Hansi Flick llegó a Barcelona para asumir como nuevo técnico azulgrana, y por sus antecedentes se espera un cambio radical en el estilo de juego.
BARCELONA -- Hansi Flick llegó este martes a Barcelona y en las próximas horas se convertirá en el primer entrenador que dirige al Barcelona habiendo ganado ya Champions desde que lo hiciera Louis van Gaal en 1997 y, como en el caso del holandés, con la necesidad de recuperar el ánimo de una afición que aún está digiriendo el despido de Xavi Hernández y todo lo que lo ha rodeado tal como hace 27 años ocurrió con la marcha del joven Ronaldo Nazario.
El cambio de estilo que se sospecha en el Barcelona no será poca cosa. Del juego de toque y combinación, de la posición y paciencia, se pasará, se supone, a un futbol hasta cierto punto desconocido en el club azulgrana. Flick quiere llegar rápido a la portería rival, quiere quitarle la pelota al contrario con una presión asfixiante que llega hasta el área con cuatro o cinco futbolistas y ganar, o intentarlo, por aplastamiento físico y futbolístico.
Lo demostró en el Bayern Munich, convirtiendo a Joshua Kimmich en mediocentro y aparejado con Thiago Alcantara, en un sistema en que el juego comenzaba con ellos dos, la agresividad y recorrido de Thomas Müller para acompañar a Kingsley Coman, Sergey Gnabry y Robert Lewandowski arriba... sin olvidar la función de carrileros de Benjamin Pavard y Alphonso Davies. Un equipo que sí, destrozó al Barcelona de Setién en Lisboa pero que hizo mucho más que eso, convertido en el mejor, indiscutible, de Europa.
Habrá que ver, claro, hasta qué punto es capaz, o puede, implantar en el Barcelona, en este Barcelona, esa idea, ajena al conocido como adn, distinta a su sistema más conocido y rompedor con el pasado más inmediato. De hecho, excavando en la historia se podría trasladar hasta mediados de la década de los 80 del pasado siglo para encontrar un entrenador, Terry Venables, que impusiera tanta trascendencia al potencial físico o, más cercano, en la verticalidad que le impuso Luis Enrique en el momento óptimo del tridente MSN.
Tercer entrenador alemán en la historia del club azulgrana tras Hennes Weisweiler y Udo Lattek (cuarto si se atiende al papel circunstancial de Otto Maier en los albores del siglo XX), la personalidad de Flick se conoce diametralmente distinta a la de Van Gaal. Y también a la de Weisweiler. El 'famoso' video que ha circulado por las redes en que se le ve furioso en el vestuario de la selección de Alemania durante el descanso del partido del Mundial de Qatar frente a Costa Rica (que desembocaría en la eliminación de la Mannschaft) sería la excepción de un técnico cercano a los jugadores, tan paciente con los jóvenes como exigente en el esfuerzo y que tiene las ideas claras en cuanto a su ideario futbolístico.
Conocida, por mediática y triunfal, su etapa en el Bayern del sextete, la apuesta de Flick por un juego ofensivo y atrevido nació ya en el Victoria Bammental, equipo en el que inició (en la quinta categoría) su carrera gerencial, simultaneándola con su faceta de futbolista, y la tomó como principal al dirigir al Hoffenheim, al que llevó hasta la tercera antes de abandonar el club en noviembre de 2005.
Tras una breve etapa en el Red Bull Salzburgo, apadrinado por su amigo Lothar Matthäus y bajo el mando de Giovanni Trapattoni, al iniciar la siguiente temporada fue nombrado asistente de Joachim Low, cuando este sucedió a Jürgen Klinsmann en la selección alemana y convirtiéndose en un colaborador muy tenido en cuenta en los planes tácticos de una Mannschaft cuyo crecimiento desembocó en el título Mundial de 2014, quedando para la historia la paliza en semifinales a Brasil, un 1-7 que en el campo mostró aquella personalidad futbolística íntima de Flick.
Tras dejar la DFB en 2017, al cabo de dos años le reclutó el Bayern como asistente de Niko Kovac y cuatro meses después, en noviembre de 2019, fue nombrado entrenador interino tras la marcha de Kovac. El cambio en el futbol del equipo bávaro fue indiscutible. Y el éxito inmediato.
Lo ganó todo, absolutamente todo, con una media de 22 remates a puerta por partido, ahogando al rival (no solo al Barça) y concediendo, también, ocasiones a algunos contrincantes por ese sistema tan ofensivo, vertical y atrevido, incluso osado del que hizo gala, con una apuesta tan innegociable que durante su segunda temporada le provocó un enfrentamiento con el director deportivo Hasan Salihamidzic, hasta que determinó dejar el club al acabar ese segundo curso, acordando su fichaje por la selección, en un momento que ya Laporta pensó en él.
Tres años después, Flick llega por fin al Barcelona, conocedor de la realidad financiera de club azulgrana pero dispuesto a imponer su ideario futbolístico en un cambio de paradigma que marcará el futuro inmediato en el Camp Nou.