Abel tiene la vida tatuada en la piel. Las iniciales de su familia, la fecha de nacimiento, una frase del rapero 50 Cent que lo identifica, la Copa América ganada con Uruguay en 2011, la cara del brasileño Ronaldo, su apodo, y el escudo de Peñarol.
Cada tatuaje es una huella, como la frase “Get Rich or Die Tryin” (Enriquecer o morir en el intento) de 50 Cent. ¿Motivos? El delantero tenía 17 años y jugaba para Central Español cuando Génova se interesó por su fichaje. Abel Hernández viajó con sus padres a Italia. Todo estaba encaminado para firmar el acuerdo. Sin embargo, el chico no superó el examen médico. La sanidad del club italiano le detectó una arritmia ventricular. El sueño se derrumbó.
“Cuando me diagnosticaron arritmia a los 17 años, el doctor me dijo que no iba a poder jugar al fútbol y con mi madre nos largamos a llorar. Con la rebeldía de joven dije que no iba a dejar de jugar. Fueron momentos muy difíciles”, recordó Hernández.
Por esos tiempos había mucha sensibilidad en el ambiente futbolero debido a la muerte súbita que había sufrido el español Antonio Puerta dentro de un campo de juego.
La amargura del pase frustrado a Italia se borró en julio de 2008 cuando Peñarol golpeó a su puerta. De la mano de su representante Pablo Bentancur, Abel Hernández cumplía el sueño de su vida: ponerse la camiseta amarilla y negra.
La Joya debutó con los aurinegros el 30 de agosto de 2008, contra Racing, por la segunda fecha del Apertura del Campeonato Uruguayo 2008/09. Abel estaba en el banco de suplentes cuando a los nueve minutos el equipo de Sayago ya ganaba 2 a 0. El trámite no cambiaba y a los 25 minutos el técnico Mario Saralegui lo mandó a la cancha. El partido fue electrizante y terminó 3 a 3 con un gol en la hora de Antonio Pacheco.
En la fecha siguiente, Abel Hernández marcó su primer gol con la camiseta de Peñarol. Fue ante Rampla en la derrota 3-2 en el Estadio Centenario. En la cuarta jornada anotó dos goles contra Cerro Largo. La gente se empezaba a ilusionar con la Joya hasta que su sueño se volvía a derrumbar.
UN MES INACTIVO
Por esos tiempos, Abel Hernández formaba parte del proceso de Selección que había instaurado Oscar Tabárez en 2006. En un control realizado por la sanidad de la Sub 20 apareció otra vez el tema del corazón. Las dudas se incrementaron. Los casos de muerte súbita en el fútbol habían disparado las alarmas.
Fue entonces cuando, en octubre de 2008, el jefe de la sanidad de Peñarol, Alfredo Rienzi, decidió someter al jugador a un electrocardiograma. Walter Reyes, el cardiólogo que observó el estudio de Hernández, se comunicó con Rienzi y le recomendó que el futbolista dejara de entrenar hasta que no se le hicieran otros estudios, reveló el periodista Diego Muñoz en una nota del portal 180.
Se hizo una conferencia de prensa donde Abel llegó a declarar que, si moría dentro de una cancha, moriría feliz. “Nunca tuve miedo, ya pasé por esta misma situación en marzo y fue lo mismo, si muero en una cancha, muero feliz”.
En cambio, el jefe de la sanidad aurinegra, Alfredo Rienzi, expresó: “Abel pasó a ser responsabilidad mía como paciente y para volver a jugar requiere de mi convicción y de la mayor certeza que la disponibilidad de la medicina hoy permite para saber si estoy tomando la decisión correcta”.
Los representantes del jugador, Pablo Bentancur y Mario Barilko, resolvieron que viajara a Italia para hacerse una resonancia magnética cardíaca para determinar qué grado de arritmia tenía y el motivo por el cual la sufría.
A partir de entonces, Abel pasó más de 30 días inactivo. “No era lindo ver todos los días a mi madre llorando durante un mes. Eso me rompió el corazón”, reveló el jugador en el libro Vamos que Vamos.
Allí nació su admiración por el rapero 50 Cent, un músico que tuvo una infancia compleja y estuvo a punto de morir cuando, en un intento por asesinarlo, recibió nueve impactos de bala. Encerrado en un cuarto de su casa, Abel miró más de una vez la película autobiográfica de la vida de 50 Cent llamada “Get Rich or Die Tryin” (Enriquecer o morir en el intento). La historia lo marcó tanto que se tatuó la frase en su cuerpo.
EL REGRESO Y EL PASE
Finalmente, la sanidad de Peñarol determinó que Abel Hernández no padecía displasia, una enfermedad que causa la muerte súbita en los deportistas, y el delantero recibió el visto bueno para regresar a las canchas.
Abel volvió a jugar el 7 de diciembre de 2008, contra River Plate en el Centenario, por la fecha 12 del Torneo Apertura. Poco tiempo después, emigró. A inicios del año 2009 su pase fue adquirido por el Palermo de Italia donde se encontró con Edinson Cavani, quien ofició de guía en la primera salida de Abel al exterior.
“Edi me llevaba a los entrenamientos porque todavía no tenía libreta de conducir, hacía de traductor, me aconsejaba y me ayudó a instalarme en Sicilia. Durante los primeros seis meses fue como mi padre o mi hermano mayor”, reconoció la Joya.
El resto de la historia es conocida, Abel Hernández se transformó en un trotamundos del fútbol. Defendió a la Selección Uruguaya en Eliminatorias, Juegos Olímpicos (Londres 2012) y Mundiales (Brasil 2014).
Entre tantos mojones de su carrera, el actual delantero de Rosario Central jugó en la Premier League con Hull City, en el Brasileirao con Internacional y Fluminense, y entró en la historia al consagrarse campeón de la Copa América con la Celeste en 2011, aunque en 2023 no pudo conseguir el título que más quería: ser campeón uruguayo con Peñarol, rival del Canalla en el Grupo G de la CONMEBOL Libertadores 2024.