BARCELONA -- Italia aparcó la tristeza y vive como una sola voz la final de una Eurocopa que puede encumbrarla tres años y medio después de su último fracaso. Desde que llegó al mando Roberto Mancini la renovación de la Azzurra ha sido una constante... Manteniendo, eso sí, la personalidad innegociable que le otorga la vieja guardia representada por dos centrales de época. Giorgio Chiellini (36 años) y Leonardo Bonucci (34) juegan este domingo su segunda final continental y confían, en el santuario inglés de Wembley, escribir por fin sus nombres entre los grandes conquistadores de la historia del Calcio.
Italia se ha reinventado bajo la dirección de Mancini. El que fuera uno de los mejores extremos y volantes del futbol transalpino en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, leyenda indiscutible de la Sampdoria y jugador de referencia en la Lazio, suma ya cerca de 800 partidos como entrenador desde que en 2001 iniciara su camino en el banquillo de la Fiorentina... Y a partir de su eclosión en el gran Inter de Milán (tres Scudettos) su figura se catapultó en paralelo a un aprendizaje continuado.
Fue en el Manchester City (al que condujo al título de la Premier League) y en el Galatasaray de Turquía donde aprendió la mezcla de culturas futbolísticas que ahora han convertido a la Azzurra en un equipo tan sorprendente en el campo como unido en el vestuario. Al ataque vertiginoso, al toque rápido a la presión adelantada. Nada que ver con la vieja Italia... ¿Nada? Claro que sí. Siempre hay algo que permanece en el corazón del legionario. Y eso es la indiscutible solidaridad y capacidad de sufrimiento defensivo. Aquello que también se conoce como catenaccio.
Mancini enfrentará a Inglaterra con un equipo en el que la estrella es el colectivo. Con Gianluigi Donnarumma y con Ciro Immobile. Con Marco Verratti, Jorginho y Federico Chiesa. Por supuesto con Chiellini y Bonucci... pero con el carácter grupal impuesto por un entrenador que desde su llegada al cargo en mayo de 2018 ha moldeado a una selección que suma 33 partidos sin conocer la derrota y afronta el desafío de Wembley con un convencimiento que convierte la final en un partido sin pronóstico claro.
¿Es favorita Inglaterra? Debiera así considerarse por jugar en casa, al amparo de su afición mayoritaria y, también, por contar con futbolistas diferenciales al frente de los que destaca el poderoso Harry Kane. Pero, cuidado, la historia recuerda que solamente tres selecciones ganaron la Eurocopa jugando como anfitrionas: España en 1964, Italia en 1968 y Francia en 1984. A partir de este dato, y recordando casos como los de Alemania en 1988, Inglaterra en 1996, Portugal en 2004 y Francia en 2016 cabe otorgarle todo el crédito y opciones a la nueva/vieja Italia que ha construido Mancini.
Si Gareth Southgate persigue sacarse la espina que se le clavó hace 25 años con el penalti que erró en semifinales y eliminó a su selección de la final que acabaría conquistando Alemania, Mancini busca desde el banquillo una gloria que se le negó como jugador, en una época en la que decidió retirarse del equipo nacional, enfrentado con Arrigo Sacchi porque éste no le daba la consideración de titular en una azzurra en que debía competir con Zola, Baggio o Signori. Aquello le dejó fuera del Mundial de 1994 y ya no quiso volver.
Al cabo de los años quiere saldar una vieja deuda con el Calcio. Y nada mejor, se adivina, como darle a Italia su primer título desde el Mundial de 2006 y enterrar el dolor que significó la derrota de la Eurocopa de 2012, arrasada por la mejor España en una final en la que lloraron como protagonistas Chiellini y Bonucci: los dos viejos legionarios que persiguen la eternidad en Wembley.