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Jaime Lozano y las herencias podridas en la Selección de México

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David Faitelson ve "manoseo" en las recientes convocatorias de Jaime Lozano (2:32)

El analista de ESPN afirmó que el posible regreso de Héctor Herrera al Tri es una mirada al pasado. (2:32)

A horas de revelar su convocatoria, Lozano se encuentra oteando entre ruinas. Y detecta que ganar la Copa Oro apenas le granjeó un solo privilegio: el derecho a la duda, el derecho al escepticismo.


LOS ÁNGELES -- Viejo dicho: “Come a gusto y placentero, y que ayune tu heredero”. Rescatista en la Copa Oro, ahora Jaime Lozano inicia su propio camino. Y encuentra herencias que son lastres.

A horas de revelar su convocatoria, Lozano se encuentra oteando entre ruinas. Y detecta que ganar la Copa Oro apenas le granjeó un solo privilegio: el derecho a la duda, el derecho al escepticismo.

¿Confianza? ¿Fe? ¿Esperanza para el Mundial 2026? Son privilegios ocultos en la punta de un Everest a cuyas faldas aún se encuentra Jimmy.

Tras el estercolero consumado dolosa y ladinamente por Gerardo Martino en Qatar, y los suicidios en redes sociales de aficionados que se despojaban para siempre de la verde, llega el momento para Lozano de resolver un divorcio en un matrimonio incestuoso en el que ni siquiera participó.

De entrada, tiene futbolistas en el limbo. Desde jugadores sin un futuro claro en Europa y otros sin un presente halagüeño en la Liga Mx. Los hombres ahí están, pero tienen todos ellos ansiedades muy ajenas a enfrentar en amistosos a los números 27 (Australia) y 75 (Uzbekistán) del ranking FIFA.

Por ejemplo, su línea defensiva en Copa Oro, divaga. Jorge Sánchez y César Montes siguen en la ruleta de la incertidumbre. Muchos rumores, ningún contrato. Johan Vásquez transpira, cumple y reza con el Genoa; y Jesús Gallardo está en la lista de desaparecidos del Tano Ortiz.

Y mientras Luis Romo regresó a la jaula de las inconsistencias, Luis Chávez recala en la Siberia futbolística que es Rusia, pues está más cerca de las minas de sal que de la gloria europea.

Cierto, Edson Álvarez ilusiona en la Premier, pero Henry Martín sigue en rehabilitación, y Orbelín Pineda se concentra más en el AEK para remontar este miércoles ante el Antwerp en la fase clasificatoria de Champions.

De entrada, pues, el cuadro titular de Lozano, en la Copa Oro ha sido fracturado. Queda claro que ganar el torneo estelar del tercer mundo, es decir de Concacaf, no entusiasma a nadie entre los clubes europeos. La Copa Oro tiene la opacidad del cobre cuando en el Viejo Mundo buscan nuevas promesas.

¿Australia y Uzbekistán? Yon de Luisa nunca supo, nunca pudo o nunca quiso negociar enérgicamente con SUM, la Celestina encargada de manejar al Tri en sus giras por Estados Unidos. Por lo menos, para 2023, no habrá cambios.

Dentro de las urgencias del comisionado de la FMF, Juan Carlos Rodríguez, a partir de 2024, es que SUM deje de basurear el calendario del Tri con este tipo de adversarios, y en cambio se enfoque en selecciones de mejor nivel o en equipos de ligas europeas o del mismo continente americano. A final de cuentas, el gran anzuelo de taquilla es México y no sus eventuales comparsas o patiños.

Pero, las herencias más peligrosas para Lozano, radican en el daño estructural que se hizo en el futbol mexicano en administraciones anteriores, desde la época de Justino Compeán y Decio de María. Desde el aumento indiscriminado de extranjeros, el amañado manejo de naturalizados, la desaparición de proyectos de fuerzas básicas, y la pusilanimidad complementaria de Yon de Luisa.

E insisto: esa implosión en el futbol mexicano, ese suicido estructural, llevará, al menos, dos generaciones de futbolistas para poder solucionarlo, gracias, queda claro, a las torpes o sospechosas maniobras desde la época de Justino, Decio y De Luisa, y manos incapaces como las de Enrique Bonilla y hoy del mismo Mikel Arriola.

Mientras Jaime Lozano y su cuerpo técnico carburan la posible convocatoria, confrontan la realidad de hurgar entre la mercancía manoseada y la osadía estremecedora de experimentar con futbolistas que amenazan con ser eternas promesas.

Hoy, Lozano cuenta con pocas cartas sólidas: Guillermo Ochoa, quien debe ser conservado en una cámara hiperbárica o en criopreservación hasta el Mundial 2026; agréguese al citado Edson, a Santiago Giménez, ‘Chiquito’ Sánchez, y al disperso Kevin Álvarez, mientras otros europeos logran consolidar un presente sólido, pues hasta el ‘Chucky’ Lozano sufre en Napoli, y su agente sigue buscándole, inútilmente, acomodo en otra liga.

Y este escenario de dudas, de jugadores vacilantes, de bajas de juego, puede prolongarse durante todo el 2023, y será un comienzo complicado cuando arranque el 2024 con un torneo clave para mostrar un equipo serio en la Copa América.

Al menos Lozano tiene una clara idea: a qué debe jugar la Selección Mexicana, conformada generalmente por futbolistas de mediano talento, sin aspirar a las esferas estilistas del mundo, en las que alguna vez cotizaron Hugo Sánchez y Rafa Márquez, y a las que renunciaron Carlos Vela y Javier Hernández, éste desde sus últimos días en el Manchester United.

Repito la radiografía del futbolista mexicano: ni es el más hábil, ni el más veloz, ni el más fuerte, ni el más alto, ni el más disciplinado, ni el más inteligente, ni el más técnico, ni el más resistente, ni el más resiliente del concierto mundial, pero, con lo poco que tiene de todas esas virtudes, pueden alcanzar, como equipo, gremialmente, resultados y actuaciones sobresalientes, como en Brasil 2014 ante Croacia y Países Bajos, hasta antes del mítico #NoEraPenal. O en Alemania 2006 ante Argentina. O en 1998 en fase de grupos, y durante dos terceras partes del juego ante Alemania.

Pero, queda claro, nadie podrá bajar a Jaime Lozano de ese sillín de acusado y ese sillón de condenado, cargando indebidamente la losa de las acumuladas herencias pútridas que le han dejado extécnicos y exdirectivos. La Copa Oro no fue suficiente, no podía serlo y no debía serlo.

Pero, no tiene salida. Tanto él como ‘La Bomba’ Rodríguez deben confrontar un dilema, que me permito retraer con una descripción de Juan Rulfo en ‘Diles que no me maten’: “Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta”.

O, en este caso, por lo menos, si “la cosa de donde podemos agarrarnos” no está muerta, sí agoniza, cortesía de Martino, Decio, Compeán, Irarragorri, De Luisa, Bonilla, los timoratos dueños de equipos, y, por supuesto, de quien lo permitió en su ignorancia injustificable o en su congruencia malévola, es decir, el mismísimo Emilio Azcárraga Jean.