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Barcelona y Messi van por un título que evite dos años con las manos vacías

BARCELONA -- El Barcelona ganó su último título oficial el 27 de abril de 2019. En diez días se cumplirán dos años de la última Liga con Valverde en el banquillo que, nadie lo podía sospechar en aquel entonces, daría paso a una sequía que se acerca a la que padeció entre agosto de 2006, cuando conquistó la Supercopa de España, y mayo de 2009, al vencer la Copa del Rey (frente al Athletic) en el comienzo del reinado futbolístico bajo la dirección de Pep Guardiola.

La catarata de trofeos ganados por el club azulgrana desde la temporada 2008-09 y hasta la 2018-19 (29 en 11 campañas) provocó que alrededor del Camp Nou se fuera perdiendo la euforia por su dominio futbolístico. Se daba por descontada la Liga, ni se atendía a la Copa, mucho menos a cualquier tipo de Supercopa y la ansiedad se centraba, sigue centrándose, en la Champions, que con Guardiola se logró por duplicado, se repitió con la dirección de Luis Enrique... Y pasó a ser fruta prohibida, y deprimente, a partir de 2016.

Para el Barça esta final de Copa de 2021 ni tiene nada que ver con las cuatro ganadas consecutivas entre 2015 y 2018 ni con la perdida un año después, en 2019. No es, de entrada, un trofeo de relleno como aquellas y retoma un sabor trascendente como no se recuerda en el entorno barcelonista. Es la primera oportunidad para reivindicarse de Ronald Koeman y, en el aspecto global del vestuario, y del club, acabar con una pesadilla.

La Copa de la necesidad para el Barça es, al otro lado de la orilla, la Copa de la urgencia para el Athletic, verdugo azulgrana hace exactamente tres meses en el mismo escenario de La Cartuja en la final de la Supercopa de España y cuya vitrina de trofeos se reduce a dos títulos de esta competición en los últimos seis años. Antes de ello... el vacío. No gana el club vizcaíno una Copa del Rey desde 1984 y dos semanas después de perder frente a la Real Sociedad la final correspondiente a la pasada temporada, entiende la urgencia de romper una maldición con tintes bíblicos.

FINAL ABIERTA

El dominio del Barça en sus partidos contra el Athletic, que fue norma habitual en la última década se rompió a partir de septiembre de 2018 cuando los leones arrancaron un empate liguero en el Camp Nou (1-1) para, desde entonces arrancarle otro empate y tres victorias en sus últimos siete enfrentamientos, algunos de ellos dolorosos como la eliminación en los cuartos de final de Copa de 2020 o el del gol a última hora de Aduriz en el inicio de la Liga 2019-20...

Se entiende a partir de aquí una final, a priori, mucho más abierta de lo que cabría imaginar. Es tan evidente el papel de favorito del Barça como la presión que rodea a ambos equipos, con la presencia de un Marcelino en el banquillo rojiblanco que añade más picante si cabe al enfrentamiento: fue él quien dirigió al Valencia que derrotó a los culers en la final de 2019 y quien estaba en el banquillo vasco hace tres meses en la final de la Supercopa.

Ronald Koeman, que ganó precisamente dirigiendo al Valencia su único título de entrenador en España con la Copa de 2008 contra el Getafe, mantiene igualada su estadística en finales como técnico. Disputó hasta la fecha diez y ganó cinco al frente de Ajax (dos), Benfica, Valencia y AZ Alkmaar, perdiendo otras cinco a los mandos del mismo Ajax, PSV (dos), Selección de Países Bajos y la última, su primera, con el Barcelona.

Conoce bien el técnico holandés la presión que significa jugar un partido de estas características defendiendo el escudo azulgrana, con el que ganó la única final de Copa del Rey disputada como futbolista (1990 ante el Real Madrid por 2-0), que se despidió del club conquistando la Supercopa de 1994 frente al Zaragoza y que a la segunda oportunidad suspira por trasladar su papel de leyenda en el Camp Nou a la categoría de ganador, una faceta que en sus veinte años en el banquillo no ha tenido la inmensidad de su carrera como futbolista.

Por ello ha trabajado especialmente en todos los sentidos la final de este sábado. Atento a la recuperación de Gerard Piqué, que se mantendrá en duda hasta el último momento, es difícil adivinar si mantendrá su esquema de tres centrales y los dos carrileros personalizados por Dest y Jordi Alba poblando el centro del campo o regresará al sistema de cuatro defensas (probablemente afectando a Mingueza) y dando entrada a Griezmann en el ataque para acompañar a Messi y Dembélé.

En el bando rojiblanco Marcelino seguirá pendiente de las recuperaciones de Yeray Álvarez y Yuri Berchiche, indiscutibles si se confirma la recuperación de sus sobrecargas musculares, en un once sin más inconvenientes y con una idea tan conocida como trabajada.

El Barcelona querrá el balón y el Athletic el vértigo. Unos buscarán la victoria a través de la posesión y los otros por medio de la presión y el asalto. Sin más secretos que la necesidad y la urgencia, azulgranas y rojiblancos se cruzarán en un partido sin vuelta atrás... Y que en el bando catalán puede significar mucho en clave de futuro.