El 11 de junio de 2017, a los 34 años, Demián González había jugado su último partido en la Selección Argentina de vóleibol: fue derrota en cinco sets frente a Irán, en Teherán, en la edición final de la tradicional Liga Mundial. “Mumi” era el capitán de ese equipo.
Seis años más tarde, en octubre de 2023, recibió un mensaje de WhatsApp de Eliseo Ramos, el mánager de la celeste y blanca, preguntándole si podía llamarlo. El armador, que juega en Renata Campinas, no se imaginó lo que vendría después: la propuesta de sumarse al equipo nacional en los Juegos Panamericanos, las consultas con su familia y su club, los nervios por tener el pasaporte vencido y, al final, la emoción de volver a representar al país. Un huracán de emociones.
“Es como si respirara un aire nuevo. Volver a tener esa sensación de vestir la camiseta de la Selección, jugar en otro país, representar a Argentina en un torneo importante... ¡son todas cosas muy lindas! Estoy agradecido de haber podido jugar un torneo más. En 2017 ni siquiera me había podido despedir”, dijo emocionado, en diálogo con ESPN.
El 4 de noviembre, cuando Argentina perdió con Brasil la final de los Juegos de Santiago 2023, Demián González se transformó en el jugador más veterano en haber vestido la camiseta de la Selección de vóleibol en torneos oficiales: 40 años, 8 meses y 12 días.
“La pasé muy bien en los Panamericanos. Y el grupo me aceptó muy bien. Por supuesto, conocía a algunos pibes, pero otros eran muy jóvenes y no nos conocíamos”, describió “Mumi”.
“De hecho, quedó una anécdota muy graciosa, porque fuimos directamente a entrenarnos a Chile. El primer día, empezamos a elongar, calentamos y comencé a levantar. Los más pibes le pegaban con una ‘salud’ tremenda. Y se ve que alguno me vio medio viejo y lo llamó a Bruno Lima y le dijo: ‘Arma bien, éste. ¿Quién es?’. Y Bruno le respondió: ‘¿No lo conocés, boludo? Es Demián González’. Ja”, completó la historia entre risas.
–¿Te tantearon primero antes de convocarte? ¿Cómo fue ese primer contacto?
–Eliseo Ramos me mandó un WhatsApp preguntándome si me podía llamar. Lo conozco desde la época de Club de Amigos. Me llamó y yo no entendía nada. Me dijo: “Mirá, salió tu nombre y nos gustaría que pudieras venir a los Panamericanos a Chile. Por tu experiencia, sería importante para los más pibes”. Yo le pregunté si me estaba llamando para jugar o para sumarme a la comisión técnica, ja. Sé que hay muchos pibes que vienen surgiendo y creciendo y no quería ser un impedimento. Y me respondió que la idea era llevar a uno de los más pibes, que fue Ezequiel (Vazquez), y uno con más experiencia, que fui yo.
–¿Diste el sí automáticamente?
–No me esperaba la propuesta. Me agarró totalmente es sorpresa. Obviamente, fui súper agradecido, pero quería consultar con mi familia y tenía que hablar con el club, porque era un torneo que no está en el calendario FIVB y no hay obligación de ceder a los jugadores. Por supuesto, tenía muchas ganas, porque en 2017 no me fui de la manera ideal y, además, nunca había jugado unos Panamericanos. Cuando el club me dio el “ok”, le dije a Eliseo que aceptaba la propuesta y me pidió el pasaporte. ¡Lo tenía vencido!
–Noooo, ¿y entonces?
–Le empecé a decir que era en Chile, que es el Mercosur, que tenía que haber alguna forma. Y no. Tuve que hacer un viaje relámpago a Argentina para poder sacar el pasaporte. Si no, no hubiera podido jugar. También hizo una gestión Facundo Rizzone, el coordinador de selecciones. Después intercambié mensajes con Marcelo Méndez, el entrenador principal, para agradecerle la posibilidad. Él tiene muy buena relación con Horacio Dileo, mi técnico en Renata, así que lo contacté y le di las gracias.
–¿Cómo fue esa experiencia de jugar unos Panamericanos a los 40 años? ¿Cuánto la disfrutaste?
–Muchísimo. Fui con otra cabeza: a disfrutar, obviamente, pero también con responsabilidad, porque uno siempre quiere lo mejor para la Selección. A esta edad, y con la experiencia que uno carga, va viendo y sintiendo cosas distintas. Tenés otra visión de juego y percibís cómo están los atacantes hasta en sus miradas. Tenés otra percepción y entendés cómo llevar el juego. Además, disfrutaba de la entrada en calor, el Himno, los partidos. El grupo fue buenísimo y la comisión técnica (con Martín López como entrenador principal), también. No se nos dio la medalla de oro, pero Brasil fue con un equipo más preparado y nos ganó la final.
–Sos el único jugador en haber disputado un torneo oficial con la Selección a los 40 años. ¿Significa algo especial o es más que nada una anécdota?
–Me sorprendió saber que soy el más veterano en haber jugado. En los Panamericanos, “el Zurdo” Darraidou (exjugador de Selección) me dijo que te iba a preguntar, porque tenías todos los datos históricos. Tengo una gran relación con “el Zurdo”: lo quiero mucho y lo respeto un montón. Y ahí te contactó. Cuando vi la lista de los que jugaron hasta edades avanzadas sentí un honor muy grande. Pero tampoco es que estoy pensando tanto en eso. Es más que nada una anécdota que me genera orgullo.
El sueño de una vida y la espina aún clavada
“Agradezco haber podido jugar un torneo más con esta camiseta. En 2017 fuimos a Rusia e Irán por la Liga Mundial y volví con mucho dolor en los tobillos. Y en octubre de ese año me rompí un tendón de Aquiles”, relató Demián.
“Ahí entendí que el cuerpo necesita descanso. En esa época casi no paraba, porque terminaba la temporada de clubes y, prácticamente sin frenar, me sumaba a la Selección. Había nacido mi segundo hijo y pude darle tiempo a mi familia, porque por ejemplo nunca nos habíamos podido ir de vacaciones los cuatro juntos”, agregó.
–Después de 2017, ¿cómo fue tu relación con la Selección? ¿Seguiste prendido a los partidos, por ejemplo?
–Obviamente, alentaba. No veía todos los partidos, pero por supuesto generé amistades y vínculos que van más allá del vóley, así que seguí en contacto y cada tanto hablaba con chicos como Seba Solé, Facu Conte o Martín Ramos. Me puso muy contento la medalla de bronce de los Juegos Olímpicos de Tokio: fue un premio a ese grupo que había trabajado tanto durante tantos años.
–Si tenés que elegir, ¿cuál fue tu gran momento en la Selección?
–Los Juegos Olímpicos de Río 2016. Era mi sueño desde chico: estar en unos Juegos Olímpicos. Justo enganché la camada de Luciano De Cecco y Nico Uriarte, que estaban siempre muy bien, y yo estaba tercero, peleando para entrar. Se dio en 2016 que conseguí el lugar que tanto deseaba. Fue algo muy fuerte: la inauguración, la ceremonia de clausura, el día a día en la Villa Olímpica, ver a los atletas de todas partes del mundo. Además, fueron mi mujer, mis hijos, mis hermanos, mi viejo. Un día conseguimos permiso para que entraran a la Villa: se deslumbraban con los jugadores de la NBA, de otras selecciones de básquet, handball o cualquier otro deporte.
–¿Sentís que ese equipo estaba para más? Fueron primeros en el grupo y en cuartos de final les tocó Brasil, que casi queda eliminado en primera fase.
–¡Ni me lo digas! Hasta hoy es una espina que no me puedo sacar y no creo que me pueda sacar nunca. Habíamos hecho una Liga Mundial que no fue excelente, pero ganamos partidos muy importantes contra Francia, Rusia y Serbia. En los Juegos ganamos cuatro de los cinco partidos y perdimos con Polonia, pero quedamos primeros en el grupo. ¡Histórico para Argentina! Brasil salió cuarto de su grupo y nos terminamos cruzando con ellos.
–El partido fue parejo y el set que ganó Argentina fue claro y contundente.
–Nosotros especulábamos que nos podía tocar Canadá o Francia, por ejemplo. No digo que fueran fáciles, pero si pasábamos ese juego, en “semis” nos tocaba de nuevo Rusia, a la que le habíamos ganado dos veces ese año: en la Liga Mundial y en los Juegos. El partido contra Brasil fue luchado. Y se nos lesionó Facu Conte. Con la calidad y la experiencia de sus jugadores, Brasil creció durante el partido, nos eliminó y después terminó siendo campeón. De todas maneras, también me queda en la memoria que todos los partidos de la Selección eran una marea de argentinos. Fue una cosa espectacular, muy especial.
Hay cuerda al menos para dos años más
“Actualmente me estoy sintiendo bien físicamente. Gracias a Dios. Bah, no: gracias a la gente de Campinas, al preparador físico, a todos los que me cuidan. A los 40 años llego muy bien a los partidos, pero quizás me cuesta un poco más el postpartido, la recuperación. De todos modos, casi no estoy pasando por fisioterapia, porque, insisto, me siento muy bien”, detalló “Mumi”.
–En Argentina fuiste campeón con Club de Amigos, UPCN y Bolívar. ¿Cuál fue tu mejor momento en un club?
–Mi gran momento fue en UPCN de San Juan: por juego y por los títulos conquistados. Estaba en una edad justa. Ganamos dos Sudamericanos contra equipos brasileros que eran muy, muy fuertes. En 2013 fuimos campeones en Brasil y en 2015, en San Juan, en ese caso contra SADA Cruzeiro, que venía de ser campeón del Mundial de Clubes. Después pasó que fui a Bolívar y quedó cierta rispidez pese a todos los títulos anteriores. En UPCN también tuve una muy buena relación con Fabián Armoa: me hizo entender un montón de cosas y fue el primer técnico que me dio la capitanía.
–¿Hasta cuándo tenés cuerda para seguir jugando?
–Quiero jugar al menos dos años más. Estoy desde 2018 en el proyecto Renata Campinas y éste puede ser mi último año acá. Todo tiene su ciclo, ¿viste? Tal vez me gustaría retirarme en Argentina. No lo tengo claro. No es la Liga poderosa y atractiva de aquellos momentos de UPCN, Bolívar, Mar del Plata, Formosa, pero al mismo tiempo me da la sensación de que la Liga Argentina está volviendo a subir un poquito su nivel. Quizás fue desde la llegada de Facu Conte. Insisto, es mi sensación de que está subiendo el nivel.
–¿Te quedó algo por cumplir en el vóley?
–Muy pocas cosas. Quizás haber jugado una Champions League europea. Tuve la posibilidad cuando fui a Turquía, porque el equipo (Halkbank) estaba clasificado a la Champions, pero me volví a Argentina a mitad de temporada para sumarme a Bolívar. Tal vez podría haber jugado en Europa, pero desde chiquito mi sueño era jugar unos Juegos Olímpicos y en las Ligas de Italia o Brasil. Estuve en Río 2016 y juego hace un montón de años acá en Brasil y en el club me tratan de maravillas. No tengo de qué quejarme.
