No fue un año más. Para Agustín Moyano, el 2025 quedará grabado a fuego como el gran salto que le permitió alcanzar la cima que proyectaba desde pequeño: vestir la camiseta de Los Pumas. El medio scrum sumó millas en el Súper Rugby Américas con Dogos XV, donde sus actuaciones funcionaron como un faro encandilante que capturó de inmediato la atención de Felipe Contepomi. Si el proceso de formación en el sistema de la UAR fue la siembra, este año representó la cosecha de un talento que parece no tener techo.
“Estaba comiendo, me llegó el mensaje de Felipe y me dice de hablar, ahí nomás me paré, me fui de la mesa -cuenta sobre su primer contacto con el entrenador de Los Pumas-. Y cuando me dice de la convocatoria sentí un millón de emociones que me vinieron encima: todo el esfuerzo que hice para llegar, porque laburé mucho y cuando me llamó y me dijo que iba a formar parte de una gira, que no sabía si iba a jugar, pero ya era formar parte de los Pumas, fue algo muy lindo, fue el cumplir el sueño de mi vida”.
En diálogo con el canal de YouTube de Dogos XV, el cordobés profundizó en el impacto emocional que generó la noticia en su círculo íntimo: “Sabía que a mi familia le iba a generar la misma felicidad porque aman el rugby igual que yo, fue muy lindo, la verdad que es algo que me queda para toda la vida. Lloré como cada vez que me tocó cumplir un sueño como salir campeón con la primera de mi club, era uno de los más grandes que tenía”.
“Faltaba un mes para que salga la lista -agregó- y mucho no se podía decir. Obvio que se lo iba a decir a mi viejo, así que llegué a casa y se lo conté. Fue pura emoción, un abrazo, algo muy lindo. Fue como si se lo hubiese dicho a ellos de jugar en los Pumas, una locura, muy lindo”.
Respecto a la exigencia de conducir el juego del seleccionado nacional, Moyano asume el reto con la madurez de un veterano. Entrar al búnker de Los Pumas fue para él como el primer día de un estudiante de música frente a una orquesta filarmónica: el talento está, pero la precisión debe ser absoluta. “Es lo que sueña cada jugador del rugby argentino. Cuando me llegó dije: ´Capaz me falta un poquito de esto, tengo que mejorarlo, tengo este tiempo para mejorarlo´. En el staff me ayudaron a mejorar algunas cosas que me faltaban y espero poder seguir formando parte del equipo el año que viene”, afirmó.
Acerca de la mentalidad a la hora de encarar un partido, manifestó: “Tengo esa chance de poder escaparme del partido y la presión y cuando empieza el encuentro para mí ahí ya no existe la presión. En Twickenham y en el Millenium por ahí me tocó entrar de afuera, lo ves del banco y decís: ´Qué locura dónde estoy´. Pero cuando te toca entrar es solo el partido, no escuchas a nadie, estás tan concentrado que la presión no existe. Sin embargo, creo que cuando hay presión hay que abrazarla y es muy bueno también tenerla, aunque yo por ahí intento no sentirla”.
El bautismo de fuego llegó en la ventana de julio, en suelo cuyano y frente a un rival de peso: “Me tocó en San Juan y había 20 personas de mi familia me habían ido ir a ver. Había divisiones de mi club. Me tocaba con Inglaterra que es un tremendo equipo, es como un clásico para los Pumas. Lo disfruté al máximo, fueron 10 minutos que me tocó entrar y lo disfruté como si me hubiese pasado en un segundo”.
“Cuando te dicen: ´che, tenés que entrar´, decís: ´Quiero hacer todo, pero quiero hacerlo bien´. Se me pasaron 1000 cosas por la cabeza que ya ni me acuerdo, pero que hay que entrar tranquilo ahí. Es tu sueño, estás cumpliendo un sueño y entrar tranquilo es lo mejor que podés hacer”, concluyó.
