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Messi, el todopoderoso

SAN JUAN (Enviado especial) -- Era la única forma. La resurrección del seleccionado argentino solo podía suceder de una manera: gracias a la genialidad de Lionel Messi. Nadie esperaba una repentina mejora futbolística general ni tampoco la generación casi milagrosa de una nueva identidad colectiva. El único capaz de tirar el carro para que la Selección recompusiera su camino en las Eliminatorias era el Diez y capitán, que jugó como en sus mejores días.

Pocas veces el equipo nacional estuvo tan necesitado de un triunfo como en esta ocasión. La angustia de perder una final o la incertidumbre de superar o no una ronda en una Copa nada tienen que ver con el sufrimiento de saber que no clasificar a una Copa del Mundo es una posibilidad cierta. Esa es una situación límite de verdad, no una exageración de quien está acostumbrado a ganar. Por eso, la aparición del quíntuple Balón de Oro es tan valorada. Porque sin él, todo sería aún más difícil.

Messi ha jugado más de cien partidos y ha convertido casi sesenta goles con la celeste y blanca. Su trayectoria es variada y tiene más de una década. Por eso, es una temeridad afirmar que el encuentro disputado en San Juan ante Colombia es su mejor actuación con esta camiseta. Aunque es una verdadera tentación. Pocas veces Lionel fue tan determinante en el resultado. Pocas veces sus ganas de ganar quedaron tan de manifiesto.

Apenas comenzó el juego encaró de derecha a izquierda y recibió una infracción. Antes, la hinchada sanjuanina, que trató con cierta indiferencia al plantel los días previos, lo ovacionó como se ovaciona a un ídolo. Y él respondió con fútbol desde el mismo comienzo. Después, generó una falta cerca del área y marcó un gol descomunal de tiro libre. Era la primera acción de riesgo clara en favor del local y el primer grito. Ese hecho fue fundamental para encarar el partido con mayor calma y confianza.

Después de abrir el marcador, Messi brilló en todas las facetas del juego: creó, marcó, recuperó y definió. Partió desde la raya derecha, pero se movió por todo el frente de ataque. No bajó a recibir tan lejos del arco rival gracias a la presencia de un hombre como Ever Banega, quien a pesar de que no estuvo muy preciso, se asoció con criterio con el Diez.

Luego asistió a Lucas Pratto con un hermoso centro a la cabeza y a Angel Di María tras una jugada que comenzó con un taco espectacular para romper todo el sentido de la acción y terminó con el toque certero para el ingreso de Higuaín y Di María. En ambas situaciones, demostró toda su influencia en el ataque del equipo.

Dio pases exquisitos, habilitó a sus compañeros una y mil veces, serenó los avances cuando así lo requerían y los aceleró cuando era conveniente. Hasta chocó y le ganó a Carlos Sánchez, un hombre mucho más habituado a los encuentros físicos. En definitiva, Messi jugó el partido de su vida con la Selección cuando la Selección más lo necesitaba, cuando las dudas amenazaban el futuro.

De lo que sucedió después se hablará durante meses. Messi ejerció su rol de capitán y expuso las razones del grupo. El hecho tiene relevancia, pero en esta ocasión lo más importante era dejar en claro que el crack rosarino tuvo una actuación extraordinaria y que la injustica implícita del fútbol no puede ser tan cruel como para dejar a un Mundial sin el mejor futbolista de las últimas décadas.