Don Gregorio iniciaba la reconstrucción. El panorama no era sencillo. Peñarol tenía abierta la herida de los goles clásicos del panameño Dely Valdés y cargaba con una pesada herencia económica.
El “bombero”, como llamaban al contador José Pedro Damiani, había regresado a la presidencia del club y para obtener fondos frescos se organizó una gira a Europa durante el receso de agosto.
El primer equipo aurinegro se subió al avión y se fue al viejo continente a jugar siete partidos contra Cruzeiro, Steaua Bucarest, Sevilla, Betis, Olimpiakos, Parma y Palmeiras.
Mientras tanto, en Uruguay quedaron Nelson Daniel Gutiérrez, que no viajó porque recién había firmado contrato tras salir de una intervención en la rodilla, y el Canario Nelson Olveira bajo las órdenes de Alejandro Botello, asistente técnico de Gregorio Pérez.
Para que Gutiérrez y Olveira no entrenaran solos, se armó una selección con los mejores futbolistas de las formativas, que no dejaban de ser pibes de 16 y 17 años que jugaban en Cuarta y Quinta división bajo la conducción de Jorge Fossati.
El tema es que el equipo principal de Peñarol demoró más de la cuenta en volver y se resolvió afrontar el debut de la Copa Conmebol con los gurises del club entre los que se encontraba un chiquito pelilargo llamado Antonio Pacheco.
Cuando lo ascendieron al primer equipo el chiquilín tenía 16 años y quedó marcado por una anécdota que vivió con uno de los referentes como José Chueco Perdomo al que llamaba Jefe.
“En su primera práctica en el plantel principal veo a Pacheco con unos zapatos que no daban para practicar, así que como calzamos más o menos lo mismo le regalé unos Adidas que tenía nuevitos. Al tiempo me enteré que le quedaban chicos y le hicieron unas ampollas bárbaras, pero que se los ponía en todos los entrenamientos, porque recién lo habían ascendido y cómo me iba a decir a mí que no iba a utilizar los zapatos que le había regalado, les decía a sus compañeros jóvenes”, reveló Perdomo en el libro Quinquenio, la historia por sus protagonistas.
“En esa época no es como ahora, tenía un solo par de zapatos que estaban un poco desgastados. El Chueco me miró y me dijo: ‘¿Cómo vas a entrenar con esos zapatos?’. No sabía qué decirle. Me preguntó cuánto calzaba y allá fue, trajo unos nuevitos, que tenía. Lo que nunca supo el Chueco, que en ese momento era el Jefe, que me quedaban chicos. Nunca se enteró de eso hasta muchos años después. Con esos zapatos jugué seis meses hasta que me animé a ponerme los viejos, que me quedaban bien. ¡Mirá si iba dejar de usar un par de zapatos que me había regalado el Chueco! No me los quería sacar, aunque me lastimaran. Además, me sacaba cartel en el barrio, decía: ‘Me los dio el Chueco’. ¿Si me dolían los dedos? Me duelen hasta hoy. Pero valió la pena”, expresó Pacheco en el referido libro.
EL DEBUT EN PRIMERA
Con aquellos zapatos Tony debutó en el primer equipo de Peñarol un día como el de hoy pero de hace 30 años.
Para Pachequito, como le decían don Gregorio, era increíble vivir aquel sueño. Es que, hasta la semana previa a integrar el plantel de Primera -en agosto de 1993-, Tony jugaba en Quinta y entrenaba algunos días en Primera. Pero todos los fines de semana estaba religiosamente como un habitante más de la tribuna Ámsterdam donde, junto con su familia y un grupo de amigos, iba a ver a Peñarol.
Tony recuerda absolutamente todo. “El primer viaje a Los Aromos fue inolvidable. Ese día llegué una hora antes, mirá si todavía se iba y me dejaban. No me conocía nadie”, recordó.
Su felicidad fue enorme tras ser confirmado en el plantel que se concentró para jugar el 11 de agosto de 1993 ante Huracán en el Estadio Centenario. “En esa concentración no pude dormir, ni antes ni después del partido. Porque hay que ver lo que significaba todo aquello. Hasta la semana anterior había estado en la tribuna, y ese día estaba dentro de la cancha. Fue muy especial aquel momento. Era tocar el cielo con las manos”, expresó.
Aquel día Peñarol salió a la cancha con Carlos Díaz, Nelson Olveira, Nelson Gutiérrez, Augusto Consani y Álvaro Marenco; Gustavo Rehermann, Gustavo Da Silva y Diego Ciappesoni; el Varilla André González, Gustavo Ferreyra y Heberley Sosa.
Huracán jugó con Gutiérrez, Vattimos, Rinaldi, Unali, Brítez, Ledesma, De Felippe, Morales, Delgado, Arias y Juan Cruz Cruz.
A tres minutos del final del partido se produjo el debut de Tony Pacheco que, con la camiseta número 19, ingresó en sustitución de Sosa. Peñarol ganó 1 a 0 con gol de penal de Ferreyra. En la revancha, los aurinegros igualaron 1 a 1 en el estadio Tomás Ducó y clasificaron a la siguiente ronda. Pacheco entró a 10 minutos del final del encuentro.
Peñarol llegó a la final de aquel torneo que terminó perdiendo con Botafogo de Brasil. Pero acaso aquel comienzo de la Conmebol marcó un antes y un después en su historia. Es que nadie imaginó que aquel chiquito de 16, llamado Antonio Pacheco, que no se animó a decirle al Chueco Perdomo que los zapatos que le había regalado le apretaban los dedos, se transformaría en el último gran ídolo del club.