LOS ÁNGELES -- Con su juramento como Espada de Damocles, --en una aproximación al suicidio--, ese de prometer ser finalista en la Copa Confederaciones, Juan Carlos Osorio, como croupier resignado, blofea con sus 32 cartas de cara a los amistosos ante Croacia e Irlanda.

De esa baraja con 32 naipes, pero sin algún as bajo la manga, pretende quedarse con 23 reclutados para la misión de someter a Honduras y Estados Unidos en el Estadio Azteca, en un combo que podría incluir su clasificación a la Copa del Mundo Rusia 2018.

En la garita del Hexagonal, México tiene 10 puntos, y en la aritmética de la mediocridad Conkakafkiana, con 16 unidades le sellan el pasaporte a Rusia. Una ganga, más barato, imposible. En esta zona Caperucita es más peligrosa que el Lobo.

Juan Carlos Osorio
Imago7Juan Carlos Osorio no quería mostrar su lista de convocados durante la conferencia de prensa.
En la precipitación exitista de las estadísticas, el Tri debe salir a destazar a sus adversarios y empezar a confirmar albergues en Rusia. Pero a Honduras lo exalta Jorge Luis Pinto y a Estados Unidos lo resucita Bruce Arena. Para ambos técnicos, México sólo se conjuga con el verbo odiar.

A pesar de sus populistas liturgias previas de que en la Liga MX hay opciones similares a los cónsules europeos, Osorio ratifica que a la Confederaciones viajarán los titulares y los becados en las bancas de clubes de medio pelo en Europa, además de Giovani. Muchas vueltas de la gallina para poner el mismo huevo de siempre.

Así, mientras todos los medios y los miedos de la selección mexicana tienen como código postal la Confederaciones, la devoción por la Copa Oro se empobrece, sin ignorar que la selección #SálveseQuienPueda que acudirá vestida de verde, espera las nominaciones de Walter López, Aguilar Chicas y Mark Geiger como los rescatistas del Tri. Los padrinos favoritos de El Padrino conkakafkiano.

El grupo de México en la Confederaciones sólo escandaliza a los temerosos defensores de Osorio. Ya hemos hecho referencia a la desvencijada selección de Rusia, mientras que Nueva Zelanda recluta a los lisiados que nunca pudieron jugar rugby, y en espera de las condiciones en que llegará Cristiano Ronaldo en esta maratónica obsesión de ser el Balón de Oro, con dos musas valiosas: la Champions y la Liga. Los gatos quedarían a merced del ratón.

Con la Copa Oro, entonces, relegada al escuadrón suicida mexicano de los menos indigentes de la Liga MX, y con la inconsistencia de una selección estigmatizada perversamente por el 7-0 ante Chile, Juan Carlos Osorio empezará de cero, porque, ya debió detectarlo, la amnesia reincidente del futbolista nativo, respecto a su Libreta, lo coloca en el comienzo de la aventura.

Ojo, insisto: así como Osorio no debe ser el único en cargar la cruz al Monte Calvario del 7-0, porque los futbolistas quedaron superados física y espiritualmente, tampoco puede dejarse de lado la responsabilidad suprema de los jugadores en el asalto desolador sobre la alguna vez mítica Columbus.

De esta manera, los dos extremos de esta selección mexicana, el hundimiento absoluto del 7-0 hasta la extinción de EEUU en Columbus, deben atribuirse a los extremos de compostura de los jugadores, que pasaron de la agonía histérica en Santa Clara al éxtasis histórico ante las últimas tropelías de Klinsmann. Ni la leña verde ni el nicho son exclusivos de Osorio, los jugadores tragaron, mayoritariamente, de ese estiércol y también de ese banquete.

Lo cierto es que México será además el seleccionado que llegue con una mejor ruta de preparación. Croacia e Irlanda, con nóminas de exiguas pretensiones mundialistas, deberán aportarle exigencias al Tri, y en batallas sin concesiones, la Honduras de Pinto y el EEUU de Arena, serán una versión corregida y aumentada de las que ya enfrentó Osorio.

Ojo: poco le ayudan a México los juegos previos en Los Ángeles y Nueva York, para después meterse al Estadio Azteca, con las condiciones de altitud que ahora son menos temidas y mejor confrontadas por sus adversarios en el Hexagonal.

Por lo pronto, Osorio percibe la emboscada que generalmente arman los resultados. Especialmente si él mismo fue proyectándola en torno a sus discursos. Victorias de local sobre catrachos y estadounidenses, y esa presupuestada Final en la Confederaciones, serán el termómetro ineludible de sus perspectivas, porque, ojo, es necesario recalcarlo: el técnico colombiano no llegó para tramitar el boleto a Rusia, sino para aspirar a los terrenos vetados y vedados del quinto partido. Para turistear en Rusia, abundan candidatos.

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LOS ÁNGELES -- Pompilio Páez sacó del cementerio de los oprobios del futbolista mexicano un pestilente cadáver: su abotagamiento espiritual. El discreto encanto de la burguesía, con los permisos de Luis Buñuel.

El auxiliar de Juan Carlos Osorio no descubrió la vacuna contra, por ejemplo, las rotaciones, pero sí retrajo y sustrajo, un tema que incomoda al futbolista mexicano: su proclividad al aburguesamiento en ese pent-house que es su jaula de oro.

Quien será el laboratorista del Tri-B para la Copa Oro, mientras regresan los cruzados tricolores de su gesta por Rusia en la Copa Confederaciones, recalcó la falta de osadía y codicia profesional del jugador mexicano por irrumpir en los mercados de Europa.

"Aquí (en México) ganan muy bien, y aquí se quedan", reflexionaba Pompilio Páez en charla con Destino Futbol de ESPNDeportes Radio.

No es muy diplomático de su parte. Sobre todo, porque en junio deberá empezar a trabajar con el pelotón a que Osorio margina de la Confederaciones, para tratar de convencerlos que la Copa Oro es importante.

Él, Pompilio, será el técnico interino de, usando sus reflexiones, la selección de los aburguesados de la Liga MX. De los que no arriesgan su comodidad millonaria para experimentar en los hostiles desafíos europeos.

Insisto, esa elección acomodaticia de vida existe en el jugador mexicano, pero, quede claro, tiene todo el derecho a marcar sus prioridades: familia, terruño, querencia, comida, amigos...

La Rosa de los Vientos de la mayoría de los futbolistas mexicanos no apunta temerariamente a la reconquista, ni a la itinerancia de los retos. Su Edén, su zona de confort es exquisitamente seductora. La prosperidad se convierte en aburguesamiento. Fama y fortuna.

Aseguraba Octavio Paz que "la resignación (hermana pobre del conformismo) es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de la victoria (a los mexicanos) nos conmueve la entereza ante la adversidad".

Una sustentación del mismo Paz, cuando establecía que el mexicano, en general, teme más a la victoria que a la derrota. Sin arrepentimiento citaría después: "Un poeta me dijo algo divertido: que yo había escrito una elegante mentada de madre contra los mexicanos (Vuelta a El laberinto de la soledad)". Él bien sabía que la verdad, cuando hiere, es más verdad.

Plagiando el término de Alberto Cortez, el futbolista mexicano está predispuesto y programado con las "instrucciones para ser un pequeño burgués".

México es un generador de buenos futbolistas. En algunos casos, de excepcionales futbolistas. Sin embargo, la referencia más puntual se apega a dos jugadores que más allá de su talento exhibieron una combatividad admirable, una beligerancia absoluta ante la adversidad. Sí, los nombres saltan: Hugo Sánchez y Rafa Márquez.

En atmósferas de tremendismo mediático como hoy, Hugo emparejaría la trascendencia de las hazañas de Cristiano Ronaldo, porque además ambos son hijos de un trabajo de depuración diaria, indeclinable. Portentoso rematador, el mexicano le agregaba acrobacias asesinas y su eficiencia en los cobros directos fue superior a la del portugués.

Más allá del protagonismo de Piqué, en el Barcelona aún andan sus buscadores de talento con una Lámpara de Diógenes tratando de encontrar a un nuevo Rafa Márquez, cuya carrera, para la exigencia de ese club y de esa Liga, la clausuraron antes su lesiones.

"Mi alimentación, mi fortaleza, el trabajo físico de niño, no me preparban para ello", reconocía un día el eterno capitán del Tri.

En 1986, después del Mundial, el Brest de Francia quiso llevarse a Fernando Quirarte y a Félix Cruz. Ambos sacaron cuentas y entendieron que la bonanza financiera estaba en casa. Les contestaron a los galos: "Un tiens vaut mieux que deux tu l'auras", algo así como "más vale pájaro en mano que ciento volando".

A muchos deberá parecerles exagerado, pero la versión más cercana en México a la leyenda de El Salvador, Mágico González, es sin duda Cuauhtémoc Blanco, con esa sagacidad futbolera magnífica, además de la maestría en los tiros libres, más allá del mismo molde de mujeriegos, parranderos y... juguetones. El Mágico es aún el eje del museo de memorias del Cádiz. El Cuauh, alcalde de Cuernavaca.

Citemos un caso reciente. Matías Almeyda vio al Gullit Peña y creyó que había encontrado su propia versión mexicana, pero con gol. Creyó que había encontrado al Almeyda que necesitaba en Chivas. Un jugador con potencia, fuerza en la marca, dinamismo, y capaz de recuperar y generar. Pero, desilusión absoluta. Al Gullit lo gobiernan "su vientre y su sexo".

El Pelado apenas anotó seis goles en 315 juegos, pero fue un símbolo en Lazio y River Plate. La diferencia es que el mexicano ya era millonario, a la edad en que Almeyda apenas pujaba en el Sevilla por las grandes bolsas. Almeyda nunca fue un fuera de serie, pero sí imprescindible. Gullit podría haberlo sido, pero se ha vuelto prescindible.

Hay quienes comparan a Benjamín Galindo con el máximo ídolo de Maradona: Ricardo Bochini. Pero el mexicano marcaba gol con las dos piernas y su disparo era un prodigio de artillería. El argentino era deseado fervorosamente en Europa, pero él nunca quiso emigrar. Galindo sólo quiso desfilar por clubes mexicanos, porque al ser transferido de Tampico-Madero a Chivas, como una carambola política, pasó a convertirse en el jugador mejor pagado de México.

Mientras los casos de todos, absolutamente todos, los que hoy batallan en Europa merecen el reconocimiento por sus afanes personales, aunque a la selección a veces le queden en deuda, lo cierto es que hubo algunos antes que decidieron renunciar espiritualmente antes que futbolísticamente.

Manuel Negrete era un jugador con todas las condiciones para liderar al Sporting de Lisboa, y Luis Flores en el Sporting de Gijón. Pudieron, debieron, pero no quisieron.

Y como casos ejemplares, puede citarse a Pável Pardo, Ricardo Osorio, Carlos Salcido, Maza Rodríguez, sin olvidar a un Luis García en el Atlético de Madrid, y quien incluso habría podido mantenerse un par de años más. Y en México ha habido otros con facultades similares a ellos, pero...

¿Alguien duda sobre la calidad de García Aspe, Luis Hernández, quienes experimentaron en River y Boca, sacrificando hasta la mitad de su salario? Ambos habrían sido exitosos protagonistas en ligas europeas... pero a mitad de sueldo.

Alguna vez Daniel El Ruso Brailowsky explicaba que "para el argentino el futbol es su proyecto de vida, sabe que no va a poder ser otra cosa, y se dedica a ello totalmente, mientras algunos jugadores mexicanos terminan viendo el futbol sólo como un hobby".

Como estos casos, abundan. Y es entendible para el jugador, un obrero privilegiado de corta vida. A ellos y a sus familiares les parecería un suicidio financiero generacional ir a Europa a ganar la mitad de su salario en México.

Es muy fácil tacharlos de conformistas, cuestionando sus preocupaciones y sus prioridades salariales, familiares, financieras y afectivas.

Decía Alfred Adler que para atreverse a juzgar a alguien "hay que mirar con los ojos del otro, escuchar con los ojos del otro y sentir con el corazón del otro".

Porque más allá de que Pompilio Páez hoy retraiga, hoy invoque, una vieja discusión, lo cierto es que en la lista de prioridades del futbolista mexicano no está el futbol mexicano como ente, regido además por una FMF que hace todos los esfuerzos por esclavizar y menospreciar a su propio jugador.

Merece el futbol mexicano y su federación que el jugador nativo se inmole por ellos. Absolutamente no, en ese terreno de inequidad y traición que existe.

Recordemos el caso de Cuauhtémoc Blanco cuando lo fracturó Ansil Elcock: "La FMF nunca me llamó, nunca me preguntó cómo estaba, si necesitaba algo, si podía volver a jugar. Me lesioné jugando por la selección, y me olvidó".

Y aún así, pese a ese abandono que sufrió, tras ser determinante en clasificarse al Mundial de 2002, Cuauhtémoc regresó a recibir la traición de Ricardo LaVolpe, pero, todavía a rescatar al Tri para el Mundial de Sudáfrica.

Y aquí, para vulgarizar una conclusión, el futbolista mexicano bien puede puntualizar "que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre".

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LOS ÁNGELES -- Cambian los hombres y los nombres, pero no calman las hambres de los aficionados. Ni cambian los discursos. Ni cambia la solemnidad hipócrita de los dirigentes de la FMF.

Se presentó Juan Carlos Osorio. Le entregaron el silbato, la cachucha y la cruz, de la que bajaron hace meses el cadáver de Miguel Herrera, luego del piojoso exabrupto de malandrín que tuvo en Filadelfia.

Comenzó con el chantaje emocional. La empatía suele ser un buen soborno. Y Osorio supo usarla. Y abusar de ella, al vestirse, falazmente de bracero. Un golpe bajo e innecesario.

Por lo demás, deleitó musicalmente con las promesas inofensivas que se esperaban. Pintó acuarelas melosas y empalagosas de su enorme fe en un futbol que a niveles mayores no ha ganado nada.

Resulta que Osorio -insisto mismo verso, nuevo versero-, tomó el cincel de Miguel Ángel y edificó un perfecto David en cada seleccionado mexicano.

¡Sí que nadie dude del quinto partido con esa pléyade de cracks incomprendidos que tiene el futbol mexicano!

¡Y que se trepe al cadalso, que se alborote y ensangriente la guillotina con las testuces de todos los anteriores entrenadores que han sido unos inútiles e idiotas por no haber visto las legiones de Messis y Ronaldos que abundan en el futbol mexicano, pero que el conquistador Osorio, afortunadamente, ha llegado para abrirnos los ojos!

El colombiano revela que su cuerpo técnico lo completarán dos auxiliares que ya han sido pirateados por él, como él fue pirateado por la FMF al Sao Paulo. El que entre hienas anda a comer desperdicios y a carcajear se enseña.

Además, felicidades a los futbolistas recién naturalizados mexicanos: Osorio abre la puerta para convocar a todo aquel seleccionable que pueda ser de utilidad para su proyecto supremo que es clasificar al Tri al Mundial.

¿El Quinto Partido -así, con mayúsculas, porque ya es un monumento a la incompetencia del futbol mexicano--? Nada. Obligación de nada. Ni de la Tierra Prometida del Quinto Partido, ni de ganarle a El Salvador en el Estadio Azteca y a Honduras en San Pedro Sula.

¿Tiene poco tiempo para desarrollar su proyecto? Para nada, en lo que él clasifica como "memoria operativa", asegura que ya ante Estados Unidos se vio parte de su idea futbolística para imponer en el Tri.

¿Y ante Panamá, porque jugó mal y porque apenas se pudo superar a los canaleros, ahí no vio visos de sus pretensiones, a pesar de que participó el esqueleto de Tuca en Tigres? Curioso, porque los del martes y los del sábado, entrenaron juntos. Oportunismo, pues.

En el uso de una oratoria distinta, quiso sacar ventaja. Dice Osorio que quiere ver si como seleccionador es tan bueno como suele ser como entrenador, aunque sus números negativos con Sao Paulo pueden cuestionar esa habilidad como director técnico.

Por lo pronto, ya fue ungido, no por los clubes, porque, según ha quedado claro, Decio de María no los consultó, sino que les notificó. Es decir, desde el Salón Oval de Televisa llegó la bendición.

Hay detalles particulares de Osorio, más allá de esa sutileza de rinoceronte en cristalería para romper contratos: siete de siete.

Entre esos detalles, debemos señalar su capacidad de arrullo en la demagogia y la verborrea. Se tiró 46 minutos de verso, sin comprometerse a nada, pero eligió frases que compran conciencias frágiles y neuronas caducas de villamelones.

"Osorio necesitaba más de la selección mexicana (que la selección mexicana de Osorio)", dijo el colombiano y a más de uno en la conferencia de prensa se le rodaron las prostituidas lágrimas de oficio.

Pero, el personaje, es un hombre trabajador, ambicioso, meticuloso y caballeroso en la superficialidad de los tratos, porque, por ejemplo, de su rompimiento abrupto de contratos, se ha dedicado, confidencialmente, a chismorrear e injuriar, con toda razón, pero no con la ética que proclama, a los directivos de MLS, Puebla y Sao Paulo.

Para su fortuna, tendrá que rendir cuentas ante el Supremo Tribunal: los resultados.

Ojo, con todo su conocimiento motriz del jugador, su conocimiento del confuso biotipo del futbolista mexicano, el gran problema que enfrentará, será la capacidad para sacudir, para estremecer al jugador cuando llegue el momento de matar y morir. Ahí fracasó, por ejemplo, Sven Goran Ericksson, y ahí, minando voluntades y trato, cavó su fosa el Chepo de la Torre.

Recordemos su lista de obligaciones ineludibles marcadas por la misma FMF al Piojo Herrera: Final Copa América Centenario; ganar próxima Copa Oro; Final Copa Confederaciones Rusia 2017; ganar la eliminatoria y ser cabeza de Serie del Mundial de Rusia, y ganar el quinto partido del Mundial 2018.

Ah, y claro, no estorbar al Potro Gutiérrez para que intente revalidar el Oro Olímpico en Río 2016.

Comienza la cuenta regresiva para Juan Carlos Osorio. Recuerde, insisto, en los dos últimos procesos, bajo las mismas manos torpes de Decio de María, se necesitaron cuatro entrenadores.

Osorio ya es el tercero en este nuevo proceso. ¿Quién le gusta como cuarto para la repesca ante Asia? ¿Aguirre? ¿Tuca? ¿El Piojo? Apuesten.

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LOS ÁNGELES -- Juan Carlos Osorio se apoltronó en el palco F21 del Rose Bowl de Pasadena. Iba a desfilar ante él la odalisca en turno, la que eligió abandonando abruptamente a la anterior: Sao Paulo.

Hombre de hábitos o de manías o de supersticiones o de apoyos psiquiátricos o de sabiduría, sacó su libreta y su esfero (pluma o bolígrafo en Colombia).

"Mi padre me enseñó que es mejor un lápiz corto que una memoria larga", dijo el colombiano Osorio alguna vez.

Con su impulsividad rauda para cambiar de equipo y romper contratos, no necesita más. Veremos qué es más corto, su lápiz o su estadía con la Selección Mexicana.

Y ahí, en ese lujoso palco, con un bar surtido y comida que le hizo fruncir la nariz, Osorio comenzó la epopeya de poner por escrito lo que le agradaba y le desagradaba de su nueva faena.

No hay problema de objetivos: México necesita ir al Mundial de Rusia y Osorio quiere ir al mismo torneo. Claro, lo que para uno es una odisea, para el otro es una aventura.

No es lo mismo querer que deber. Osorio quiere, el Tri debe. Dicho está: México es un medio, no un fin para el entrenador.

¿Qué recibe Osorio? Los incondicionales de pasaporte y bandera de Osorio sacan paraguas y sombrilla, lo que haga falta, para aseverar que el Tuca Ferretti le dejó la vara muy alta.

Y esos comprometidos lo hacen con un tonito compadecido, abnegado, lastimero, lastimoso, como pobreteando el destino del técnico colombiano.

1.- ¿La vara muy alta al vencer el Tri el domingo pasado a los despojos y vestigios que deja Jürgen Klinsmann de lo que fue un proceso inteligente de Bora, Sampson, Arena y Bradley?

2.- ¿La vara muy alta con un grupo de jugadores que sólo necesitan el discurso exigente y nacionalista para que salgan a embarrar el pellejo en la cancha?

Porque la entrega del mexicano bajo el esquema del #MasSiOsare es incuestionable. Especialmente si es de la intrascendencia del futbol.

3.- ¿La vara muy alta con un esqueleto sólido de forma de juego con Miguel Herrera que le alcanzó a Tuca Ferretti hasta para improvisar sobre él ante EEUU?

4.- ¿La vara muy alta si se declara apóstol de la doctrina de Marcelo Bielsa y en el Tri los dos capitanes provienen de ella: Rafa Márquez y Andrés Guardado?

Dice que su otro padre putativo es Sir Alex Ferguson. Bueno, ahí que tiemble Chicharito Hernández, porque el Sir fue el que le bajó el pulgar al final en el Manchester United.

5.- ¿La vara muy alta si el mismo Osorio dejó entrever el horizonte cómodo de México en la eliminatoria de la Concacaf, seguramente olvidando que cayó y calló en estado de coma en los dos anteriores procesos eliminatorios?

¿Se le olvida a Osorio que en su propio país están mejor cotizados técnicos mundialistas como Bolillo Gómez y Jorge Luis Pinto que él mismo, que apenas busca colarse a una Copa del Mundo, porque ni su propia selección colombiana le ha tenido fe?

No. Ricardo Ferretti no le dejó la vara muy alta. Lo que le dejó fueron los compromisos lógicos de cualquier entrenador que se meta a ese festín corrompido y corrupto en el que han transformado al Tri.

1.- Debe clasificar al Mundial de Rusia.

2.- Debe ganar la próxima Copa Oro.

3.- Debe ser finalista al menos en la Copa América Centenario, habida cuenta que México juega de local en Estados Unidos.

4.- Debe ganar la Copa Confederaciones, esa misma que ya México ganó una vez en 1999. O al menos semifinales, a donde la llevó La Volpe en 2005. O hasta la Final, a donde llegó EEUU en 2009.

5.- Debe llegar a Cuartos de Final en el Mundial de Rusia.

¿La vara muy alta? En absoluto. Sigue estando a la misma altura de lo que ha estado para otros entrenadores.

¿No puede cumplir con todos esos objetivos? Bueno, será un fracaso más de quien lo eligió y de él mismo, claro.

El problema es que Osorio llega como una medida extraordinaria, como una elección buscando que sus experiencias ¡en la MLS, Colombia y Brasil! marquen diferencia en México.

Bueno, hasta le vanaglorian que fuera uno de los preparadores físicos del Manchester City y que se escapara por momentos a ver cómo entrenaba el Manchester United, al que no le interesó contratarlo como auxiliar de Ferguson.

No, la vara no está muy alta, y tal vez él tampoco la vea tan alta, pero los abogados espontáneos y obsequiosos, ya levantan la voz por él, y sacan, insisto, el paraguas y la sombrilla.

Por eso, al final uno se pregunta si es que la vara está muy alta como dicen los defensores a ultranza de El Recreacionista, como le gusta que le apoden, o serán voces protectoras de espíritus enanos, por parte de esos espontáneos solidarios.

Lo veremos pronto. Lo sabremos pronto. Cuando cumpla o no con la obligación ineludible e incuestionable de vencer a El Salvador en el Estadio Azteca y a Honduras en San Pedro Sula.

¿O será del montón que se refugian en el discurso de que "no estamos obligados a ganar nada, sólo a dar el máximo esfuerzo"?

Pues no, de esos mismos, está lleno el directorio de técnico fracasados y conformistas del futbol mexicano.

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LOS ÁNGELES -- En la calma, las reflexiones. Las burbujas del champaña se evaporaron. El confeti detuvo su acompasado descenso.

La sonrisa es una mueca tan genuina como anhelada en los mexicanos. Los rostros torcidos en EEUU finalmente cuestionan la incuestionable farsa de Jürgen Klinsmann.

El futbol mexicano va a Juegos Olímpicos y a la Copa Confederaciones. Lo más maravilloso es que lo consigue a pesar de sus dirigentes. EEUU está en lista de espera para Río, y Moscú deberá esperar, tal vez, a 2018.

Tuca Ferretti cumplió su palabra y su cometido. Medió un triunfo sufrido ante EEUU. Sufrido innecesariamente. Porque los delanteros de México erraron, y porque la justicia divina llegó tarde y el árbitro se negó a conceder dos claros penaltis al Tri, como retaliación a los que le fueron obsequiados falazmente en la Copa Oro.

¿Espectáculo? Fue un triste remedo comparado con la fascinante parafernalia de la semana previa. Y una vergüenza ante la estrujante y maravillosa ofrenda de los más de 93 mil aficionados en el magnífico Rose Bowl de Pasadena, que vivió una de sus mejores fiestas.

Pero del Tuca no podía esperarse más, y de Klinsmann no debía esperarse menos que recluyera asustadizo a su equipo, y rescatar la artimaña valedera del contragolpe, un artilugio legitimizado desde la academia de Bora Milutinovic, y estilizado paulatinamente por Sampson, Arena y Bradley.

1-0, de madrugada. Coreografía de Jiménez y Oribe. Y Chicharito, con su código de barras, golpea mal y la mete bien. Un juego estremecedor en el principio y el final. Sus primeros 18 minutos y los últimos 18 en la agonía alargada de los tiempos extra, erizaron sensaciones.

Cierto, una de las más lamentables versiones de EEUU... y pudo ganar. Y cierto, no una de las más deslumbrantes versiones del Tri... y le bastó para ganar.

Lecciones reiteradas para la defensa de México, que se vio amparada por un par de lances de Moisés Muñoz, y el lamento por un jugador como Héctor Herrera, que encontró su penuria táctica en el Porto prolongada en el Tri: le cortan las alas.

Irónico: el Tri sobrevivió a las ausencias de los presuntamente indispensables. Giovani y su lesión, y Carlos Vela y su antipatía futbolística con el Tuca, mientras que Raúl Jiménez, con las reminiscencias de su paso por el América del Piojo, confirma su utilidad, y sin ser el más vistoso, debió ser el más útil.

Contrastes extraños: Miguel Layún sigue carburando sin reposo, pero ante EEUU se vio confundido. Un divorcio circunstancial sin duda con Andrés Guardado impedía que conectaran a pesar de que por izquierda había espacio constante.

Y Paul Aguilar tuvo el premio a su tesón y a su tozudo proceder. Intenta todas, intenta siempre. Da un pase accidentadamente despatarrado a Oribe para el segundo, y hereda la magia de Giovani en aquel 4-2: con un soberbio gol de brutal volea, deja el 3-2 con la estampa magníficamente plástica de un pasaje de Ang Lee.

Insisto: México tenía para hacer de la fiesta un festín. Dejaba constancia por momentos de que era muy superior a su adversario. Demasiados grilletes de mesura. El 1-0 y el 2-1 le hicieron más daño en su articulación de juego, que a EEUU.

Al final, en la contabilidad pueril sobrevive el resultado. México está en Rusia 2017. EEUU, finalmente, confrontando la crisis de una mala elección de entrenador, al negarle unos dólares más a Bob Bradley.

Y el aficionado mexicano lo entiende plenamente: ese deleite distinto, prolongado, de poder, nuevamente, vencer a EEUU. Y merece saborearlo.

El boleto a la Confederaciones está guardado en un sobre hecho con la zalea del equipo estadounidense.

"No hay mejor cena que la que disfrutas sobre el cadáver de tu enemigo", reiteraría Maquiavelo en estos tiempos.

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LOS ÁNGELES -- Ni Matías Almeyda dejó de ser Harry Potter, ni Pumas fue superior a Chivas. Pero, el veredicto cotiza aparte: 1-0.

Y el resultado condena a uno, aun siendo mejor. La victoria hace justicia en la simplicidad de la red, no en las victorias intrascendentes en los 7,140 metros cuadrados de la cancha.

Chivas conquistó el campo de batalla, pero Pumas asaltó el castillo. La Princesa Victoria viste de universitaria.

Y Almeyda no dejó de ser Harry Potter, porque nunca llegó a serlo. No hubo magia, porque los milagros se atribuyen a los dioses, pero los consuman los humanos.

Tipo serio, inteligente, con sentido común, Almeyda descubrió que tenía la mesa puesta, la mesa servida. Pasaba, sólo, que su antecesor le tenía más miedo al postre que a la ensalada.

Y el argentino, sin nada qué perder y mucho qué ganar, se atreve masculinamente, donde el Chepo se refugiaba en la faldas sexistas de sus pánicos.

No hay derrotas honorables ni honrosas. Acaso, en algunos casos, podrá haber honor y honra en los derrotados. Este puede ser el caso. Obvio, no cura, narcotiza, anestesia.

Aunque debe ser exiliado de ese linimento inútilmente reconfortante, un jugador: Carlos Salcido, quien regresaba de un castigo para perpetrar dos penales en una acción. Afortunadamente sólo se puede marcar uno.

La veteranía se vuelve sabiduría o decrepitud, según lo que hagas con ellas. Con Salcido, ya se sabe. Sus intenciones ya no alcanzan, lesionan.

Pero Chivas responde al ADN de la vieja academia de Westerhof, clonada para el mexicano de la vieja escuela holandesa: intensidad, velocidad, resistencia, consistencia, marca, anticipación, transición, despliegue y fe.

Y a pesar de sus espectros bajo la cama, Chepo puso por momentos, a jugar así al Guadalajara. Pero, reitero, cuando Chivas anotaba, se asustaba más su banca que la del adversario.

Almeyda no se espanta de ello. Llega de un futbol donde los dueños no son frágiles ni timoratos en las kermeses domingueras de la familia, donde un mal comentario los hace correr al técnico. Y El Pelado L'Oreal (seguro la señora Fuentes lo habría firmado para Angelíssima) se ha atrevido, se atreve.

El futbol del Guadalajara, ese del Rector Westerhof debió haber prevalecido como biblia, porque a pesar de los suicidios repetitivos de Jorge Vergara, emboba, embauca, desespera al adversario, obligándolo a cerrar filas.

Por eso Chivas ya se atreve a proponer los encuentros. Y lo hace mucho mejor de visitante, cuando el dueño de casa, lo que menos espera es la descortesía del huésped.

Este domingo, curioso, pasó algo similar al juego ante León, en el mismo Nou Camp. Chivas sólo cometió un error defensivo, en el complot de Toño Rodríguez y Oswaldo Alanís, y perdió 1-0.

Esta vez, ante Pumas, esa desesperación vetusta de Salcido entrega la pelota en el manchón a Lalo Herrera. El 1-0 sobrevivió al aluvión rojiblanco.

El inescrutable Pikolín Palacios parece haber dejado al Tribilín bobalicón de turno en el vestuario, y se engalanó consagratorio en un torneo en el que no ha permitido que se mancille su meta en seis encuentros.

Y ni Bravo, ni Fierro ni Alanís pudieron contra el contorsionista puma, que encima montó sociedad extraña con los invitados de acero, para que los postes fueran sus guardaespaldas. La vistosidad del adversario le hizo crecer al Pikolín la cutícula, diría aquel cronista tapatío Nacho González.

De acuerdo: no crucifiquemos sólo a Salcido. Marco Fabián sigue jugando mejor en las manos hábiles de un granuliento adolescente con el FIFA 16, que en su propia realidad.

Pero, téngale paciencia a Marquito: cualquier día volverá a hacerle tres al Atlas y vivirá otro año sabático bajo el arrullo del fanático villamelón. Per secula seculorum.

Así, Almeyda no dejó de ser Harry Potter. Sencillamente porque nunca lo fue. Ahora tendrá tiempo de trabajo en Fecha FIFA. Para que los trucos que se le atribuyen los ponga en ideas en la cancha.

¿Y Pumas? Cómo dejar de lado que ante ese elenco de veteranazos, ya Memo Vázquez se rebela, grita. Y hasta hace berrinches, cierto, acaso uno por partido, pero ya dejó de ser aquel monumento a la ecuanimidad resignada.

Y agrego un saldo de pura ociosidad: entre titulares y cambios, Chivas utilizó a diez canteranos. Con tres jugadores prestado a la Preolímpica.

Y entre titulares y cambios, Pumas usó a siete no nacidos en México y su promedio de edad roza la Sub 40.

¿Dónde quedó la que fue la mejor cantera del futbol mexicano? Cierto: en la paz, en la tranquilidad, puede reconstruir su cunero. Y hoy en el Everest de la Liga, Pumas sólo se habla con Dios.

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LOS ÁNGELES -- Tuca Ferretti eligió a sus combatientes para una guerra ante Estados Unidos que ni le interesa ni le pertenece.

Él está al frente de la Selección Mexicana para dar las gracias con "el futbol de un país que me ha dado tanto".

La forma más genuina, inocente, honesta, franca, sincera, y "humana" que existe, de dar las gracias, no es de humanos: el ronroneo de un gato o el menear de la cola de un perro.

Eso es agradecimiento, no la ascensión oportunista al manejo del Tri, sin la devoción que debe representar.

En ese sentido, su mejor amigo, consejero, íntimo y solidario fue muy claro: "Para dirigir a la Selección hay que tener amor y pasión por todo lo que representa para los mexicanos".

La frase es de Miguel Mejía Barón y pertenece al prólogo del Mundial de 1994. Hoy es asesor del que está ahí por agradecimiento. Sólo por agradecimiento. Ronroneos, pues. Colas que se baten, pues.

¿Sorpresas en la lista del Tri? No puede haberlas. Le toca la misma legión con la que fracasó el Chepo de la Torre, y con la que enderezó el rumbo Miguel Herrera, antes de que él lo torciera con sus aviesas reacciones.

Recibe Tuca al grupo convocado en el mejor momento posible, para el compromiso más importante, comercialmente, para el futbol mexicano, porque lo realmente trascendental comienza con El Salvador en el Estadio Azteca y con Honduras en San Pedro Sula, es decir, la eliminatoria mundialista.

Y sí, aquí comparto la inquietud de algunos lectores: ¿no le alcanza, entonces, tanto agradecimiento que tiene Ferretti, como para atreverse, como para osar, como para sacrificarse por México en la eliminatoria mundialista?

No. Los gatos se cansan de ronronear y los perros de mover la cola. El agradecimiento caduca fácilmente.

Hablar de que dispondrá de sus convocados en el mejor escenario posible es establecer que México juega de local, porque en EEUU, excepto en Columbus, la presencia mexicana en las tribunas es superior.

Además, hasta el factor psicológico y esotérico, por aquellos supersticiosos, juega con México: el Rose Bowl de Pasadena fue la sede del poderoso y humillante triunfo de México por 4-2 sobre EEUU en una Final de Copa Oro.

Vaya, ese día hasta a Tim Howard le salió ese Donald Trump que todavía muchos llevan dentro en este país, y criticó agriamente que la ceremonia de premiación fuera en español, a pesar del predominio latino en la tribuna y mexicano en la cancha.

Howard no entendió que la victoria habla sólo un lenguaje, y es el del vencedor, ese domingo, claro, México.

Es decir, con tiempo para entrenar; con sus dos capitanes sanos, como lo son Andrés Guardado y Rafa Márquez; con el aliciente de la Copa Confederaciones, y con el desafío de colapsar, finalmente, el mito Klinsmann, México debe asumir el rol de favorito y protagonista.

Ferretti sin embargo no se atreve, como nunca lo ha hecho en su carrera de entrenador, a apostar por lo inesperado.

Visto en la cancha el concierto y entendimiento que hay entre Elías Hernández y Chapo Montes con los convocados Gullit Peña y Gallito Vázquez, ¿por qué no atreverse a instalar todo ese engranaje ofensivo y elaborar en torno a él?

El León tiene la mejor aplanadora del torneo mexicano y es de los pocos equipos que aún valen la pena el boleto. Ah, pero, primero, el miedo a improvisar, y segundo, recordemos, a Elías Hernández, el Tuca nunca le permitió explotar en Tigres.

¿Y Omar Bravo? Hoy es más veloz táctica y técnicamente, y casi en igualdad física que Oribe Peralta y Javier Hernández, además de su racha con el gol. Nunca lo tomó en cuenta. Jamás.

Y la Concacaf, en su reglamento, tiene una laguna que le hubiera permitido llevar a todos ellos ante Estados Unidos.

Pero, claro, el que sólo está agradecido no arriesga, no apuesta su tranquilidad otoñal por grandes hazañas. Los comprometidos, diría Mejía Barón, por amor y pasión al Tri, no temen a juguetear con los parámetros del Kamikaze.

Hay quienes tienen más miedo a subir al segundo escalón que a bajar del primero. Así son los agradecidos. Ronronear no pone en riesgo a nadie.

Porque, insisto, al final, si Tuca fracasa, volverá a tomar posesión del feudo asustadizo de pies a cabeza que son sus Tigres.

Y gracias, Tuca, por ser tan agradecido de no arriesgarte a algo más que ronronear o menear la colita.

Y si triunfa, hasta puede aspirar a que le entreguen El Águila Azteca, la mayor condecoración que entrega el gobierno mexicano a un extranjero, y que en su momento le fue concedida a Bora Milutinovic por no triunfar en el Mundial México 86.

Aunque, debe quedar claro, el fracaso y el triunfo, como valores absolutos, corresponderán, absolutamente, a los jugadores, porque, seamos también claros, ya están grandecitos, corriditos, fogueaditos, como para poner ese amor y esa pasión de los que habla Mejía Barón, y no culpar al devaluado concepto de agradecimiento de su entrenador.

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LOS ÁNGELES -- Sobrevalorado. Teatrero. Tramposo. Llorón. Esos son los nuevos apellidos de Neymar. Claro, deben de ir después de Campeón de Copa Confederaciones y JMV de la competencia.

Quienes apenas se solazaron con Neymar a plenitud en la Copa Confederaciones, han enfrentado brutalmente el golpe de maravillarse con un futbolista con notables virtudes y escandalizarse con un payaso de la dramaturgia, por colocar los dos extremos en los que rebotan al delantero brasileño propiedad del Barcelona.

Vayamos a las calamidades de Neymar. Cierto: es un pésimo actor. Merece los peyorativos de farsante y tramposo, cuando de repente, sin contacto físico, es capaz de ejecutar una maniobra farandulera, carnavalesca, en un acto contorsionista digno del Bolshoi o de Cirque du Soleil.

Sin falta de por medio, este saltimbanqui es capaz de escenificar, con lamentables expresiones histriónicas, la muerte de la Madre de Bambi, con escopetazo simulado, aunque la pierna del adversario haya pasado a dos metros de distancia y la miopía arbitral sea cómplice.

Sí, es un transeúnte lamentable de la pirueta engañadora; es un vulgar bodrio de la simulación, pero eso se cura. Se cura a tarjetazos; eso se desinfecta con arbitrajes sin tolerancia y hasta con tolerancia prejuiciada.

Y se lo quitarán a Neymar, como se lo han quitado a otros clavadistas de la fosa profunda del área del embuste, aunque ciertamente hay reincidentes sin remedio, cínicos de parodias de asesinatos sin cadáver, como los casos de Luis Suárez y Niño Torres.

Pero, hasta en terrenos más pueriles, vemos a un Chicharito Hernández que se tiraba ocho clavados en Chivas por partido, y hoy ha aprendido que los farsantes simuladores son destetados y detestados en la Premier.

Y hasta llegar, pro ejemplo, a un escenario más fascinante, como el Balotelli de los desmayos señoriteros a un notable jugador arrogante, rebelde, pero no más un embaucador ventajista.

Sí: esas malas mañas tienen vacuna, pueden ser inoculadas, pero lo que es intocable, innegable y difícil de inmunizar entre los adversarios, es el portento de futbolista que es Neymar.

Hay que marcar un parteaguas en su carrera. Y de manera muy clara. Este Neymar de Scolari es muy diferente al de versiones anteriores.

Los entrenadores de Neymar han tenido un pacto tácito con él: que haga lo que le dé la gana, mientras arrime victorias importantes al equipo o selección.

Eso, en lenguaje común significa jugar con 10, y sólo con 11 cuando Neymar lo desea. El error es evidente.

Con Scolari, Neymar mantiene el protagonismo, pero como eje central de liderazgo, no expuesto el equipo a la eventualidad de su bilirrubina y estados de ánimo.

Alguna vez, el auxiliar técnico del Tri, Yayo de la Torre, espiando a Neymar antes de aquella victoria de México a Brasil en Dallas en amistoso, explicaba que el delantero estaba corriendo con Brasil menos que el Bofo Bautista ante Argentina, quien a su vez había corrido menos que el portero mexicano Óscar 'El Conejo' Pérez.

Otros tiempos, otro entrenador, otra ¿disciplina?, otro discurso, otras actitudes.

Neymar terminó la Copa Confederaciones como el jugador con más faltas en su haber. Simplemente en la fase de grupos cometió 13 faltas en los tres encuentros, ante Japón, México e Italia.

Queda claro que fue también el más acosado por los depredadores, y a esa contabilidad se agregan las faltas que simuló y no existieron, de no ser por una pirueta chaplinesca que engatuzó al juez.

Eso significa que Neymar ya asume un nuevo rol con Brasil: pelea, marca, encima, disputa.

Lo cierto es que así como le marcaron simulaciones, también dejaron de marcarle empujones, zancadillas y jaloneos que sí cometió, y a los que los árbitros no estaban acostumbrados.

Neymar es un futbolista completo: veloz, habilidoso, inteligente, profundo, valiente, encarador, de poderoso arranque y capaz de marcar con las dos piernas. Nada que no se supiera de él.

El mérito de Scolari es que si el juego tiene 90 minutos de duración, la actividad real, eficiente, de Neymar no se limite a cinco minutos efectivos de juego como ocurría antes de su llegada al seleccionado amazónico.

Simplemente en la final ante España, desde el gol que es marcado por su astucia eludiendo el fuera de lugar, hasta dos pases filtrados, uno de diez metros y otro de 30, pusieron en evidencia todas su virtudes con el balón en beneficio del colectivo.

En 2012, Neymar tuvo 27 asistencias para gol y en este momento en 2013 ya lleva 17 a nivel club y selección nacional. Es un realizador y un generador.

¿No es Messi? Seguramente no lo es y nadie puede garantizar que llegue a serlo. ¿No es CR7? Seguramente no lo es y nadie puede garantizar que llegue a serlo.

Para todos habrá un tiempo. Neymar tiene 21 años; Messi, 26, y CR7 suma 28. ¿Mostraban Lio y Cristiano hace cinco y siete años esas facultades del brasileño? Sin duda. Ahora Neymar llega a una academia prodigiosa como el futbol de Europa.

El tiempo dirá de qué está hecho. Y si los apellidos que hoy sus ociosos y oficiosos denostadores le endosan, desaparecen por las buenas... o por las malas.

LOS ÁNGELES -- Una victoria con todas las alhajas. Una victoria con todos los diplomas. Una victoria con todas las amenazas.

La demostración de Brasil ante España fue más apabullante en la cancha que en el marcador (3-0). Y hay una diferencia: la supremacía en el marcador hiere a los aficionados; la supremacía en la cancha duele a los futbolistas.

¿Con todas las alhajas? Sí, el monarca de la Copa Confederaciones, bajo la versión y la visión ecuménicas del futbol de Luiz Felipe Scolari, hizo gala, en ese estricto orden, de disciplina, de concentración, de talento, de gracia y de descaro.

¿Con todos los diplomas? Sí: Brasil vence al reiterado amo y señor de Europa. Lo hace en su terreno: quitándole la pelota y paseándola cuando quiso. Lo hace marcando la diferencia entre quienes saben arropar la pelota y quienes la arrojan desnuda en la túnica de la red.

¿Con todas las amenazas? Sí: Brasil ratificó que su doctrina en la cancha, del menos esfuerzo y la mayor explosividad, la que ya le dio un título con Scolari en el Mundial 2002, volverá a ser la inamovible, rígida compostura, aunque fortalecida, claro está, por todas las facultades y excelencias en el manejo del balón por apego estricto a sus genes, a su ADN.

¿Invencible? No los hay. Brasil lo sabe porque venció al supuestamente invencible España. Lo cierto es que recuperó la gracia individual en el arte de los latigazos despiadados, sin la manifestación colectiva de belleza. Se trata de ganar. Brasil dio jornadas memorables de exquisitez, hoy tienen que ser desfiles victoriosos y no luctuosos.

Italia, por ejemplo, dio una muestra clara de cómo exigir a Brasil sin rococós ni encajes, sino en el terreno de la fuerza y del futbol práctico, y la diferencia la marcaron los errores arbitrales.

Ya durante la Copa Confederaciones se había advertido que Brasil juega de manera burocrática, a destajo, bajo la ley del menor desgaste y el óptimo esfuerzo, es decir, el que reditúa, no el que fatiga necesariamente.

Va a ser interesante, por ejemplo, ver y escuchar la forma de reinventarse de quienes sostuvieron que por momentos, por ejemplo, México, Japón y Uruguay habrían sido mejores que Brasil.

Se dijo en su momento, Brasil responde al grado de exigencia del adversarios. Y juega con él al gato y al ratón. Y si al final el ratón se relame la rebaba y le sabe a queso, el gato está muy por encima de esos prejuicios y complejos. Respeta la felicidad de la víctima in extremis.

¿Y España? Es obvio que sería canallesco, irresponsable y advenedizo de repente que alguien se atreva a oficiar funerales al vigente campeón mundial. Vaya, de hecho no hay que olvidar la maldición que pesa sobre quien gana la Copa Confederaciones con relación a la Copa del Mundo.

España fue dominado, superado, controlado, y sin duda el gol madrugador dictó urgencias en la cancha para uno y una sádica administración de los tiempos para el otro.

¿Habría cambiado el desarrollo y el desenlace si no hubiera caído el 1-0 al minuto 2? Ese terreno movedizo y entrampado de las suposiciones caducas, son espejismos en los que a los necios les gusta montar teatros imaginarios.

Desarrollar elucubraciones y "elubricaciones" mentales equivaldría a sumar en ese protocolo de sofismas qué habría pasado si muestran la roja a Ramos, a Arbeloa y a Iker.

España está lejos de estar y de sentirse aniquilada, desahuciada y decrépita. Por el contrario, es un equipo altamente competitivo por la inteligencia y ls fortaleza pasional de sus jugadores. Una derrota, incluso de estas proporciones, lejos de embalsamarlos los desafía, los ingre, los alerta.

Lo cierto, sin embargo, es que Brasil amenaza con recuperar el trono universal del futbol, ese que cinco veces ha poseído, y como advertencia ondea la zalea de un magnífico adversario, como la selección de España.

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