El argentino Agustín Tapia es, para muchos, el mejor jugador de pádel del mundo. Nacido en Catamarca hace 24 años, decidió a fines de la temporada pasada conformar con el español Arturo Coello una pareja que está cambiando la historia de este deporte.
Sin embargo, hace apenas nueve meses ni él ni Coello imaginaban este presente.
"Cuando nos juntamos con Arturo, ninguno de los dos pensó que nos íbamos a entender tan rápido. Sabíamos que éramos jugadores bastante agresivos, que venían de jugar con compañeros experimentados. Entonces imaginábamos lo que podíamos dar, pero no sabíamos cómo íbamos a congeniar. Pero desde la primera vez que jugué con él dije: 'Acá hay algo'. No sé por qué, pero desde el primer día parecía que ya llevábamos mucho tiempo juntos", le cuenta el catamarqueño a ESPN.com en el estadio Aconcagua Arena, donde se disputa esta semana el Mendoza Premier Padel.
Tapia-Coello, que este domingo desde las 14:00 de Argentina van a disputar la final del Mendoza Premier Padel en vivo por Star+, llevan ganados desde que se unieron 12 títulos sobre 15 torneos jugados, y nunca fueron eliminados antes de semis.
Obtuvieron 46 triunfos consecutivos, matriculándose como la pareja en activo con la mejor racha de victorias, y quedando a apenas 7 festejos de la marca establecida en World Padel Tour (WPT) por el argentino Fernando Belasteguín y el brasileño Pablo Lima, que ganaron 53 partidos consecutivos en 2015.
¿Cuál es la clave del éxito junto a Coello?
Una de las claves fue congeniar desde el primer momento. Somos jugadores que tenemos mucho winner. Ofensivamente estamos muy bien, pero teníamos que ver cómo nos íbamos a llevar adentro de la cancha.
Y también el apoyo que nos da nuestro equipo. A ellos hay que darles mucho mérito porque son gente que sabe mucho de esto y nos llevaron hasta el lugar en el que hoy estamos.
¿Después de haber ganado prácticamente todo y haber llegado al Nº1 del mundo, cómo mantienen la motivación?
Es muy difícil, más de lo que parece, encontrar la motivación en cada torneo, cada partido. Con Arturo somos concientes de que todavía no somos los Nº1 porque somos partidarios de que la pareja número uno es la que termina a final de año ahí arriba de todo en el ránking, con más títulos que el resto. Entonces, nosotros venimos bien encaminados pero somos concientes de que en esta segunda mitad del año, si bajamos un poco el pie del acelerador, vienen atrás excelentes parejas, como (Martín) Di Nenno y (Franco) Stupaczuk que vienen atrás nuestro y sabés que tienen el nivel de Nº1. No nos podemos confiar, y tener a ellos y a (Juan) Lebrón-(Alejandro) Galán y a Paquito (Navarro)-(Federico) Chingotto por detrás, nos motiva a estar en cada torneo al 100 por ciento.
¿Cómo hablaron en la pareja este tema? Porque la realidad es que en el ránking son hoy los Nº1...
Desde el torneo en Vigo, que fue cuando llegamos al Nº1, yo dije en el equipo “todo bien, llegamos pero la cosa es a final de año y después tener que defenderlo”. Veníamos haciendo un año increíble, pasó todo muy rápido y dijimos eso, que tenemos que ser concientes de que llegamos pero todavía falta.
Tapia era un niño desgarbado y ya se destacaba en las categorías juveniles de Argentina por su desparpajo dentro del 20x10.
Ya siendo adolescente comenzó a jugar el circuito profesional argentino, donde rápidamente subió en el ránking hasta alcanzar el Nº1 en 2017 con Luciano Soliverez como pareja.
En 2018 llegó a España para sumarse al mejor pádel del planeta, y no paró nunca de crecer. Sin embargo, hace un año y medio hizo un click definitivo que lo llevó, hace unos meses, a alcanzar la cima del ránking mundial.
En todo este proceso, ¿qué crees que te llevó a ser el Agustín Tapia que sos hoy?
Yo vivo en España hace cinco años y medio. Pero hace un año y medio llegó mi familia. Mi padres y mis hermanas se vinieron a vivir conmigo. Y eso me cambió la vida, tanto en el aspecto deportivo como en el personal.
Me fui de muy pequeño de casa. Tengo hermanas más chicas, que nos las pude ver crecer por mucho tiempo y ahora, tenerlas conmigo allá en Barcelona, me hizo otra persona y otro jugador. Porque quieras o no, eso te hace jugar a otra cosa, pensar en cosas buenas y no en tener que estar terminando un partido y hacer una videollamada a tu mamá llorando….