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Mark Spitz, a 45 años de convertirse en el primer 'súper humano'

Mark Spitz decidió poner fin a su corta carrera deportiva tras conquistar su sèptima medalla en los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Aquí celebra el último triunfo en aguas alemanas, en los 4x100 combinados, con Tom Bruce (izq.) y Mike Stamm (der.). Getty Images

Hace 45 años, Mark Spitz logró lo imposible.

O al menos su hazaña fue imposible de alcanzar durante nueve ciclos olímpicos o 36 años si preferimos usar una cifra que dé mayor impacto a su conquista.

Mark Spitz cautivó al mundo con la conquista de medallas de oro en cada una de las siete pruebas de natación en las que participó en los Juegos Olímpicos de Munich 1972 y así dejar inscrito su nombre en lo más alto de la historia del deporte.

Para resaltar su hazaña, Spitz acompañó cada presea dorada con un récord mundial.

Si los Juegos Olímpicos son el marco para demostrar que el esfuerzo del cuerpo humano no tiene barreras cuando se le exige al máximo, Spitz es la figura con la que se debe ilustrar los alcances que una persona puede tener cuando se determina a llegar lo más lejos hasta agotar la última gota de esfuerzo.

Spitz se preparó para eso. Nadar es la disciplina más completa del ejercicio, pero, al mismo tiempo, la más agotadora. Quien se mete a una alberca para prepararse para entrenar y competir a cualquier nivel es un dotado, pero quien lo hace al máximo nivel, es un súper humano y eso mostró ser el tritón estadounidense hace 45 años.

La primera conquista llegó en los 100 metros libres, prueba explosiva y de desgaste notable; luego, los 200 metros libres; en la tercera jornada ganó dos preseas, la de los 100 metros mariposa y horas más tarde, la de los 200. En los relevos 4x100 y 4x200 libres, Spitz le dio a Estados Unidos el triunfo al ser el cerrador de esos conjuntos, lo mismo que en los 4x100 combinados.

Spitz hizo ver fácil la conquista del mundo y lo logró a los 22 años, edad que no es la ideal o la de máximo potencial para un nadador.

En una época en la que la preparación y la determinación eran las únicas armas de los nadadores (los trajes de baño de alta tecnología y las cabezas rapadas quizá eran sólo una idea en la mente de algunos en esa época), a Spitz le quedó chica la piscina y la competencia.

Esto no minimiza en lo absoluto lo hecho en Beijing 2008 por su compatriota Michael Phelps, quien no sólo igualó sino superó lo hecho por Spitz al llevarse de regreso a casa las ocho medallas doradas por las que fue al país asiático.

Las reglas y el entorno olímpico cambió en las tres décadas que abarcaron las hazañas de uno y otro.

Phelps no es culpable de ello y compitió ante quien debía hacerlo y cómo debía hacerlo, con herramientas avaladas para maximizar un potencial de por sí extraordinario, como la gorra y trajes de baño largos hasta la rodilla que ayudan a que el agua resbale suavemente en el cuerpo del nadador.

Esas herramientas están a disposición de todos y Phelps los dejó atrás a todos.

Así, Phelps demostró que era posible superar una marca que por 36 años permaneció como un hito prácticamente imposible de superar, pero hay algo que Phelps no pudo arrebatarle a Spitz, quien siempre será recordado por ser el primero en lograr una hazaña de esa magnitud.