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'Ley Bosman': A 25 años de una sentencia que revolucionó el negocio del futbol

BARCELONA -- "Los futbolistas ganan millones gracias a mí, pero yo vivo en la miseria". La frase es de Jean-Marc Bosman, el tipo que sin ser consciente de lo que hacía protagonizó la mayor revolución de la historia del futbol. El hombre olvidado que rompió las fronteras y globalizó el deporte rey a partir de la famosa Ley Bosman, de cuya sentencia este 15 de diciembre se cumplen 25 años.

Nadie se acordó de Bosman. Ni los cracks que de un día para otro pasaron de ser extranjeros a ser comunitarios y, gracias a ello, a multiplicar su cotización, ni los extranjeros no comunitarios que se beneficiaron de ello al abrirse más puertas y mucho menos los clubes, que ampliaron como nunca antes habían sospechado el radar en sus contrataciones. Pero todos se beneficiaron de él.

La sentencia Bosman, que se dio a conocer aquel 15 de diciembre cambió el escenario en los traspasos del futbol europeo de una manera inimaginable. Y, con ello, se fue consolidando el poder de las cuatro grandes Ligas de Europa (España, Italia, Inglaterra y Alemania), cuyos clubs conquistaron desde entonces todos los títulos de Champions League excepto el logrado en 2004 por el Porto y 18 de 24 en la Europa League.

¿Qué fue la sentencia Bosman? Estableció, a través del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, el fin a la limitación del número de deportistas extranjeros europeos en las competiciones profesionales de cada país. ¿Qué significaba eso? Hablando claro, que el Barcelona, por ejemplo, tenía la potestad de alinear un equipo sin limitación de jugadores franceses, italianos, británicos, alemanes. Y sin españoles si así lo deseaba.

LA BATALLA

La sentencia dictada aquel 15 de diciembre cerraba una larga batalla judicial iniciada por el futbolista belga Jean-Marc Bosman cinco años antes. En 1990 Bosman, de 24 años, terminaba contrato con el Lieja y no satisfecho con la oferta de renovación decidió aceptar una propuesta del Dunkerke, de la 2ª División francesa. Pero ateniéndose a la reglamentación el Lieja exigió una indemnización de 11.7 millones de francos belgas (352 mil dólares) que el Dunkerke rechazó abonar, razón por la que el futuro deportivo del jugador quedó bloqueado por el Lieja.

Representado por un joven y desconocido abogado llamado Jean-Louis Dupont, Bosman demandó al Lieja, a la Federación de Bélgica y a la UEFA reclamando su libertad, en un largo proceso que comenzó con todo en contra, sin apoyo de nadie pero que acabó desembocando en el conflicto judicial más importante conocido en la historia del fútbol: se determinó que las indemnizaciones por traspasos de jugadores a final de contrato no eran legales pero, más aún, que se abolían los cupos de deportistas extranjeros entre ciudadanos de la Unión Europea.

La sentencia dictada aquel 15 de diciembre no hacía más que aplicar al deporte profesional el principio de libre circulación de trabajadores y aunque la UEFA quiso reaccionar, pronto entendió imposible "poner puertas al bosque".

La sentencia se consideró de inmediato y obligado cumplimiento. Y aunque tardó unos meses, sus efectos comenzaron a ser devastadores ante la siguiente temporada en las Ligas de España, Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Holanda, Irlanda, Grecia, Portugal, Austria, Suecia, Dinamarca o Escocia, que formaban parte de la Unión Europea.

LAS REACCIONES

Sin pretenderlo, Bosman había abierto un escenario desconocido para todo el mundo. La FIFA intentó restar trascendencia limitando el radio de acción "a solo 21 de nuestras 193 federaciones afiliadas" mientras que la UEFA defendió su postura contraria con el argumento pueril de que su sede se encontraba en Suiza, fuera del poder de la Unión Europea. Por supuesto, sin suerte.

Los clubes, de entrada, guardaron silencio a la espera de que comenzase el baile mientras personajes destacados como Johan Cruyff avisaban del peligro que suponía un "cambio salvaje" y la necesidad de "encontrar fórmulas" para proteger a los jugadores jóvenes y especialmente a las canteras de los clubs, a las que intuía como "grandes perjudicadas".

El holandés, siempre revolucionario, lanzó la idea de una norma '6+5' según la cual sin entrar en conflicto con la ley, en el terreno de juego siempre tuvieran que coincidir al menos seis jugadores seleccionables por el país del equipo en competición. Su propuesta quedó en simple esbozo sin más por cuanto se reveló que aquello contravenía todo espíritu original de la sentencia, teniendo en cuenta que cualquier club podía, de hecho, tener una plantilla confeccionada con solo jugadores extranjeros.

También Franz Beckenbauer expresó su contrariedad por el cambio advirtiendo que el sistema anterior a la sentencia era "el más adecuado para el fútbol, los futbolistas y los clubs", solicitando que hubieran "reuniones para mejorar las condiciones" pero evitando un cambio drástico. Lennart Johansson, presidente de la UEFA pidió "prudencia" a los clubs y les aconsejó "no desafiar a las instituciones hasta que se tomen las decisiones pertinentes"... Pero la puerta se había abierto. Y ya no se pudo volver a cerrar.

LAS CONSECUENCIAS

En la temporada 1995-96 los clubs españoles tenían la potestad de tener bajo contrato a cinco extranjeros en sus plantillas, fuera cual fuera su país de origen, aunque solo se

podían alinear a tres a la vez. El Barcelona contaba con Figo, Kodro, Hagi, Popescu y Prosinecki mientras el Real Madrid tenía a Laudrup, Zamorano, Redondo, Esnáider y Rincón. En el verano de 1996 el Madrid fichó al alemán Illgner, el italiano Panucci, el holandés Seedorf, el montenegrino Mijatovic, el croata Suker y los brasileños Roberto Carlos y Zé Roberto a la vez que el Barça, del que se marcharon Kodro, Hagi y Prosinecki, incorporó a su plantilla a los portugueses Vítor Baía y Couto, el francés Blanc, el argentino Pizzi, el nigeriano Amunike, los brasileños Ronaldo y Giovanni y el búlgaro (de vuelta) Stoichkov, que se sumaron a Figo (Portugal) y Popescu (Rumanía).

De esta manera, de una temporada a otra, tanto el Real Madrid como el Barcelona pasaron de tener a ocho jugadores españoles en su once tipo a solamente cuatro. Y fue una circunstancia que se reprodujo entre los clubs de las Ligas de todo el continente para ir abriendo brecha entre los grandes, con más posibilidades financieras y mayores ingresos de televisión, y los demás, muchos de los que fueron desmantelados, con el Ajax como gran ejemplo.

El club holandés, campeón de Europa en 1995 y subcampeón en 1996, fue arrasado por un mercado emergente que aniquiló su plantilla. Reiziger, Bogarde, Davids y Kluivert (Milan), Van der Sar (Juventus), Litmanen, Frank y Ronald de Boer (Barcelona), Musampa (Burdeos), Kanu (Inter), Overmars (Arsenal), Finidi (Betis), Wooter (Zaragoza) o Melchiot (Chelsea) fueron abandonando Amsterdam hasta 1999, de la misma forma que clubs de segundo nivel veían la posibilidad de fichar jugadores de otro país por un precio mucho más asequible que uno nacional o que futbolistas sin grandes alardes cambiaban de status, de club y de país, de una manera que no habrían podido imaginar en el pasado.

El rival del Ajax en la final de 1995, el Milan, tenía en su once tipo a nueve italianos. En la temporada 1997-98 solo eran cuatro: Rossi, Maldini, Costacurta y Albertini, junto a quienes jugaban los franceses Ba y Desailly, el alemán Ziege, el brasileño Leonardo, el croata Boban, el holandés Kluivert y el liberiano Weah. Y en la plantilla también estaban Davids, André Cruz, Savicevic, Andersson, Smoje, Nilsen, Beloufa, Bogarde y Blomqvist.

Además de ello, los futbolistas disfrutaron, disfrutan desde entonces, de un escenario impensable antes. Los clubs perdieron todo su control sobre un jugador cuando éste acababa contrato. Lo que tanto había perseguido Bosman. Y que consiguió, por más que la suya fuera, en el plano personal, una victoria pírrica.

En 1998 el belga, retirado dos años antes en un club de 4ª División de su país, recibió una indemnización de 280 mil euros con su nombre ya escrito en letras de oro en los libros de la historia del fútbol pero con su persona sumida en un pozo. Arruinado y olvidado, subsistió con una pensión de 570 euros que se sumaban a pequeñas cantidades donadas por el sindicato FIFPro o jugadores a nivel individual.

En 2019 concedió una entrevista al diario Bild en la que explicó un caso curioso. Un caso único. "El año pasado la madre de Rabiot vio mi historia en un documental y decidió ayudarme. Vino a verme con el hermano de Adrien y me dio 12 mil euros, fue antes de que Adrien saliera del primer equipo en diciembre porque no quería renovar con el PSG". No todo el mundo se olvidó de su lucha...