<
>

Cinco momentos fascinantes de Julio Velasco como entrenador de la "Generación de Fenómenos"

En Brasil 1990, la Generación de Fenómenos que condujo Velasco ganó su primer Mundial: la Azzurra se hizo gigante en el Maracanazinho de Río de Janeiro. FIPAV

Desde que llegó en 1983 para dirigir al modesto Jesi en la A2, la Segunda División del vóleibol italiano, el argentino Julio Velasco vivió momentos fascinantes y sorprendentes: de hecho, de ese pequeño equipo saltó a la Panini Módena, uno de esos grandes que fácilmente podría compararse con River o Boca para el fútbol argentino y los Lakers o los Celtis para la NBA.

Los cuatro títulos consecutivos de Liga con el plantel auspiciado por los dueños de las figuritas más famosas del mundo lo llevaron a dirigir la Nazionale masculina, a la que convirtió en el mejor equipo del siglo 20.

Su personalidad cautivante y su habilidad discursiva lo convirtieron en una ícono que sedujo a todo el deporte italiano, pero también a los medios de comunicación, los empresarios e inclusive a lo más encumbrado de la política de aquel país.

A continuación, un repaso de cinco instantes o períodos que marcaron a fuego al técnico nacido en La Plata.

1) El mejor equipo del siglo: ¿quién te quita lo bailado?

En 2001, la Federación Internacional de Vóleibol (FIVB) eligió a Italia como el mejor equipo masculino del siglo 20. Entre 1989 y 1996, la “Generación de Fenómenos” acumuló una montaña de títulos: solo le faltó el oro olímpico. “¿Pero quién te quita lo bailado?”, seguramente hubiera respondido Velasco, que solía utilizar frases populares que se marcaron a fuego, traspasaron las fronteras del vóley y llegaron a convertirlo en un personaje cautivante.

Dejar atrás la “la cultura de las excusas” fue uno de sus caballitos de batalla. “Quiero ojos de tigre, no de vaca”, solía decirles a sus jugadores: deseaba esa mirada felina de deseo. Muchos años después, en el diario La Gazzetta dello Sport, explicó el nacimiento de aquella imagen icónica: “Esas palabras no son mías. En Rocky 3, Sylvester Stallone no tiene motivación. El entrenador lo lleva a un gimnasio lleno de jóvenes hambrientos y le dice: ‘¿Ves esas miradas, Rocky? Debes volver a tener los ojos del tigre’”, dijo.

Después de apariciones en programas televisivos de altísima repercusión en los años noventa, el mito fue haciéndose inmanejable. “Había quedado la imagen de que podía ser comentarista de todo. Y el experto en todo es alguien que ha dejado de pensar: él simplemente sabe”, contó en algún momento. “Después de la charla con Chiambretti (en el programa “El Graduado”) ya no pude librarme de ese mito que se perpetúa a sí mismo”, explicó.

Su imagen deslumbró tanto que Silvio Berlusconi, exprimer ministro y “capo” del Milan, pensó en Velasco cuando Fabio Capello, que había tenido un ciclo de oro al frente del equipo de fútbol, preparaba sus valijas para irse al Real Madrid. “¿Y si trajéramos a Velasco?”, planteó “el Zar” a sus directivos, que tenían los cañones apuntados hacia el uruguayo Oscar “el Maestro” Tabárez.

Admirador del argentno, Berlusconi lo imaginó como líder de un staff técnico con algún exjugador como mano derecha. Velasco, de todos modos, dijo una y otra vez que no podría dirigir un equipo de fútbol. Lo suyo era un saber específico: el del vóley.

2) Europeo 1989: el cielo se puso azul

Velasco desembarcó en la selección italiana masculina después de ganar cuatro Scudettos consecutivos con Panini Módena entre 1985/86 y 1988/89 (en Italia muchas veces se comparó esa seguidilla con los supuestos cuatro títulos conseguidos en Ferro en Argentina, algo que nunca sucedió).

La Azzurra estaba lejos de ser una potencia. El noveno puesto continental en 1987 la obligaba a jugar el clasificatorio para el Europeo 1989.

El entrenador inició una revolución en muchos sentidos: el técnico de selección pasó a ser full-time, los jugadores debían aceptar una disponibilidad incondicional sin premios asegurados (de lo contrario, no serían convocados), los entrenamientos se hicieron brutalmente exigentes, se introdujeron estadísticas y evaluaciones metódicas y se modificaron costumbres arraigadas, entre ellas en la alimentación típica italiana para los viajes al exterior.

En Estocolmo, la Nazionale fue “la Cenicienta” del torneo. La Unión Soviética buscaba su décimo título europeo consecutivo. La Italia de Velasco, que venció en la final al local Suecia, se adueñó de la corona continental. “Ahora, la URSS se llama Italia”, tituló el diario La Stampa.

3) Mundial 1990: en el techo del mundo

Antes del Mundial 1990, los jugadores de la selección italiana ya eran “estrellas pop”. Entre la corona del Europeo 1989 y el título en la primera edición de la Liga Mundial, la espuma había subido a límites desconocidos. Había mucho dinero en juego y empresas poderosísimas entrando como sponsors a la Liga. Por el tironeo de los clubes que convocaban a jugadores del seleccionado, Velasco amenazó con renunciar en la previa mundialista.

En el debut, el argentino dejó en el banco a dos de sus figuras y todo parecía tormentoso, inclusive con los medios de comunicación. En el cierre de primera fase, Cuba aplastó a la Nazionale. “Esta Italia nunca nos ganará. Sufren psicológicamente contra nosotros. Somos su Bestia Negra”, dijo Joel Despaigne con demasiada pedantería.

Los fantasmas se fueron olvidando con los triunfos sobre Checoslovaquia y Argentina (durísimo para Velasco en lo sentimental). En semifinales, con más de 25 mil personas en el Maracanazinho de Río de Janeiro, Italia venció a Brasil con un angustiante 3-2. Velasco quedó disfónico de tanto gritar para dar indicaciones: el ambiente era ensordecedor.

“Lucchetta… Paolo… Bernardi... ¡Bernardiiiii! ¡Campeones del mundo! ¡En el techo del mundo! ¡En el techo del mundo! ¡Grande, Italia!”, gritaba, Jacopo Volpi, relator estrella de la TV italiana, después del ataque de Bernardi que permitió vencer a Cuba 3-1. Velasco salió corriendo mientras apretaba los puños, con la cabeza girada hacia el campo cubano, como exorcizando fantasmas de una Bestia Negra que acababa de deshilacharse.

4) Un 1995 de película, el cierre de un ciclo perfecto

En Grecia 1994, Italia había conseguido el bicampeonato mundial: algunos medios lo comparaban con las consagraciones consecutivas de la Nazionale de fútbol que ganó los Mundiales de 1934 y 1938.

En 1995, Velasco sacudió la estantería. Para la Liga Mundial dejó afuera a las grandes figuras para que recargaran pilas (excepto a Andrea Giani, la más joven de las estrellas) y armó un plantel dominado por pibes: los más veteranos tenían 26 años. Rosalba era un juvenil de 19. “Debería tomar el diccionario y buscar algún término nuevo, porque no conozco más adjetivos para este equipo que logró una hazaña increíble”, dijo el entrenador argentino luego de subirse a lo más alto del podio de esa sorprendente Liga Mundial.

Ese año, la Azzurra también se coronó en el Europeo de Grecia y ganó invicta la Copa del Mundo en Japón. En ese período esplendoroso, Italia ganó todos sus torneos oficiales desde 1993 hasta fines de 1995: el Europeo y la Copa de Grandes Campeones 1993; la Liga Mundial, el Mundial y el Súper Cuatro 1994; la Liga Mundial, el Europeo y la Copa del Mundo 1995. “Este equipo puede perder, pero se ha ganado un lugar en la historia. Si logramos el oro en Atlanta habremos hecho algo aun más extraordinario: habremos ganado todo. De lo contrario, habremos ganado mucho” afirmó Velasco en una entrevista con La Stampa.

5) El adiós, con “la Juve” Intercontinental en las tribunas

Italia brilló en el Super Six Challenge de 1996, la última competencia oficial con Velasco en el timón de aquel barco. El triunfo clave fue contra Holanda, que ese año le había ganado a la Nazionale las finales de la Liga Mundial y de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Antes de bajar el telón de ese Super Six, la Azzurra aplastó al local Japón. Tofoli fue elegido como mejor jugador del torneo, Cantagalli se llevó el premio al máximo anotador y Gardini, el destinado al mejor en bloqueo. La vieja guardia, al poder.

“Para muchos de estos jugadores fue la última vez en vestir la camiseta de la Selección. Por esa razón desplegué un sexteto inicial compuesto por quienes habían comenzado en 1989 conmigo. Realmente fue un día especial, porque también quizás haya sido mi último partido con la Nazionale”, declaró Velasco. El tiempo le daría la razón: había sido, efectivamente, su despedida.

Si alguien agudizaba la mirada, era fácil ver que en las tribunas japonesas había rostros conocidos para el gran público: los jugadores de la Juventus del elegante Zinedine Zidane, que dos días más tarde le ganaría al River Plate de endiablados Enzo Francescoli y Ariel Ortega en la final de la Intercontinental. “Velasco es un entrenador que hizo un gran trabajo para todo el deporte italiano. Traje al equipo a ver el partido para rendir homenaje a estos fenómenos”, declaró Marcello Lippi, entrenador de “la Juve”.