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El exfutbolista que sufrió un accidente, quedó en silla de ruedas y ahora enseña a los niños

La historia de un jugador de fútbol que sufrió un accidente de auto y pensó en morir, pero que encontró en la formación de niños una excusa para seguir luchando

MAZATENANGO, SUCHITEPÉQUEZ -- La vida te cambia en un instante. César ‘el Tigre’ Estrada tenía 25 años cuando sufrió un accidente automovilístico que hizo que perdiera las ganas de vivir. Quedó en silla de ruedas y se despidió del fútbol profesional.

Su mamá y su hermano viajaban en el vehículo que él conducía. Pasó un año internado en un centro asistencial y cuando finalmente pudo abandonar el hospital se encerró en su hogar. No quería recorrer, en la silla, las calles que tiempo atrás había caminado.

Entró en depresión y pensó que jamás volvería a estar en el fútbol. Dos décadas después dirige la Academia Tigritos Club Mazate, que en la actualidad cuenta con más de 90 niños y adolescentes inscritos. Está es la historia de cómo salió del hoyo para convertirse en un facilitador de sueños en el fútbol de Guatemala.

Tiempos de oscuridad

César Estrada nació en Puerto Barrios, Izabal. A los 12 años se mudó a Mazatenango, Suchitepéquez, donde se inició en el fútbol. A los 14 años ya jugaba en la sub-20 de Suchitepéquez. Pasó por varios equipos de Liga Nacional, Primera y Segunda División, incluido el Deportivo Mictlán, en Jutiapa.

Un día, mientras se trasladaba de Asunción Mita a Mazatenango, sufrió un accidente en el paso conocido como La Conora, el vehículo cayó a un barranco de 77 metros. Su hermano tuvo una herida en el tobillo y su mamá una cortada en el pómulo. Él llevó la peor parte.

“Me quebré cuatro vertebras, una costilla, el fémur, me pusieron 27 puntos de sutura en la cabeza. Fue bastante difícil. Estuve un año y meses en el centro asistencial, estuve en rehabilitación”.

Pero, lo peor estaba por venir. Justo cuando salía del hospital, su hermana de 15 años era ingresada a otro centro médico debido a la leucemia. Solo resistió un mes. “Eso me dolió mucho y no dejaba que yo pudiera salir adelante. Estaba molesto con la vida. No entendía lo que pasaba. Me preguntaba por qué mi hermana de apenas 15 años y por qué no yo”.

“Estuve como tres meses sin poder reaccionar, el mundo se vino encima. Me di cuenta de la gravedad de mi lesión de columna. Comencé a decaer. Sabía que no podría estar de vuelta en una cancha. Me costó demasiado. No he vuelto a los estadios, apenas he ido como dos o tres veces al Estadio Carlos Salazar -sede del CSD Suchitepéquez-. Estando ahí me pongo muy triste”.

Se encerró en su hogar, un encierro que casi lo mata. “Fueron seis meses sin poder salir. No quería salir porque me sentía mal usando la silla de ruedas. No quería ver los lugares por donde había pasado caminando. No sabía que iba a hacer con mi vida”. A todo lo negativo se sumó lo económico. “Mi mamá era maestra de educación media y le tocó ponerse a vender atol, a veces no teníamos para el alimento. Me dolía mucho”.

Hora de volver

Y cuando la depresión hacía lo suyo y las fuerzas empezaban a terminarse, llegó la invitación de un amigo que hizo que la vida de César Estrada diera un giro. De nuevo, ahora para bien.

“Una señora armó un equipo de fútbol para su equipo y estaban en el último lugar del torneo. Entonces un amigo me dice que los vaya a dirigir. Me presté para ello, pese a que yo nunca había entrenado. Me pasaban a traer a la casa y finalmente terminamos en el tercer lugar”.

Un padre de uno de los niños del equipo, Elio Ramírez (qpd), le dio la idea de poner una academia. Así nació Tigritos Club Mazate.

“Comenzamos con 10 niños. Fuimos creciendo de a poco. Yo no sabía que era entrenar niños. Había jugado al fútbol profesional, pero no sabía enseñar. Todo era diferente y nuevo. Era muy difícil, pero eso me motivó. Empecé a sacar cursos, actualizaciones y las licencias para entrenar. Adquirí mucha confianza”.

Uno de los retos que tuvo que enfrentar fue ganarse la confianza de los padres de familia. “Al principio muchos dudaban y se preguntaban cómo alguien en silla de ruedas les iba a enseñar a sus hijos. Se daban la vuelta y se iban. Tiempo después esos padres volvieron por un lugar para sus pequeños en la academia”.

“Hoy por hoy tenemos la academia más grande de Mazatenango. Contamos con un aproximado de 97 niños. La mayoría de niños quieren estar acá por el trabajo que hacemos, trabajamos tres días a la semana y ellos la pasan muy bien”.

Tigritos Club Mazate está por cumplir 19 años. En sus filas han pasado jugadores que han dado el salto al profesionalismo como Diego Santis. Los distintos representativos de la academia han ganado varios campeonatos locales y han tenido la oportunidad de competir fuera de Guatemala.

César Estrada ve al pasado y agradece a Dios. Les enseña a sus chicos sobre el fútbol, la vida y cómo superar adversidades. “En la academia todos estudian, eso es fundamental para mí. Vamos más allá del fútbol”.

Cuelga la llamada, se acerca al centro de la cancha y utiliza el silbato para llamar a los niños. Es momento de iniciar una nueva sesión de entrenamiento.