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Jordi Blanco | ESPN Digital 5y

Cartas desde Barcelona: Messi y el pastel

Opinión: Cartas desde Barcelona

BARCELONA -- Cuando Messi era la guinda del pastel el Barça fue un equipo de leyenda, magnífico y casi intocable. Cuando Messi era la figura más brillante y desequilibrante de un grupo que jugaba de memoria y sometía a sus rivales a base de un fútbol excepcional el Barça disfrutó de un tiempo inolvidable. Cuando Messi tuvo que empezar a ser pastel y no solo la guinda… Se rompió el encanto.

Y Messi es hoy prácticamente el pastel en su totalidad. Si es cierto, que lo es, que un poco de Messi es mucho, muchísimo, es también verdad que no alcanza para ser siempre invulnerable. Y el 4-0 con que fue castigado el equipo de Valverde en Liverpool devolvió al plano esa verdad incómoda: al Barça le falta fútbol. Su futbol. Demasiado fútbol y desde hace demasiado tiempo.

Entregado a una plantilla que hace mucho vive al margen de cualquier mando externo, el club perdió el control y la capacidad de decisiones que pudieran ser incómodas para sus jugadores y esa falta de liderazgo es la que ha ido mermando el potencial deportivo de un equipo que ha sobrevivido en buena medida por su dominio en la Liga… Gracias a la dimisión del Madrid.

A partir del desastre de Anfield, sin embargo, nada será igual en el Barça. Desde que en 2015 conquistó su última Champions, el caminar azulgrana por Europa provoca pavor, a la vista de un derrumbe continuado y evidente. Se excusó en el arbitraje la explicación del KO en 2016 frente al Atlético de Madrid, de un apagón en Turín para referirse a la eliminación ante la Juventus en 2017 y de un derrumbe que no podía repetirse lo ocurrido en Roma, en 2018. En 2019 ya no hay nada que decir. No hay excusa posible.

Entre Roma y Liverpool el Barcelona sobrevivió agradecido a los chispazos de Messi y los pinchazos del Madrid. Riéndose de Lopetegui, de Solari y de Zidane, dominó con suficiencia la Liga a la vez que superaba la fase de grupos de la Champions sin sobresaltos y eliminaba sin necesidad de acelerar a Olympique de Lyon y Manchester United. Sin acelerar pero con cuatro goles del capitán. Los necesarios para evitar discusiones.

Ver hundido en la miseria al Real Madrid le supuso un plus y la ‘ayuda’ del Ajax, echando a los merengues de la Champions, fue una inyección de tranquilidad convertida en euforia cuando su cara a cara de la Copa del Rey lo solventó con goleada en el Bernabéu.

Disparado en la Liga, vivo en la Champions, finalista en la Copa y con Valverde renovado no había dudas respecto al final de temporada histórico que esperaba al Barça, sin brillantez pero con resultados. Sin brillantez pero con resultados…

Y por ahí se cayó, una vez más, el castillo de naipes que se viene sosteniendo con tantas dificultades cada año desde que Luis Enrique, impuesto por sus estrellas, puso en el escenario el tridente para ganar un triplete en 2015 que hizo creer, definitivamente, que la mutación futbolística había sido un éxito indiscutible en el Camp Nou.

Para olvidar el paso del Tata Martino y con el fichaje de Luis Suárez y el aterrizaje de Luis Enrique, el Barça cambió posición por vértigo, asociación por contundencia… Personalidad por resultadismo, puro y duro, que ha arrastrado al equipo a una pérdida de identidad que cuando llegan las derrotas provoca crisis de esta magnitud, en la que todo se pone en cuestión, incluso lo que se entiende incuestionable, y se lamenta la falta de esa filosofía propia. Curiosamente la que pocos, muy pocos, recuerdan cuando el resultado es favorable.

El Barça vive de la pelota y sin la pelota se vuelve un equipo predecible. Poderoso sí, pero para nada inalcanzable y colocado en un precipicio al que va cayendo anualmente porque no se sostiene por sus méritos de siempre.

Y esos méritos eran los de un equipo entregado al fútbol, innegociable en su apuesta, por encima de todo y que a través del fútbol alcanzaba los resultados. Se le dio la vuelta a las cosas, se puso el resultado por encima de todo, se olvidó al equipo poniendo el acento en las estrellas y al final… La única estrella fue Messi.

Cuando Messi era la guinda del pastel el Barça fue legendario; cuando Messi es el pastel entero el Barça es uno más.

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