Dos años después de su apertura, el Estadio Azteca fue propuesto para recibir la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1968 y recordamos esa historia a 50 días del inicio de París 2024
El plan original para la inauguración de los Juegos Olímpicos de México 1968 era el Estadio Azteca. Las dificultades técnicas lo impidieron y el evento terminó en el lugar más propicio, el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria.
Por allá de 1966, hubo una reunión en la Ciudad de México. En ella estuvieron los representantes del gobierno, el propietario del inmueble, Emilio Azcárraga Milmo y el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, junto con su socio Rafael Mijares, para analizar las posibilidades de que el Estadio Azteca fuera la sede de la inauguración de los Juegos Olímpicos de México 1968, dos años antes de la Copa del Mundo de 1970.
Era imposible. “Un día, cuando estábamos viendo lo de las sedes de los Juegos Olímpicos, suena el teléfono y me dicen al otro lado el arquitecto Rafael Mijares: ‘hay una opción, hablamos con el secretario de obras públicas, Gilberto Valenzuela, habló Pedro con Gil, quieren ver la posibilidad de que el Azteca sirva para la inauguración de los Juegos Olímpicos dentro de dos años’”, recuerda el arquitecto Luis Martínez del Campo, el encargado de la obra del Coloso de Santa Úrsula, en entrevista con ESPN.
El Estadio Azteca apenas había sido estrenado, un 29 de mayo de 1966, y ya se pensaba en hacerle modificaciones a pocas semanas de su apertura. El concepto original de la sede de la Copa del Mundo 2026 era que fuera un inmueble “sólo para el futbol” y esa ambición duró poco, ya que se quería transformar para ser la casa de los Juegos Olímpicos 1968. “Había intereses de que el Azteca fuera Olímpico. Le dije a Rafa Mijares que era una aberración: ‘existe el de CU que tiene todo, no, no me están pidiendo una tontería’. Me acuerdo que era un jueves”, hurga en su memoria el arquitecto Martínez del Campo, al tiempo que revisa sus apuntes de hace 58 años.
‘Lo necesito para ya’, gritó el arquitecto Rafael Mijares por teléfono. “Me dijo que se la trajera mañana al despacho, la propuesta de modificaciones, le dije que no terminaba. Le pregunté cuándo lo tenía que entregar. Me respondió que el sábado, que nos veíamos en la explanada de la Sopa, a las 11:30 de la mañana, porque a las 12 se presentaba. Ahí voy con otros dos cuates, estuvimos dos noches y dos días haciendo la conversión del Estadio Azteca a un estadio Olímpico”, recuerda el arquitecto residente del inmueble que será sede de tres inauguraciones de Copa de Mundo.
El plan de convertir el Estadio Azteca en Estadio Olímpico se ejecutó, pero sólo en papel: “Había que rellenar las gradas del Estadio, para que cupieran las pistas de atletismo, un desmadre, terminamos sin dormir varios días. Se podía hacer la conversión, pero no iba a tener la mejor vista”.
“Llegué al cuarto para las 12, sin dormir, y me dijeron que Mijares estaba furioso. Ya había entrado el arquitecto Pedro Ramírez. Me dijo Rafa que si no tenía idea de qué es tener puntualidad, y le dije que si no sabía que era trabajar dos noches y dos días sin descanso.
Entró y a las dos horas salieron los tres: Rafa, Gilberto y Pedro Ramírez, venía hablando con Emilio Azcárraga”, narra Luis Martínez del Campo.
La historia terminó como empezó, como un mal chiste: “Azcárraga, que era muy chistoso, dijo, ‘mis dos cuates salieron del consultorio del médico porque uno iba a consulta, iba diciendo que qué tenía ser piscis, géminis. Se quedó pensando e hizo una pausa con silencio, el otro le dijo: Tienes cáncer, tonto. El Tigre tenía sus puntadas, todos nos reímos y ya el estadio se conservó como está, sin ser Olímpico”, recordó Luis Martínez del Campo.