Por ahora todo está en manos de las autoridades, para bien o para mal
Lo ocurrido el sábado en el estadio La Corregidora de Querétaro fue calificado como el día más negro en la historia del futbol mexicano. Y seguramente lo fue. Por la brutalidad y la criminalidad de las imágenes que todos vimos, así debe entenderse.
No hace falta esperar a saber si hay fallecidos, que ojalá no los haya como aseguran hasta ahora las autoridades. Los muertos, de haber, sólo harían más lamentables los hechos. Pero la tragedia ya pasó a ojos de todo el mundo. Y lo peor, es que no ha sido la primera vez.
Lo de este fin de semana es lo más grave en la lista de episodios parecidos que ya cuenta el futbol mexicano. Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, San Luis Potosí, Torreón o Veracruz han vivido escenas similares. Ante ninguna de ellas se tomaron las medidas necesarias para erradicarlas. Los hechos se repitieron después en otros estadios, con otras “aficiones”.
La tarde del sábado nos dejó claro el país que somos y la sociedad en la que nos hemos convertido. Verlo de otra manera sería un error. En México tenemos miedo de ir a un cajero automático, de manejar con la ventaja abajo, de detenernos en un semáforo, de dejar una puerta abierta y, a veces, hasta de caminar por la calle. Y ahora también tenemos miedo de ir a un estadio de futbol.
Toca a las autoridades, gubernamentales y de la LigaMX, regresarnos lo que ayer se perdió. Y para eso el único camino es el que hasta ahora no se ha querido tomar. El domingo, un día después de la tragedia, Mikel Arriola, presidente de la Liga escribió en redes sociales “¡Ya basta!”. Lo mismo podrían decirle a él los aficionados y lo mismo debemos exigir los medios de comunicación. Más tarde, en una conferencia de prensa junto a la directiva de los Gallos Blancos, el tono se pareció mucho más al que ya se ha escuchado otras veces. Ante preguntas concretas de desafiliación o disolución de barras, sólo se respondió “habrá una Asamblea extraordinaria el martes”.
De parte del gobierno hubo una amenaza directa para los criminales que participaron en los actos, pero hasta no ver a los primeros detenidos y sentenciados, nadie podrá pensar que fue en serio o con verdaderas intenciones de que esto no vuelva a ocurrir.
Por ahora todo está en manos de las autoridades, para bien o para mal.