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¿Qué vale más?

En las últimas semanas he tratado de entender la toma de decisiones en el futbol mexicano. Para eso, he buscado ubicarme en la realidad. En la que vivimos y en la que está enmarcada también el negocio de este deporte.

Dicha realidad responde, por encima de cualquier otra cosa, a un asunto económico. Suene bien o mal; lejos o no del romanticismo y de los “valores” del deporte, es el dinero el que marca el camino y justifica las decisiones.

La desaparición del ascenso y descenso para los próximos años o el cambio de sede de Morelia a Mazatlán son apenas un par de ejemplos. Cuestionables ambos desde el ideal de la competencia, pero igualmente inobjetables casi desde la visión de quienes invierten su dinero para echar a andar una industria de la que vivimos muchos, aunque no nos pertenezca.

Aquí entra ahora la nueva medida anunciada este miércoles y que acompañó a la oficialización de la fecha de reinicio de la Liga en México. Los dueños de equipos han perdido dinero por el parón de actividades -igual que la inmensa mayoría de empresarios en nuestro país y en cualquier parte del mundo- y ahora buscan reactivar su negocio. Para eso decidieron revivir el formato de repechaje e incluso ampliarlo. 12 de los 18 equipos que participan en el torneo avanzarán a la Fase Final. Los 4 primeros lo harán de manera directa y 8 más aspirarán a 4 lugares por medio de la repesca a partido único.

Serán 4 partidos extra que servirán para acelerar la recuperación económica. Como otras muchas empresas que saldrán a la vida en la “nueva normalidad” con la necesidad de buscar soluciones a la crisis, recapitalizarse y volver a ser negocio cuanto antes, La Liga MX está por labor. No digo que para hacerlo haya encontrado la mejor idea, pero como negocio privado que es, puede decidir lo que crea mejor.

Pero así como los dueños han encontrado en esta solución una vía rápida de escape a la crisis de dinero que ha dejado el coronavirus, ahora deberán entender que el nuevo formato podría atentar contra su propio producto. El torneo, ese producto que ellos nos venden, se divide en dos: su fase regular y su liguilla. La primera tiene rato viniendo a menos y perdiendo relevancia. No define nada, su recompensa es poca y el esfuerzo que demanda de los equipos para superarla es, en el mejor de los casos, relativo. Un esfuerzo limitado. Uno de sus efectos más inmediatos se puede medir en la afluencia a los estadios.

Y ahora todo eso se verá aún más afectado en esta primera etapa. La vara del esfuerzo requerido para salir bien librado, lejos de subir, bajará. Los mismos dueños que con todo derecho, y necesidad, entienden que alargar la liguilla tendrá un impacto a la alza para el negocio, tendrán que saber ver, que antes, a su mismo producto, le quitarán muchísimo valor. Las cuentas las saben ellos mejor que nadie. Pero no estoy seguro si 4 partidos de repechaje más una liguilla como la que conocemos valgan lo suficiente como para pelusear -porque es lo que harán- 17 jornadas de 9 juegos cada una para un total de 153 encuentros. Para ustedes, ¿qué vale más?