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Luis Enrique prefiere convocar jugadores que se adaptan a su sistema, en vez de grandes figuras

Para Luis Enrique, la selección no es una recompensa. Es un equipo. Y no es un tema de clubes, se trata de su país, y todo queda bajo su liderazgo

Primero, fue la plataforma de andamios. Después, la pantalla gigante. También el walkie-talkie. Cuando los jugadores de la selección de España se reportaron esta semana a la sede de la Federación, ubicada en el municipio madrileño de Las Rozas, para los dos últimos partidos a jugar antes del Mundial de este invierno, Luis Enrique los convocó al gimnasio para explicarles que verían ciertas diferencias en su uniforme de entrenamiento. En la parte de atrás del chaleco, cerca del GPS, el seleccionador incluyó una diminuta bocina. A través de ella, el técnico podía decirles exactamente lo que debían hacer.

“Oiréis la voz del míster”, les advirtió. Dijo que intentaría no gritarles demasiado, aunque el entrenador de España les hablaba desde su ubicación en la plataforma al lado de la cancha de entrenamientos: daba órdenes, corregía errores, dirigía sus próximos movimientos. Controlarlo todo, para así conseguir el balance perfecto.

“Cuando te enteraste, imaginabas que habría mucha información, que controlaría el partido por radio”, admitió Borja Iglesias. “Pero lo hace muy bien y es una buena forma de acercarse al jugador. Es fantástico, útil y sabe utilizarlo bien: es claro, conciso y nos ayuda”.

Con 29 años, Iglesias recibió su primera convocatoria a la selección española. Sin embargo, el delantero jugaba con el Celta B cuando Luis Enrique era su primer entrenador en 2013. Iglesias ha pasado por un largo recorrido hasta llegar a la selección: sólo había disputado un encuentro de liga con el equipo absoluto del Celta. En enero de 2015, largo tiempo después de la partida de Luis Enrique, Iglesias fichó por el Zaragoza en la segunda división, pasó dos años en el Espanyol y actualmente, disputa su cuarta campaña vistiendo la camiseta del Betis, donde marcó solo tres goles en su primera campaña. No obstante, Luis Enrique afirma que le ha seguido la pista por largo tiempo. Y Borja ha visto a su técnico muy de cerca.

La primera vez que Luis Enrique decidió que se construyera una plataforma de andamios en el complejo de entrenamientos, para así ver la sesión desde un mejor punto de vista fue cuando laboraba en el Celta, y mantuvo esa exigencia en el Barcelona. Al convertirse en seleccionador de España en 2018, Luis Enrique implementó otras innovaciones. Si esa plataforma le permitía ver sus errores, hizo que se erigiera una pantalla gigante a un lado de la cancha para así también mostrarles esos errores, en vivo y directo. Ahora, con su walkie-talkie en la mano, se mantiene a los oídos de sus jugadores, evitando sus errores. Al menos, esa es la esperanza.

Es todo un caso del Gran Hermano (“Papá saldrá por detrás de vosotros”, le dijo a sus jugadores) y mucho de la esencia de Luis Enrique.

Siempre ha sido un entrenador distinto, innovador, y en gran medida sigue su propio instinto; incluso si a veces, al darle tanta importancia a hacer las cosas a su modo, éste sugiere que en parte se debe a que no quiere hacer las cosas al estilo de los demás, más consciente del exterior de lo que le gusta reconocer, incluso si su carácter provocador es más juguetón de lo que a sus críticos les gusta admitir. Así fue en su época de jugador, cuando pasó del Madrid al Barcelona, y así es como técnico. Conducido por una determinación feroz y una convicción total. Una determinación que exige sea compartida por sus jugadores.

“Esencialmente, es el mismo [de antes]”, afirma Iglesias. “Las cosas han cambiado con el tiempo y la experiencia, pero obviamente es el mismo. Comunica una idea muy similar a la que siempre ha tenido y lo hace de la misma forma. Hace que el plantel esté muy consciente de la forma en la que él quiere jugar, la explica. Así lo hacía en el Celta. Ahora tiene más herramientas a su disposición. No sé si “capacidad” es la palabra correcta, pero ahora tiene más formas de llegar a sus jugadores. Veo una gran similitud con lo que veía hace diez años”.

“La forma de jugar está clara para todos. Todo se basa en una idea futbolística clara: somos mejores que los rivales si jugamos como lo sabemos hacer”, expresó Luis Enrique. “Si jugamos largo, muchos equipos nos van a ganar”.

Y por eso, juegan de esta forma (“así les cause a los hinchas un infarto”) y su mensaje es reiterado constantemente, tanto en palabras como en acciones: a través de una pantalla gigante y bocinas pequeñas. La filosofía no es totalmente inflexible, pero así parece, y mientras se mantiene, se mantiene con firmeza. Se expresa de forma directa, sin rodeos, sin concesiones. Se explica de forma completa y directa. No es negociable.

Si le escuchan hablar (estuvo presente durante casi una hora en la primera rueda de prensa de su concentración), es fascinante. Incluso si se está en desacuerdo con algunas de sus decisiones, las cosas quedan en su lugar y todo tiene sentido. Al menos, bajo sus términos. Y las cosas siempre se hacen bajo sus términos.

El primer día que Luis Enrique asumió el mando de La Roja, éste hizo una declaración de intenciones: el líder era él. Esta semana, expresó “si vienes y haces lo que queremos, volverás. Si no…”

Para Luis Enrique, la selección no es una recompensa. Es un equipo. Y no es un tema de clubes, se trata de su país, y todo queda bajo su liderazgo: “Veo las ruedas de prensa en las que intervienen otros seleccionadores y siento empatía hacia ellos, porque veo que les ocurren las mismas cosas que a mí: siempre se les pregunta por jugadores que no fueron convocados”, expresó.

“Es muy difícil complacerlos a todos. Eso lo entiendo. Es normal que los hinchas de cierto equipo digan: ‘oye, deberían convocar a este chico’. Me pasaba lo mismo cuando era joven: me molestaba cuando no convocaban a [los jugadores del Sporting de Gijón] Eloy y Ablanedo. ‘Hombre, venga, ¿cómo no puedes convocarlos cuando son los mejores?’”.

¿Pues, cómo? Porque quizás no sean cónsonos con el equipo. Y esa es la razón por la cual, a pesar de que quizás las decisiones de Luis Enrique no tengan sentido a criterio de algunos (y ha habido muchas decisiones aparentemente inverosímiles, muchas que podrían ser cuestionadas), para el sí lo tienen, siendo el hombre con mayor interés que nadie en que a la selección le vaya bien, el hombre con el análisis en la mano, el hombre que aporta el marco al que todo debe adaptarse.

Existe un elemento futbolístico, y también un elemento grupal, una cuestión de autoridad: por ejemplo, es importante que Luis Enrique haya creído que Sergio Ramos no fue del todo sincero con respecto a su condición física, cuando fuera convocado a su selección por última vez. Si bien uno nunca podrá saber del todo lo ocurrido con los omitidos, podemos juzgar lo sucedido con los que sí recibieron su llamado. Una vez que están con él, identificados como los jugadores que pueden moldearse dentro de su idea, éste es el lugar donde hay que ganarse su preferencia, la oportunidad de convertirse en parte de este grupo. Es aquí donde se les martilla con su filosofía, la que hay que seguir al pie de la letra. Si no lo haces, no volverás, prácticamente sin importar lo que hagas por fuera del grupo. No te ganas un sitio en la selección por lo hecho fuera de ella. Te lo ganas por lo que haces aquí adentro.

“Si me ponen a elegir entre lo que han hecho por sus clubes y lo que han hecho por mí, siempre elegiré lo que han hecho por mí”, afirma el seleccionador. Y algunas de las convocatorias más importantes y fuertemente cuestionadas se han reivindicado con el tiempo: así ha sido con Dani Olmo, Pedri, Gavi, incluso hasta con Eric Garcia.

El ejemplo más evidente es el de Iago Aspas, la mejor forma de explicar su filosofía: entre otras cosas, porque es aparentemente la decisión más difícil de explicar. Aspas es el mejor delantero español del momento y lo ha sido por bastante tiempo. Siendo sincero, no convocarlo a veces parece absurdo. Merece jugar con la selección de España. Véanlo jugar semana tras semana con el Celta y es casi imposible comprender que no haya sido llamado. Pero, entonces ¿se lo merece? Esto no es cuestión de merecimientos.

Tomen esta respuesta de Luis Enrique (la cual, cabe añadir, no se trataba explícitamente sobre Aspas, aunque de cierto modo parecía serlo y al menos se aplica a él, como al resto de los jugadores:

“Cuando los periodistas se fijan en un jugador que realmente se destaca en un momento determinado, lo hacen dentro del contexto de su club”, indicó el seleccionador español. “Pero, dentro del contexto de su club, ese jugador es el número uno y todos juegan para él. Marca todos los goles, no defiende. El contexto de la selección es muy distinto. Aquí, el equipo no juega para un solo futbolista, todos jugamos para todos. Todos atacamos, todos defendemos. He tenido muchos de esos jugadores exigidos por la prensa, llegan acá y pasa lo que pasa”.

“Un equipo no se conforma, simplemente, con los once mejores jugadores de LaLiga. No sólo se trata de decir ‘convoca a quien marca todos los goles’. Buscas una coreografía colectiva. Lo que quiero es un equipo que salga a buscar el partido desde el primer minuto, sin importar el marcador: no nos echamos para atrás, siempre nos arriesgamos, seguimos presionando alto. Cuando tenemos que defender, queremos recuperar el balón lo más rápido posible. Así hemos jugado desde que estoy aquí, siempre. Eso es lo que quiero que haga el plantel y busco los jugadores que mejor interpreten nuestra idea táctica”.

Es una idea innegociable y también inescapable. Allí está, a sus oídos, con la voz de su amo persiguiendo a los jugadores por toda la cancha.