El Barça volvió a ofrecer otro partido para el olvido, ahora ante el Mallorca del ‘Vasco’ Aguirre, pero un golazo de Lamine Yamal le dio la victoria.
BARCELONA -- El Barcelona camina, deambula, sin rumbo. Como si la goleada al Getafe hubiera sido un oasis en el desierto de una temporada en la que el disfrute es una excepción y el aburrimiento se repite partido tras partido.
Volvió la apatía a Montjuïc con la visita del Mallorca, derrotado gracias a una genialidad de Lamine Yamal que disimuló muy poco el difícil momento de un todavía campeón al que aguantan las matemáticas. Y muy poco más.
Con el partido cumbre frente al Napoli a la vuelta de la esquina, la imagen de este Barça no puede ser más desesperante. Nada que invite al optimismo y menos aún a la confianza. Xavi dio descanso a Lewandowski y colocó en su lugar al animoso Guiu mientras que dio galones a Joao Félix como enganche entre un centro del campo casi inoperante y una delantera adolescente, tan entregada a la lucha como desasistida y obligada a buscarse la vida en primera persona.
Así sobrevivió el Barça, con un latigazo maravilloso de Lamine Yamal cuando a lo que queda del campeón le mantenía en pie el jovencísimo delantero, la brega de Fermín, la solvencia de Cubarsi y poco más. Buenas noticias para el futuro... Preocupante en un presente que tiene a los 'niños' como protagonistas.
El equipo del Vasco Aguirre, con la salvación meridianamente asegurada y un ojo puesto, o los dos, en la final de Copa no necesitó apenas tomarse el partido como si de un examen se tratase. Bien pertrechado atrás, esperaba algún control de Darder y la rapidez de Muriqi o Larin para intimidar a un rival al que se le apagó la luz demasiado pronto.
Ni fútbol ni energía, incluso el ánimo de la hinchada decayó durante una primera parte en la que se escucharon más los gritos dedicados al Real Madrid que los de apoyo a un equipo que no se hizo merecedor de ello.
Si Xavi dijo en la previa que mientras hubiera opciones "pelearemos por la Liga", sus jugadores no parecieron, no parecen, entenderle. Sólo la fuerza de voluntad impuesta por Guiu, sustituto sorpresa de Lewandowski en el once inicial, y la verticalidad de Lamine Yamal sobresalió de un aburrimiento monumental.
Ni el penalti que el VAR le concedió a Raphinha evitó el sonrojo por cuanto Rajkovic adivinó el lanzamiento de Gudogan y ese error, a mediados del primer tiempo, acabó por derrumbar a un equipo sin tino, sin liderazgo y sin orden.
QUERER... Y PODER
No se diría que el Barça está jugándose sus últimas, y mínimas, esperanzas de discutirle el título al Real Madrid. Ya dio muestras de entregarse en San Mamés y lo repitió en Montjuïc frente a un rival que, probablemente, se habría entregado a la derrota por poco que el todavía campeón le hubiera apretado de verdad.
Es extraña esa sensación de impotencia y de poca energía generalizada en este equipo, del que solo escapan los jóvenes y que se repite entre los veteranos, que lejos de dirigir su crecimiento con un liderazgo necesario, se ocultan para no se sabe qué.
Tuvo que ser Lamine Yamal, en una jugada personal resuelta con un latigazo en parábola, el que desencallase el partido y evitase que el tedio fuera a mayores, mientras el público, a falta de divertirse con el fútbol, se dedicaba a hacer la ola. ¿Pitos? Pocos, muy pocos.
Montjuïc no es el Camp Nou y la mayoría de los 38 mil aficionados que acudieron a este simulacro de partido con el Mallorca no mostraron ni exigencia ni mucho menos enfado con el equipo. De los botes dedicados al Real Madrid en la primera mitad a la ola en la segunda... Así se pasó el rato, esperando el gol y celebrándolo con alegría.
Y sin apenas dar muestras de desaprobación a un Barça que acabó pudiendo sin saber cómo lo había hecho. Mantenido por los jóvenes que deben un día ser estrellas... pero que no deberían serlo todavía.
Un escenario, como poco, preocupante a cuatro días de recibir al Napoli.Rajković