el Camp Nou parece ser poco menos que un pecado.
Será que nadie quiere recordar aquel 6-1 al Paris Saint-Germain en marzo de 2017.
La realidad, única, es que el Barcelona cerrará la temporada sin títulos (a no ser que se produzca un milagro del todo impensable en la Liga) y que, a corto plazo el único e indiscutible objetivo se centra en asegurar su clasificación para la Champions. A partir de aquí hay trabajo por delante, reforzar como se pueda la plantilla y seguir confiando en un futuro mejor.