El fútbol uruguayo está de luto. Nuevamente un ex jugador optó por quitarse la vida. En este caso se trata de un múltiple campeón como Waldemar Victorino, de quién guardo muy buenos recuerdos, como jugador y persona. Viví como periodista los más grandes momentos de Victorio. La Libertadores del 80 con Nacional y el gol ante el Inter de Porto Alegre que desató un carnaval en las calles de Montevideo hasta la madrugada. La intercontinental en Japón el 11 de febrero, también con su gol y antes en enero el Mundialito Copa de Oro de Montevideo, haciendo goles en casi todos los partidos y el decisivo de la final ante Brasil. Antes de llegar a Nacional, jugó en Cerro, Progreso y River Plate. Luego se fue al Cagliari y también jugó en Ecuador, Colombia, Argentina, Venezuela y Perú.
Dirigió formativas en Nacional y siempre lamentó las escasas oportunidades que se le dieron. Hay muchas versiones de por qué tomó esa decisión. Es lo que menos importa. Lo recuerdo con su sonrisa cada domingo de mañana en Deporte Total. Lo recuerdo cuando dejé el relato en el Museo del Fútbol junto a decenas de actuales y ex jugadores, entrenadores y dirigentes hablando de fútbol con su capacidad intacta como cuando le daban un espacio en el área. Y con este recuerdo quiero quedarme.
Es una realidad que estas cosas suceden cada vez con más frecuencia y el fútbol, los clubes y sus dirigentes no pueden hacerse los distraídos.
Y más allá de las críticas que recibió el presidente de Peñarol por cuestiones deportivas, nadie puede dudar que la llegada del "Indio" Olivera o la decisión de que Fernando Morena esté en el club son decisiones humanas y necesarias para aquellos que le dieron gloria a los clubes. Lo dijo el propio Olivera en nota, al enterarse de lo de Victorino, que él estaba completamente perdido cuando dejó el fútbol y que la llamada de Ruglio lo rescató y le permitió ofrecer todo lo suyo al club al que le dió todo en su vida deportiva.
Y eso es lo que los clubes y sus dirigentes deben entender. Algún día en este país se deberá reconocer a los que nos llenaron de gloria. No nos importa lo que ganan los jugadores ni los presupuestos de los planteles, pero no puede ser, no hay forma, que aquellos que le dieron al fútbol uruguayo y a sus clubes, la gloria y los títulos que tienen, terminen olvidados y dejados de lado. Alguien puede decirme que Victorino no era capaz de realizar trabajos de definición, como el gran goleador que fue o que el “Indio” Olivera no es el ideal para trabajar en cómo deben desempeñarse los zagueros. Creo que ahí está el camino, pero lo tenemos que hacer cuanto antes. De lo contrario seguiremos lamentando cosas así.