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Dinero mata merengue... Y desinfla el balón

Jesús Humberto López ESPN

Conferirle tanto poder a un jugador como el que le otorgarán a Kylián es una locura, locura que la produce los miles de millones de dólares que poseen los propietarios del club parisino

Era de esperarse. La decepción fue casi unánime. Nos importase o no el futuro de Kylian Mbappé, la afición al futbol de todo el planeta se encontraba expectante desde hace varios meses y hasta el pasado fin de semana, por conocer el desenlace de una novela que se prolongó más allá de lo deseado. Cuando finalmente Al Khelaifi (mandadero número uno de los jeques qataríes dueños del PSG) anunció con bombo y platillo la renovación del futbolista de ascendencia argelina y camerunesa, muchos certificamos lo que ya intuíamos un par de días atrás: que el delantero del campeón francés rechazaría la oferta del club merengue y que permanecería en la Ciudad Luz. Y dicho y hecho. El dinero ha vuelto a hacer de las suyas imponiéndose, incluso, al propio sueño que el parisino, años atrás, había manifestado cuando jugaba para el Mónaco: vestirse algún día con la camisa del Real Madrid.

Casi cinco años atrás, en junio de 2017, su anhelo era jugar como local en el Santiago Bernabéu. Sin embargo, dos meses después, el Paris Saint Germain le ganó la primera partida a los de la Casa Blanca y fichó a Kylián por 180 millones de euros, pulverizando un principio de acuerdo que los españoles habían fincado con la entidad monegasca. Con el paso del tiempo y luego de consagrarse campeón del mundo en Rusia 2018, Mbappé fue acrecentando el deseo de más y más madridistas por verlo vestido de blanco lo más rápido que fuera posible, sobre todo porque los guiños de éste no cesaban, dándonos a entender que, primero de forma tácita y luego de manera expresa, no iba a renovar con el club de la capital gala.

La liga se estiraba y se contraía. A veces escuchábamos que se hallaban rotos los vínculos emocionales con su club y en otras, vimos como sus labios enmudecieron extrañamente dando paso a una serie de especulaciones sobre el verdadero, genuino, real y honesto deseo suyo, ya sea de continuar en su tierra natal o de cumplir su deseo de pertenecer al Rey de Europa. Hoy, con la renovación que ha pactado con los árabes, me queda claro que el sueño de Kylián fue por unas cuantas noches y no de toda su vida. Quizá no nos mintió cuando manifestó que lo único que quería era jugar en el Madrid. Sin embargo, entiendo que todos alguna vez pudimos haber manifestado poseer el gusto o tener la afinidad por algo, sin que eso nos obligara a mantenerlo vigente por el resto de nuestros días.

Me queda claro, y nadie me va a quitar de esto, que los 300 millones de euros que recibirá Mbappé por el simple hecho de estampar su firma en el nuevo contrato, más los 100 que ingresará por temporada y un poder de decisión inédito al interior del PSG que abarcará temas relacionados a la conformación de la plantilla, “sugerencia” en la contratación del entrenador, jugadores y hasta del director deportivo, así como la puesta en marcha de un proyecto puesto a su gusto, fueron suficientes para dejar atrás todo aquello que nos hizo pensar por un momento que en verdad este campeón del mundo deseaba firmemente entrenarse todos los días en Valdebebas.

Ya veremos si la renovación de Kylián Mbappé le funciona, deportivamente hablando, al Paris Saint Germain, club que se autosometerá a las complacencias de un futbolista que sin lugar a duda es extraordinario, pero no es el mejor del mundo. Y aunque lo fuera, no me imagino, ni por un instante, ver investidos a Lionel Messi o a Cristiano Ronaldo por un poder tan grande más allá del que pudieran conferirle sus botines sobre el terreno de juego, no fuera de él. Las condiciones con las que se renovó el contrato del delantero del PSG son atentatorios a los principios básicos de este y de cualquier deporte. El club francés no sólo se hace daño a sí mismo sino lo transfiere al resto de los clubes profesionales en el mundo.

Conferirle tanto poder a un jugador como el que le otorgarán a Kylián es una locura, locura que la produce los miles de millones de dólares que poseen los propietarios del club parisino. No me detengo a hablar del aspecto financiero que conllevará esta renovación contractual porque soy un profundo desconocedor en esta disciplina, pero no hace falta tener esa cualidad para entender que las cifras que aderezan este multi mencionado vínculo no son compatibles con la realidad económica del balompié a nivel mundial, mucho menos con el Fair Play Financiero que intenta hacer respetar la UEFA.

No soy aficionado al Real Madrid y tampoco esperaba frenéticamente, como muchos lo hicieron, ver a Mbappé vestido de blanco. Lo que me decepciona un poco, es que el dinero, alineado en cantidades astronómicas, se ha vuelto a poner por encima de todo y de todos… aunque los que lo tienen, no entienden que no lo es todo.