Hace pocos días se difundió en un grupo de Whatsapp un relato de un hincha de Wanderers que muestra cómo se vive el fútbol en Uruguay y, en especial, cómo lo sienten los hinchas de los equipos chicos. ESPN habló con él.
Hace 18 años, Daniel Castells, un fanático de Wanderers, vivía con su familia en la zona rural de Florida cuando Agustín, su hijo de ocho años, se cayó desde una altura y se golpeó la cabeza, quedando inconsciente. Lo llevaron de apuro a la urgencia médica y empezó a vomitar. Los nervios iban en aumento y la doctora pidió que se lo trasladara en ambulancia a Montevideo.
Castells y su esposa fueron en su auto por detrás todo el camino. No tenían cómo saber cuál era el estado de salud de su hijo dentro del móvil. La ambulancia atravesó Montevideo a toda velocidad, pasando semáforos en rojo. Cuando llegaron al centro médico, bajaron al niño y lo ingresaron para examinarlo, pero Daniel no pudo verlo porque venía por detrás y tenía que estacionar el auto.
Los médicos hicieron que los padres esperaran en una habitación cercana a donde analizaban al niño. Seguían sin saber si su hijo había evolucionado de alguna forma. Lo habían visto por última vez una hora y media antes, cuando lo subieron a la ambulancia en Florida. Sólo podían guiarse por lo que escuchaban de las voces de los médicos. Estos le preguntaron al niño cómo se llamaba, pero los padres no percibían que hubiera respuesta alguna. Daniel captó otra pregunta: “¿Te gusta el fútbol?”. Nada. Escuchó una más: “¿Sos de Nacional o de Peñarol?”. Tampoco. Pero, en ese momento, llegó la sorpresa. “¿¡De Wanderers!?”, vociferó el doctor. Allí, Daniel respiró tranquilo. Le volvió el alma al cuerpo: si el médico había nombrado al club, era porque Agustín lo había mencionado. Miró a su esposa y le dijo: “está despierto y está bien. ¡Vamos, carajo! ¡Wanderers, carajo!”.
El relato lo difundió Castells en un grupo de hinchas y allegados al equipo del Prado. En una entrevista con ESPN, el hincha bohemio dijo que en ese grupo se suelen compartir distintas anécdotas sobre Wanderers y, por eso, eligió contarla. Sin embargo, no tenía demasiadas expectativas de que fuera a generar algún tipo de repercusión. “Lo hice con miedo de que nadie en el grupo se interesara. Y al rato de mandarla, tenía una respuesta atrás de la otra acerca del relato y me impactó, fue sorpresivo”, contó.
Daniel explicó que se crio en el Prado, donde nació su pasión por el bohemio, y de grande se mudó a Florida para trabajar en el campo, donde crecieron sus hijos. Mencionó que le costó mucho convencer a sus niños del amor por esos colores, ya que, en esa época, era prácticamente imposible enterarse de los resultados del equipo en una zona rural, sumado a que el club pasó algunos años en la Segunda División. “Las noticias llegaban salteadas, no es como ahora; y en Florida no tenían ningún conocido de Wanderers. No veíamos los partidos ni nada. Me acuerdo que el año en que subió Wanderers, que jugaban Eguren, “Chapita” Blanco, Nanni, etc, lo pasaron en la tele y vimos el ascenso. Para mis hijos fue la primera vez que lo veían”, recordó.
Sin embargo, la pasión pudo más y, hoy en día, Daniel disfruta de seguir a su equipo desde las tribunas del Parque Viera junto a sus cinco hijos, todos bohemios. Entre ellos, Agustín, que hoy es contador; se recuperó rápidamente de aquel accidente y no tuvo ningún tipo de secuelas.
Castells planteó que no tenía dudas de que lo que sienten los hinchas de los cuadros menores es diferente a lo que les pasa a los fanáticos de los grandes en Uruguay. “Es como una familia: la cancha, el ambiente, la relación con los jugadores, con los hinchas, es otra cosa. Y en Wanderers eso se vive”, agregó.
Aquel día, como un integrante más de la familia Castells, Montevideo Wanderers apareció cuando más se lo necesitaba. Como todos los cuadros chicos, está acostumbrado a las difíciles y esa vez decidió devolverle a un hincha todo el apoyo brindado. Lo que le regaló no fue un gol para gritar, sino la demostración de que la frase “vayas a donde vayas” funciona en ambos sentidos.