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Se cumplen 24 años del gol que hizo eterno a Sergi Barjuán con el Barcelona

BARCELONA -- Antes que Jordi Alba existió Sergi Barjuán. Un lateral con alma de delantero, carrilero de esos de antes, que empezando como extremo acabó convertido en un futbolista magnífico, descubierto y catapultado por Cruyff, indiscutible para Robson y que se ganó incluso a un tipo como Louis van Gaal.

Un canterano enamorado del Barcelona y que, hace 24 años, disfrutó de su noche de gloria. Excepcional y que, sin ser especial en un cómputo global, merece colocarle en el plano. Y con letras mayúsculas.

En los libros de historia del Barcelona puede no ser más que un apéndice a pie de página. Un apunte, simplemente, dentro de un capítulo especial como fue la temporada 1995-96 en el club azulgrana. La temporada del adiós de Johan Cruyff, que acabó dramáticamente y con el holandés despedido de mala manera en el mes de mayo. Exactamente el 18 de mayo, dos meses después de la que fue, probablemente, la última noche enteramente feliz para el barcelonismo.

El 19 de marzo de 1996 el Barça visitaba al PSV Eindhoven en la vuelta de los cuartos de final de la Copa de la UEFA, obligado a marcar tras el 2-2 con que había acabado el partido del Camp Nou y con el ambiente alrededor del equipo ya muy enrarecido, sospechándose que desde los despachos se quería despedir a Cruyff y contemplándose el partido en Holanda como una auténtica final.

En apenas 24 minutos ganaba el Barça por 0-2 (goles de Bakero y Figo) pero a la hora de partido el PSV había igualado. Y el equipo azulgrana, jugando en inferioridad por la expulsión de Nadal, apenas si podía defenderse ante la avalancha de un rival crecido y un ambiente infernal. Y entonces apareció Sergi Barjuán.

“Recuerdo que ellos lanzan una falta que rechazamos, el balón llega a su central cuando yo salgo a por él, me lo quiere pasar por encima, adivinando que soy bajito, pero salto inconsciente, lo toco con la cabeza y me queda por delante... Y con todo”, rememora, al cabo de 24 años el protagonista de la jugada.

“Tampoco es que marcase muchos goles en mi carrera, pero desde luego, aquel es especial”, sonríe al otro lado del teléfono, confinado por el coronavirus en Sevilla y en conversación con ESPN Digital, con el deporte mundial parado, esperando a recuperar “cuando podamos” la normalidad y conformándose, conformándonos todos, con evocar momentos más felices. Inolvidables en este caso para él.

“Tenía velocidad, era rápido... Llegué al área y el portero (Waterreus) me rechazó el remate, pero me volvió el balón, recorté creo que a Numan y marqué con la derecha. Es una imagen que mantengo grabada”, evoca quien fue un lateral/carrilero/extremo, lo que hiciera falta, sin quien no podría entenderse al Barça de los 90, trascendental desde la última época del Dream Team y que aquella noche, con aquel 2-3, se convirtió en el héroe inesperado de un barcelonismo aturdido por las guerras internas que se sucedían en el Camp Nou.

“Pasamos de la agonía al éxtasis. Fue una gesta porque éramos uno menos, se lesionó el Chapi (Ferrer) y tuvo que acabar el partido cojeando; sufrimos muchísimo y ese gol, esa victoria, fue una liberación, un chute de felicidad”, explica Sergi, que igualmente mantiene en su memoria “el recibimiento en el aeropuerto, de madrugada. El día siguiente era laborable, pero vino mucha gente de mi pueblo, familiares, amigos, aficionados. Me sacaron a hombros y fue un momento muy emotivo para mí”.

Canterano, entregado al Barça desde siempre y hasta que en 2002 abandonó el club de su vida para acabar su carrera en el Atlético de Madrid, Sergi marcó 14 goles en 460 partidos (386 oficiales), conquistando tres títulos de Liga, quedándole la espina clavada de la Champions que no pudo levantar en Atenas en 1994 y viviendo de forma especial aquella última temporada de Cruyff.

“Fue un año difícil, que fuimos trampeando desde el principio como pudimos pero en el que tuvimos opciones de ganar títulos. Y los perdimos todos al final”, evoca el catalán, quien no olvida “la tristeza” que rodeó la despedida del entrenador holandés, quien le había catapultado al primer equipo en noviembre de 1993, en un partido de Champions frente al Galatasaray en Estambul.

“Cuando vienes de ganar, como ocurría entonces, y dejas de hacerlo, en un club como el Barça es normal que pasen cosas”, advierte con un punto de lógica y que se repite a lo largo del tiempo.

Sin fútbol, sin vida social, con las calles vacías y un confinamiento que, en España, se da por hecho va a prolongarse más allá del final de este mes de marzo, el pasado devuelve al plano momentos felices por muchos olvidados. Pero que, como en este caso, fueron en su momento una explosión de felicidad para el barcelonismo.

Y que colocan en el escenario a tipos como Sergi Barjuán, uno de los mejores secundarios que tuvo aquel Barça y que un 19 de marzo, se cumplen 24 años, disfrutó de su noche eterna.