“Ahora tendrá que jugar su partido la hinchada, y no tengo dudas de que lo jugará, porque ha demostrado que es única en el mundo. Peñarol es pueblo. Por historia, por todo esto que está en la calle”.
Las palabras del entonces presidente aurinegro, Washington Cataldi, entraron en los hogares de los peñarolenses. La gente se embaló. Era 1981, y en tiempos donde el marketing era una palabra extraña y no existían las redes sociales, Peñarol se embarcó en una campaña inolvidable bajo el lema: “A Morena lo traemos todos”.
La idea no era otra que organizar una colecta popular, como se pretende realizar ahora para retener a Leo Fernández, donde los hinchas pusieran dinero para repatriar a Fernando Morena que jugaba en Valencia de España.
La tarea no era sencilla. Primero había que moverle el piso a Valencia, después apelar al corazón de Morena -que terminó resignando mucho dinero-, y finalmente a la gente.
El presidente Cataldi, viejo zorro, armó una campaña mediática inigualable, con un jingle que fue furor entre los aurinegros y que decía:
“A Morena lo traemos todos, porque todos somos Peñarol.
Una hinchada que se juega entera, por Morena el gran goleador.
A Morena lo traemos todos, porque todos somos Peñarol.
Y le vamos a mostrar al mundo que podemos, podemos, podemos… ¡Traer al campeón!”
Según la noticia del periódico El País de Madrid del 1º de abril de 1981, la directiva de Valencia aceptaba el traspaso del futbolista Fernando Morena a Peñarol por una cifra inferior al millón de dólares.
Según cuenta la crónica: “El traspaso del jugador uruguayo, del Valencia al Peñarol de Montevideo, se puede dar por hecho. El tema fue tratado ayer en la reunión que celebró la junta directiva del Valencia. Según parece, el club valencianista cedió algo en sus pretensiones económicas y está dispuesto a que el traspaso se efectúe por una cantidad inferior al millón de dólares.
El Valencia accedió al traspaso de Morena porque le resultará una inversión rentable. Pagó por su fichaje al Rayo Vallecano, la pasada temporada, 53 millones de pesetas, según fuentes del club valencianista, con lo que resultarían unos beneficios de unos treinta millones de pesetas extras por la venta de Morena”.
“A Morena lo traemos todos”
Y mientras todo eso ocurría en España, por estas tierras los carboneros iniciaban la movida.
El 29 de abril de 1981, Peñarol lanzó la campaña anunciando que se podía colaborar de varias formas.
La primera era una sobrecuota voluntaria en la que estaba incluida la entrada al encuentro del 21 de mayo en el Centenario entre Peñarol y Valencia, ocasión en la que Morena vestirá nuevamente la casaca aurinegra.
El diario La Mañana del 29 de abril informaba que: “Esta sobreventa tiene varios valores. En efecto, el costo depende de la localidad a la que el asociado aurinegro quiera concurrir en el encuentro del 21 de mayo. Si desea ir a la tribuna Colombes o Ámsterdam, la sobrecuota será de N$ 100; la Olímpica N$ 150; platea América N$ 200, tribuna América N% 200 y platea América N$ 250. Las damas y los menores abonarán N$ 50, 80, 100, 100 y 150 respectivamente”.
El sueño se hizo realidad
El 6 de abril de 1981, Fernando Morena volvió a Uruguay para firmar contrato con Peñarol. Lo que jamás imaginó el Nando, como se lo conocía, fue el recibimiento que le brindó la gente.
Cuando Morena se asomó por el Boeing de Cruzeiro que lo depositó en suelo uruguayo, los hinchas mirasoles estallaron en cánticos y vivas. Una caravana de autos acompañó su trayecto del aeropuerto a la AUF donde se tuvo que cortar la calle Guayabo.
Una vez estampada la firma, Morena fue trasladado al Palacio Peñarol donde lo esperaba la hinchada aurinegra. El recibimiento fue una locura…
Morena, visiblemente conmovido, tomó la palabra: “Es muy difícil poder explicar lo que siento en este momento, lo que siente mi familia, y mis amigos, porque esto va a ser irrepetible. Nunca nada me sucedió, ni me sucederá, como (lo que viví) desde que pisé el aeropuerto de Carrasco”.
Y concluyó diciendo: “Porque si yo en agosto del 79, cuando me fui a Rayo Vallecano, hubiera sabido que la gente de Peñarol me quería como me quiere, no me hubiera ido nunca”. El Palacio estalló.
Con el regreso de Morena, Peñarol fue campeón uruguayo en 1982, campeón de América y de la Copa Intercontinental.