BERLÍN (Enviado especial) -- Se acercaba la hora señalada y las calles de Berlín parecían tener su ritmo habitual. Pocos carteles alusivos, alguna que otra camiseta y ni una TV encendida. Probablemente, muchos ni siquiera debían saber que Alemania estaba a punto de debutar en “su” Eurocopa 2024.
El panorama cambió radicalmente al llegar a las inmediaciones de la Puerta de Brandeburgo, parada obligada de cualquier turista, convertida en el Fan Zone de la capital alemana en el torneo de Selecciones más importante del Viejo Continente.
En las calles aledañas ya empezó a respirarse fútbol. Los bares que transmitían el partido concentraron simpatizantes de todas las nacionalidades y al mismo tiempo, el partido parecía la excusa para el encuentro de amigos. Charlaban y tomaban, pocos de ellos estaban realmente pendientes de lo que hacía el equipo de Julian Naggelsmann frente a Escocia. De hecho, los únicos cantos que se escuchaban eran de los hinchas de Croacia, que arribaron en masa a la ciudad de cara a la presentación de este sábado ante España.
En la calle 17 de junio, frente a la Puerta de Brandeburgo, se instalaron 24.000 metros cuadrados de césped sintético y un arco gigante -de 21 m de altura, 63 m de ancho y 40 toneladas de peso-. ¿El mejor gol? La pantalla gigante en la que los fanáticos pudieron seguir el 5-1 del tres veces campeón de la Eurocopa.
No era nada fácil entrar en ese lugar de privilegio. El vallado parecía llegar hasta Múnich, donde se estaba jugando el partido. Una vuelta gigante alrededor del parque que lo rodea, estrictos controles de seguridad y la explicación de que estaba completo. No era tan así, se podía caminar sin demasiada dificultad. Seguramente el propósito era mantener todo bajo control.
La gente, en muchos casos vestida para la ocasión con pelucas, gorros y bufandas negras, rojas y amarillas, lo vivió sin nervios ni extrema euforia. Parecido a lo que sucedió a casi 600 kilómetros de distancia: un trámite. La primera explosión fue el tempranero gol de Florian Wirtz, sin que haya oscurecido pasadas las 21 horas. Después del 1-0, otra vez la calma. Jamal Musiala aumentó la diferencia unos minutos después y se repitió la escena. Kai Havertz liquidó la historia en el cierre del 1° tiempo.
La música acompañó durante el entretiempo y no faltó “Bailando”, el éxito del grupo belga Paradisio. Para entonces, los locales gastronómicos tenían más trabajo que la defensa escocesa.
El 2° tiempo, ya a oscuras y un impensado frío en Berlín para la época, se vivió de forma similar. Se gritó fuerte el golazo de Niclas Füllkrug, hubo una ovación para el ingresado Thomas Müller, aplausos para Toni Kroos en el principio de su adiós y el tanto de Emre Can le dio el broche a una noche de celebración no solo para los dueños de casa. Porque incluso un solitario simpatizante escocés no se privó de festejar el 1-4 parcial de su equipo en medio de la multitud.
Unos minutos antes del pitazo final, la policía de Berlín empezó a acercarse sigilosamente. No tuvo que intervenir, la desconcentración fue más rápida que Wirzt y Musiala juntos. La gente estaba apurada por irse. Es viernes a la noche y Berlín lo sabe.