Hace 54 años, el 29 de marzo de 1966, un hombre llamado David Corbett sacó a pasear a su perro al sur de Londres.
Pickles, nombre de la mascota, se entretuvo con un objeto en el suelo. El hombre notó que su perro tenía ante sí algo envuelto en papel de periódico. Lo recogió y se quedó sin palabras: era el trofeo Jules Rimet.
Una semana antes, en Londres, se realizaba una exposición en la que destacaba la Copa del Mundo, evento que se celebraría ese mismo verano. Un día después de la inauguración, la copa desapareció. Dicho trofeo era el original de la época y muy diferente al que conocemos hoy día. Tras la detención de un sospechoso, la Policía no logró incriminarlo. Nadie sabía nada.
Así las cosas, se ofrecieron hasta seis mil libras de recompensa por alguna pista. Perduró el silencio.
Fue entonces cuando Corbett, un fanático del fútbol, según su propio relato, encontró nueve días después -gracias a su perro- la copa cerca de su lugar de residencia. Enseguida fue a la estación más cercana y la entregó. Inglaterra respiró tranquila.
Corbett recibió la recompensa estipulada y Pickles fue condecorado. De hecho, recibió comida de perro gratis por el resto de sus días.
Lo irónico del caso es que Inglaterra terminó ganando ese año su primer y hasta ahora único mundial. Pickles, toda una estrella global, falleció al año siguiente. El ladrón de la copa nunca apareció.