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España, amo del toque y enemigo de los penaltis

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El Barcelona despide a Piqué con victoria en el Camp Nou (6:17)

En el último partido como profesional del histórico Gerard Piqué, el equipo de Xavi Hernández consigue un cómodo triunfo sobre el Almería y duerme como líder. (6:17)

BARCELONA -- Un penalti lanzado a lo panenka por Achraf sentenció el desastre. España, incapaz de hacerse notar durante 120 minutos de juego, se acabó de condenar en una tanda de penalties horrorosa, en la que Sarabia, Carlos Soler y Busquets fallaron sus lanzamientos. Por más que Unai atajase uno, era imposible pensar en ganar. Y la Roja, vestida de azul, se marchó para casa en unos octavos de final de pesadilla.

Y eso que, en la jornada previa, Luis Enrique aseguró, dio por hecho, que sus hombres estaban preparados, debían estarlo, para una tanda de penalties que, avisó, podía producirse en cualquier momento. Dijo que nada de suerte y que todo estaba listo, que todos los suyos tenían que llegar al Mundial "con al menos mil penalties lanzados"... Pues a la hora de la verdad, el horror más horroroso.

Imposible recordar una tanda tan desastrosa, ninguno de los lanzadores batió a Bono, que atajó a Carlos Soler y Busquets después de que Sarabia se estrenase con el poste, en un lanzamiento que el portero del Sevilla ya adivinó.

España, un año y medio después de caer en la misma tanda de la semifinal de la Eurocopa frente a Italia, dijo adiós al Mundial de la misma manera contra Marruecos. No jugó el mejor partido esperado, a pesar de mantenerse fiel a la filosofía, y acabó abocada a esa tanda decisiva contra su deseo, algo que el equipo africano agradeció de gran manera.

Al cabo de cuatro años de que Rusia, en los mismos octavos de final, la eliminase de la misma manera, se encontró el equipo de Luis Enrique en esta situación que no pocas veces se ha repetido en el combiando hispano. Ya antes, en la Eurocopa de 2012, venció las semifinales en los penalties a Portugal, como en los cuartos de final de la misma competición de 2008 y contra Italia.

Las úktimas veces fue cara primero, en cuartos contra Suiza, y cruz después, derrotada en semifinales por Italia en la última Eurocopa. Y otra vez... Para casa.

Penalties fatales y penalties soñados. Marruecos, que en 1986 alcanzó su techo en un Mundial, eliminada en estos octavos de final por un obús de Matthäus, logró en Qatar el record de su historia, metiéndose por primera vez, en su quinta participación, en los cuartos de final para delirio de su feliz hinchada.

Si ya avisó y predijo Luis Enrique un partido incómodo acertó de pleno. El combinado marroquí, apoyado por una hinchada entregada y que fue amplia mayoría en el estadio, se plantó en el césped con mucha seriedad y solvencia. Y así permaneció, entre agazapado y enseñando las uñas, los 120 minutos que duró el partido.

Buscó el vértigo por las bandas el combinado africano y quiso imponer su fútbol, pero sin fortuna, el hispano, convirtiendo el choque en una prueba de fuerza que, se temió desde bien pronto, se decantaría por quien diera un golpe de efecto. Un golpe de efecto que a los de Luis Enrique les costó horrores encontrar puesto que no disparó entre palos hasta el minuto 54, por medio de Olmo, convertido su dominio en estéril y en ocasiones insulso.

Fue una noche más incómoda de lo que se habría podido pensar para los españoles. Boufal fue una pesadilla para el debutante Marcos Llorente por un lado mientras la pareja Achraf/Ziyech preocuparon, y no poco, a Jordi Alba por el otro. Dominó España, pero nunca encontró ni espacios ni remate, disfrutando de sus mejores opciones, curiosamente, gracias a los errores rivales en la salida de balón desde atrás, en una de cuyas ocasiones se rozó el gol, con un remate de Asensio al travesaño que fue invalidado por fuera de juego.

Al contrario, y a pesar del mayor dominio hispano, fue el conjunto norteafricano el que más avisó al meta rival en el primer tiempo: a la media hora en un disparo lejano de Mazraoui que detuvo con solvencia Unai y rozándose el descanso con un nuevo baile de Boufal a Llorente que acabó con un centro que remató alto Aguerd.

El segundo tiempo, y más la prórroga, fue casi un monólogo de España, pero un monólogo en el que no se sintió nunca cómoda, estrellada contra un muro solvente y serio, donde cada uno de los jugadores rivales sabía qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo. El peor escenario en el momento menos esperado.

Se llegó sin quererlo al tiempo añadido. Como en 2018 ante Rusia, en terreno hostil (un estadio casi entregado por completo al rival) y sin que la superioridad futbolística fuera suficiente como para desnivelar la balanza a favor. De esta manera, atascada, asumió España jugársela en el tiempo extra.

Y aunque el agotamiento y el vértigo fue haciendo mella en los marroquís, y aumentando el dominio y determinación española con la entrada de Ansu y Balde que le dio un plus en el dominio al equipo de Luis Enrique, no fue suficiente. Ni en el último suspiro, con el remate de Sarabia que fue al palo... Tal como su primer lanzamiento desde los once metros.

A partir de ahí, el desastre. Y se acabó el sueño para España.