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Barcelona y su futuro: ¿Tendrán paciencia con Koeman para que siga como su DT?

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¿Comienza a tomar forma el Barcelona de Koeman? (1:42)

Análisis de la victoria del conjunto blaugrana ante el Osasuna. (1:42)

Ronald Koeman superó sus primeros 100 días como entrenador del Barcelona instalado en una montaña rusa de resultados y sensaciones que una semana el encumbran como líder de un tránsito entre el pasado y el futuro y a la siguiente le señalan como un incapaz de dirigir ese cambio de ciclo que se adivina en el Camp Nou.

En puertas de las elecciones más trascendentales en la historia moderna del club azulgrana, la figura del entrenador holandés permanece casi intocable en boca de los aspirantes a la presidencia. Solo Víctor Font, quien hace meses presentó a Xavi Hernández como entrenador de su proyecto, se atrevió en un momento dado a afirmar que Koeman no tendría futuro en el club si él ganaba las elecciones por más títulos que conquistase el equipo esta temporada. Una afirmación que rectificó a la vista de las reacciones contrarias que provocó.

Desde Joan Laporta, el último en presentarse y catapultado al papel de favorito, y hasta Jordi Farré, el impulsor del voto de censura que acabó con Bartomeu, todos los precandidatos se han apresurado en mostrar su respeto absoluto por la figura inmaculada que representa un entrenador que es leyenda entre el barcelonismo. Toni Freixa, Xavi Vilajoana, Lluís Fernández Alà, Pere Riera, Agustí Benedito y Emili Rosaud han dado por sentado que Ronald Koeman es "mi entrenador" trasladándole una confianza indiscutible... Todos, obviamente, a la espera de conocer cual será el resultado final de la temporada.

Nadie se atreve a poner en cuestión así como así, y menos públicamente, al héroe de Wembley, a un tipo que en 1992 entró por la puerta grande en la historia del Barça y que, como futbolista trascendental del Dream Team, es considerado uno de los personajes más estimados entre la hinchada del club, por más que los resultados, y el juego, del equipo que dirige no sean óptimos como todos desearían.

"Solo puedo trabajar porque no está en mi mano influir en las elecciones”, ha explicado en más de una ocasión Koeman, quien en el mes de agosto abandonó la comodidad de su trabajo al frente de la selección de los Países Bajos para tomar el banquillo de un Barça en combustión, lanzándose al vacío después del peor resultado de su historia en la Champions y encargado de resucitar a un equipo derrumbado en todos los sentidos.

A partir de aquí cabe preguntarse, sin ninguna seguridad en cuanto a la respuesta, cuál es la opinión íntima de los aspirantes a la presidencia del club respecto a él. Y es que, por encima de frases de apoyo, todos y cada uno de los presidenciables tienen un plan deportivo en el que, se sabe, han sondeado la opción de un nuevo entrenador.

Con dos derrotas en trece partidos oficiales, la clasificación para los octavos de final de la Champions encaminada con una, hasta hoy, inmaculada fase de grupos pero una irregular y hasta decepcionante campaña liguera, el Barça de Koeman transita al límite de la exigencia.

Hombre de discurso claro y directo, de decisiones firmes con independencia de que sean más o menos aceptadas por el contaminado y siempre polémico entorno del barcelonismo, al holandés no parecen preocuparle las reacciones que provoquen esas decisiones deportivas en un momento en que el club está tan pendiente de los despachos como del terreno de juego.

En cualquier otro club, atrapado en una crisis institucional y económica de dimensiones desconocidas, su figura, por lo que representa, sería indiscutible. En el Barcelona, sin embargo, todo es diferente. Y nadie sabe, por más que se pueda sospechar, qué planes y paciencia puede tener el nuevo presidente con él. Por muy Ronald Koeman que se llame.