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Se cumplen 20 años: Batistuta, Fiorentina y Roma, un pase de novela

Gabriel Batistuta es uno de los grandes goleadores del fútbol argentino. Un delantero temible, que marcó a pura potencia su paso por Europa. Italia fue el país que lo disfrutó: sólo allí jugó mientras estuvo en el Viejo Continente.

El 6 de junio de 2000 fue un día especial para el argentino y para el Calcio: luego de muchas idas y vueltas, el Batigol era transferido de Fiorentina a la Roma por una suma cercana a los 33 millones de dólares. Un pase millonario e inédito para un jugador de 31 años.

Se vivían momentos de tensión por esos días. El Bati era ídolo en Florencia. El Rey había desembarcado en el conjunto violeta en 1991, y luego de nueve temporadas hizo historia. Dos títulos, la Copa de Italia (1995/1996) y la Supercopa de Italia (1996), un campeonato en el ascenso para volver a la Serie A (1993/1994) y sobre todo, goles, muchos goles.

El rosarino disputó en la Fiore un total de 333 partidos, anotando 207 conquistas. Un promedio de gol de 0,62. Impresionante, sobre todo en un equipo que no contaba con el presupuesto ni el plantel de otros grandes del país.

Con 31 años daba la sensación de que Florencia, el lugar que amaba y del que se sentía parte y como en casa, sería el ámbito ideal para los últimos años de su carrera. Sin embargo el goleador quería salir de la zona de confort para ir por un nuevo desafío: triunfar en un grande de Europa.

“Batistuta le dijo sí a la Roma. Gabriel está de acuerdo en todo, pero todavía restan resolver algunos problemas técnicos”, declaraba su representante, Settimio Aloisio. El Batigol había coqueteado con otros clubes grandes de Italia, como Inter y Lazio, pero la pulseada la ganaron los giallorossi.

Tras la insistencia del jugador comenzó la novela de su traspaso que terminó con la contratación de la Roma por una cifra millonaria, impensada para un futbolista que estaba entrando en el tramo final de su carrera. Además del monto por su ficha, el argentino recibiría 6 millones de dólares por cada año de contrato.

Mientras la noticia se confirmaba en los medios, Bati viajaba desde Florencia a la Argentina para jugar por Eliminatorias en medio de un caos: cientos de fanáticos de la Fiorentina habían ido a despedirlo, o mejor dicho, a convencerlo para que no se despida.

Sin dudas, Batistuta fue un jugador inteligente dentro del campo de juego. Y también a la hora de manejarse con la prensa. Lejos de declaraciones estridentes, puso paños fríos en aquellos días de tensión.

Sobre el momento deportivo, explicó: “Tomé esta decisión pensando que la Roma puede ser el equipo que me permita rendir al máximo en los últimos años de mi carrera”.

Sobre las figuras del plantel: “No llego para ser el rey, sino para sumarme al grupo. El número de la casaca no me preocupa, se decidirá llegado el momento”. El eterno Francesco Totti era ya en ese momento el gran referente del equipo. Se hablaba y mucho de cómo sería la relación con la estrella romana, de los celos, y de los números de las camisetas, sobre todo, una pelea por protagonismo que ya se venía dando con Vincenzo Montella, el otro nueve del equipo.

Sobre la apuesta del presidente de Roma: “No es normal la plata que gastó Franco Sensi por mi pase. Apostar tanto por un jugador de mi edad no es fácil, espero agradecerle con goles”.

Sobre Fiorentina: “Amo a los florentinos y soy hincha de Fiorentina, eso no va a ser distinto a pesar de este cambio”.

Evitó polémicas, buscó armonía no sólo para su nuevo equipo, también para el club que estaba dejando atrás. Es que muchos simpatizantes y hasta la dirigencia de Fiorentina vieron como una traición la decisión del jugador. Entendible, hasta cierto punto, el dolor de los hinchas, que viven con un fanatismo especial lo que pasa en un club. De los dirigentes, en todo caso, se podría esperar otro tipo de manifestación.

Vittorio Cecchi Gori, presidente de Fiorentina, fue duro con el jugador: “Batistuta se equivocó al querer dejar a toda costa Florencia y a nuestro club, pero la hinchada debe estar tranquila, porque ahora tendremos un motivo más para ganar”.

Su pase también generó críticas de algunos medios. La Reppublica, por ejemplo, consideró: “Le dan a Batistuta seis millones de dólares al año, quince mil dólares al día, a un ‘viejo’ de 31 años que en nueve temporadas no ganó nada en Fiorentina”.

La pelota finalmente se puso a rodar. Roma era candidata, ya que contaba con Fabio Capello como técnico y jugadores de primer nivel: Samuel, Aldair, Cafú, Emerson, Balbo, Totti…

El Batigol, con la camiseta 18 en la espalda dejó de lado temas menores: le cedió la número 9 a Vincenzo Montella, encaprichado en llevar ese dorsal, y se encargó de demostrar quién era el verdadero 9 del equipo. Respondió con goles y logró el gran objetivo que se había propuesto cuando tomó la difícil decisión de despedirse de Florencia. Ganó el ansiado Scudetto, un título que a los capitalinos se les negaba desde hacía 18 años.

Sus tantos fueron importantes, por supuesto: hizo 20 y fue el máximo anotador del equipo que luego ganaría la Supercopa de Italia, justamente, ante Fiorentina. Su compatriota Hernán Crespo fue el “pichichi” del Calcio en ese año, con 26. Una curiosidad: la Fiore tuvo una pequeña venganza ya que su goleador, Enrico Chiesa, quien era suplente de Batistuta, terminó con 22 anotaciones y superó al Batigol en la tabla final.

En Roma, luego de tres temporadas, anotó 33 goles en 87 partidos. Dejando de lado el primer año, su rendimiento fue de mayor a menor, algo que tenía cierta lógica pensando que ya estaba en el tramo final de su carrera.

También, el desgaste que se dio con el entrenador Capello y con algunos de los referentes del equipo, más problemas físicos que no lo dejaron rendir en plenitud, contribuyeron para que su nivel no fuera el mismo. Un ambicioso y joven Montella le peleaba cada vez más la titularidad, y lo superaba en goles y en rendimiento, motivo por el cual el amor con los hinchas romanos comenzó a perderse.

Batistuta fue un delantero temible. Debutó en Newell's en 1988, al año siguiente pasó a River Plate, y a mediados de 1990 se incorporó a Boca, donde explotó como goleador. Desde allí saltó a Europa. La Selección argentina disfrutó de sus conquistas: anotó en 54 ocasiones y se mantuvo como el máximo artillero de la albiceleste, hasta que Messi, en 2016, lo superó.

En Italia, el tiempo volvió a poner las cosas en su lugar. El Bati recuperó el amor de Florencia y luego de tres años en la Roma, y un fugaz paso por Inter, se despidió del fútbol en Qatar. Atrás había quedado la historia en Italia y uno de los pases más polémicos de la época.