MÚNICH -- La última vez que España estuvo en la final de un torneo importante fue hace 12 años y ocho días. Todos menos uno de los once titulares que arrasaron a Italia en Kiev para ganar la Eurocopa 2012 jugaban en Real Madrid o Barcelona. Y también eran los mejores tiempos de El Clásico: Pep Guardiola contra José Mourinho, tripletes europeos y temporadas de 100 puntos, Lionel Messi contra Cristiano Ronaldo.
La mayoría había formado parte de la selección campeona de la Eurocopa 2008 y del Mundial 2010. Eran superestrellas curtidas en mil batallas, facciones rivales que dejaban de lado sus diferencias para enfrentarse al mundo, un poco como los superhéroes que se alían en una serie cruzada de cómics de fantasía. En otras palabras, tenían todo.
La Selección Española que el domingo podría ganar su propia Eurocopa es el negativo de esa foto. Son más un conjunto de inadaptados que los amos del universo. Más grafiteros anónimos que artistas patricios. Más genios incomprendidos que celebridades de elite.
Barcelona y Real Madrid estuvieron representados en la formación que derrotó a Francia por 2-1, pero apenas: Nacho, de 34 años, quien técnicamente ya ni siquiera es madridista, puesto que su contrato venció y ahora se encamina a su última paga en Qatar, y Lamine Yamal, la sensación de 16 años del Barça que marcó la clase de gol declaratorio que verás una y otra vez en las redes sociales (también lo harán tus hijos y nietos... así de especial fue). De hecho, Francia tenía más jugadores combinados de Real Madrid y de Barça en su once titular si contamos a Kylian Mbappé.
Y, sin embargo, aquí está España. Puede que no tengan mucho pedigrí ni estrellas (aparte de Rodri, el metrónomo de Manchester, y Yamal, quien va por buen camino), pero posiblemente hayan tenido el camino más difícil a la final, superando tanto a rivales de categoría (Francia, Croacia, Italia, Alemania) como a adversarios de poca jerarquía (Albania, Georgia). Y todo ello sin tener que llegar a penales y jugando, por lejos, el mejor fútbol del torneo.
También tienen un entrenador que se acopla bien a este grupo de jugadores, como el seleccionador de 2012, Vicente Del Bosque --quien ya había ganado un Mundial y dos Champions Leagues-- encajaba con aquél. Luis de la Fuente parece un profesor sustituto con gafas de cerebrito, esos a quienes los niños disfrutan de atormentar. Nunca ha dirigido en clubes de primera o segunda división. Durante los últimos 12 años ha trabajado para la Federación Española de Fútbol en diferentes funciones como entrenador, ascendiendo en las categorías de edad. A sus 61 años, no fue designado para reemplazar a Luis Enrique tras el Mundial de Qatar porque se le considerara una mente emergente en la dirección. Lo nombraron porque ya tenía un puesto en la federación.
Da la impresión de ser un tipo que sigue adelante, que dobla la servilleta y empuja la silla después de comer, que se toma cada día como viene. La mitad de su defensa titular (Dani Carvajal y Robin Le Normand) estaba suspendida para este partido, así que se las arregló con el viejo guerrero Nacho y otro guerrero aún más viejo en Jesús Navas. Tiene 38 años y su tarea en este partido era Mbappé. Cuando Mbappé dejó helado a Navas y colocó el centro para el primer gol de Francia, uno temió lo que podría venir. Pero Navas se metió en el partido, incluso cuando Mbappé empezó a decaer.
Pedri, lesionado al principio del partido contra los alemanes, fue reemplazado por Dani Olmo. El ex canterano del Barcelona saltó a los titulares cuando, a los 16 años, decidió marcharse a Croacia y al Dinamo de Zagreb para seguir desarrollándose futbolísticamente. ¿Fue una buena elección? Puede que nunca lo sepamos, porque ha estado lesionado la mayor parte de su carrera: en las últimas cinco temporadas, desde que firmó con Leipzig, fue titular en más de 17 partidos de liga solamente una vez. Pero esta noche fue un acierto para De la Fuente: su movimiento entre las líneas perturbó la construcción francesa y fue el autor del segundo gol español.
Hombres como Olmo hacen que esta selección española no sólo sea exitosa, sino también simpática. Tiene talento, sí, pero también muchas imperfecciones. Como Fabián Ruiz, quien se dio a conocer en clubes relativamente modestos, como Real Betis y Napoli, antes de finalmente conseguir un puesto importante en Paris Saint-Germain hace dos años. O Marc Cucurella, apartado del Barcelona a los 21 años, quien reconstruyó su carrera en Brighton para luego convertirse en el hazmerreír de Chelsea en sus primeros 18 meses allí (antes de recuperarse un poco a finales de la temporada pasada).
Luego está Álvaro Morata, el más estrellado de todos. Alto, guapo, atlético, rápido, potente, habilidoso, debería haber sido la gran promesa de Real Madrid. En cambio, ha tenido una carrera itinerante en la que dio la talla y marcó goles para grandes clubes, pero nunca ha llegado a ser la suma de sus partes. Quizá por eso Atlético de Madrid está buscando cambiarlo. Una vez más.
De la Fuente tomó a este conjunto de jugadores heterogéneos e hizo un giro de 180 grados con respecto a la época de Luis Enrique. Atrás quedó el fútbol de posesión con pasadores disfrazados de extremos. Llegaron sus dos jóvenes correcaminos, Nico Williams por la izquierda y Yamal por la derecha, y con ellos la capacidad de penetrar de golpe en la defensa rival, algo que les faltaba a los equipos anteriores. También desapareció algo de la excentricidad que era parte integrante del estilo de Luis Enrique, desde las enrevesadas respuestas en las ruedas de prensa hasta los hilos nocturnos de Twitch que hacía en Qatar. De la Fuente mantiene las cosas simples y juega con sus puntos fuertes más que con una gran idea filosófica.
Ayuda, por supuesto, que España no llegara a este torneo como favorita, una consecuencia inevitable de las lesiones sufridas por figuras (Gavi y Alejandro Balde, los dos más evidentes) que de otro modo habrían sido titulares.
También ayudó que Yamal hiciera lo que hizo. Contra las hasta entonces inexpugnables barricadas francesas, sacó el proverbial conejo de la galera, mostrando el tipo de confianza y seguridad en sí mismo que se espera de las grandes estrellas, y no de chicos a los que les falta más de un año para poder votar. Con España un gol abajo y la perspectiva de que Francia pudiera jugar en transición -donde se siente más cómoda- durante el resto del partido, fue su gol el que marcó el punto de inflexión y no hizo más que reforzar el mensaje de De la Fuente: "Ahora estamos iguales, sigamos haciendo lo que sabemos hacer".
Adiós a la idea de que la experiencia te hace imperturbable. O que el pedigrí importa. La estrella más brillante de España, aparte de Rodri, es Yamal, un chico que ni siquiera ha terminado de escribir el prólogo de su biografía.
La España de De la Fuente nos recuerda que, una vez que cruzas la línea blanca para entrar a la cancha, dejas atrás tu currículum. Lo único que importa es lo que tienes en el corazón y en la cabeza. Y lo que sabes hacer con los pies. Que, en el caso de España, es mucho.